Opinión

Contrarreforma académica en el TEC

Queda claro, la propuesta RETO nunca recibió procedencia en la Asamblea Institucional Representativa (AIR), y sin embargo se “aprobó”

Queda claro, la propuesta RETO nunca recibió procedencia en la Asamblea Institucional Representativa (AIR), y sin embargo se “aprobó”. La propuesta de contrarreforma contiene artículos que afectan a las Escuelas, a la Vida Estudiantil y, por tanto, al movimiento estudiantil, así como al sector administrativo. Por lo demás, debilita el área de cultura y deporte y, por consiguiente, la formación humanística, todo ello por haber ido más allá de lo que le correspondía realizar: va contra toda lógica que la comisión RETO haya asumido tareas para las que nunca fue creada, no tiene competencia, son propias del Congreso Institucional.

Por la salud y el devenir del ITCR, ojalá que la mayoría – cuando se discuta la propuesta en las próximas asambleas (AIR) – se incline por la vía esbozada en estos apuntes, no por la seguida dócilmente hasta ahora, la cual, hay que ser objetivos, es responsabilidad de todos al no fiscalizar un procedimiento que nació viciado desde la AIR (potenciado luego por un desacierto del Consejo Institucional), presumiblemente por falta de experiencia en los integrantes del Directorio. No obstante, tengo para mí que, dada la correlación de fuerzas y la desmovilización generalizada (¡ni el sindicato se ha pronunciado!), especialmente en el sector estudiantil donde sus “dirigentes” hacen, deshacen y negocian con la alta administración, lo anterior será muy difícil.

Según el documento de RETO, al cual “se le dio procedencia”, seremos la única universidad pública del siglo XXI que elimina de sus Fines el fomento, apoyo, y gestión a las actividades culturales y deportivas. Además, Vida Estudiantil pierde su rango de Vicerrectoría y estaría combinada por funcionarios dentro de un departamento denominado Talento humano el cual no desarrolla ningún quehacer de proyección o extensión sociocultural. Por otra parte, las Casas Culturales pierden su actual estatus y dejarían de considerarse como extensión sociocultural de las escuelas, deben coordinar con la Dirección de Extensión de VIE.  En otras palabras, nada de Acción Social.

Además, se aumenta la burocracia de alto nivel: dos Rectores adjuntos participarían con voz y sin voto, o sea de vigías, en los Consejos de todas las Vicerrectorías. En última instancia hay un enfoque hiperpositivista que todo lo especializa y esencializa en compartimentos con una retórica que intenta “contribuir a la formación integral”, pero que elimina el protagonismo de los departamentos de cultura, ciencias sociales y del lenguaje, entre otros.

Se trata de la descapitalización de la universidad tecnológica que se reconfigura ante los procesos de globalización neoliberal inducida. Es una contrarreforma interna dirigida por la nueva generación de tecnócratas que ven en la universidad horizontal y democrática un obstáculo a sus fines mercantiles. Dicho de otro modo, las universidades públicas se irán mercantilizando para convertirse en servicios de alta rentabilidad, tal y como lo propone la Organización Mundial del Comercio a través del Acuerdo General sobre Comercio de Servicios (GATS); ello conducirá, es otro objetivo de la OCM, a la transnacionalización del capital universitario.

Los cambios se plantean desde argumentos eficientistas típicos de la administración de empresas, con discursos “progresistas” dentro de la alta y sofisticada “sociedad del conocimiento”, de la “información”. Las políticas del Banco Mundial están en el centro de la escena: sus créditos y programas especiales contienen recomendaciones en cuanto a la autonomía, la democracia y la gratuidad que ha caracterizado a la universidad latinoamericana y costarricense en particular, y que según los expertos limitan la “modernización” de estas. Se impondrán procesos de evaluación por competencias con indicadores cuantitativos, igual que la promoción de una investigación cada vez más dependiente de agencias y empresas transnacionales. Los espacios se atomizarán y se vincularán a las grandes corporaciones o a los trusts universitarios privados.

Por las condiciones estructurales y de “sistema” académico, el ITCR es la universidad pública costarricense más proclive a esos cambios neoliberales. El confort de la mayoría de académicos, la pasividad y la indiferencia de multitud de estudiantes y funcionarios, a tono con el discurso único y la intoxicación ideológica dominante, precipitan el cambio convirtiéndolo en la punta de lanza de la contrarreforma universitaria que galopa por los diversos campus del país.

¿Se podrá retomar la conciencia crítica de los otrora vigorosos movimientos estudiantiles y de la producción académica, no solo en términos de conocimientos y saberes, sino, ante todo, de actitudes, de prácticas universitarias y ciudadanas? Es imprescindible la reevaluación del bagaje histórico universitario, tanto de América Latina como de nuestro país. La memoria no puede ser tan débil, la academia tan obtusa ni la dignidad tan pequeña.

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