Opinión

Construir la otra economía

Entre el 23 y 27 de noviembre 2015 se celebró en la Universidad Ibero Puebla, México, la sexta edición de la Academia sobre Economía

Entre el 23 y 27 de noviembre 2015 se celebró en la Universidad Ibero Puebla, México, la sexta edición de la Academia sobre Economía Social y Solidaria, promovida por el Centro Internacional de Formación de la Organización Internacional del Trabajo, el Instituto Nacional de Economía Social Solidaria de México y la Secretaría de Economía. Cerca de doscientos participantes de una docena de países nos dimos cita con el propósito de pensar colectivamente las potencialidades y retos de la economía social y solidaria en la coyuntura actual. En las siguientes líneas deseo socializar de manera sucinta algunos de los aprendizajes y experiencias más significativas derivados de esta instancia.

De entrada es evidente la amplia diversidad de prácticas reunidas bajo la denominación de economía social y solidaria: asociaciones de productores agrícolas organizados para hacer frente a los mecanismos especulativos del mercado, centros de desarrollo de innovación y transferencia tecnológica que propician la generación de valor en las MIPYMES locales, redes de finanzas éticas, circuitos de comercio justo, micro-emprendimientos que brindan la oportunidad a privados de libertad de agenciarse un ingreso, fundaciones que promueven otras sensibilidades y valores entre la niñez y la juventud, sistemas auto-gestionados de seguridad social para las multitudes excluidas de estos servicios, cooperativas que inciden en la gestión integral del recurso hídrico, la soberanía alimentaria y el combate a la desnutrición.

Parece ser que una de las características que comparten todas estas experiencias es la aplicación de la capacidad imaginativa del ser humano a la invención y consolidación de sistemas de producción y distribución de la riqueza social más justos y equitativos, así como la proveeduría de servicios sociales de alta calidad a poblaciones históricamente excluidas (pueblos indígenas, campesinado, personas en condición de pobreza, etc.). Allí donde la economía de mercado y el Estado han sido incapaces de dar respuesta a las necesidades sociales, han proliferado organizaciones y empresas que bajo los valores de la solidaridad, el bien común, la autogestión y la democracia, dan respuesta a las acuciantes necesidades de la población.

En ese sentido, la economía social y solidaria denota un renovado humanismo, en tanto procura que el sistema económico sitúe como principio orientador al ser humano y su relación sostenible con el planeta. En palabras de los pensadores Henry Mora y Franz Hinkelammert se trata de construir una economía para la vida, en oposición a aquella economía que espoleada exclusivamente por el lucro, niega la existencia digna a millones de personas en el mundo.

No obstante la vitalidad y potencialidades del sector de economía social y solidaria, existen también desafíos que demandan acciones articuladas a escala global entre las distintas organizaciones y entes públicos de apoyo.

Por ejemplo, es preciso robustecer los espacios de encuentro entre los líderes y lideresas, representantes de la institucionalidad pública y la academia, para favorecer la elaboración de estrategias conjuntas y la creación de sinergias entre los distintos actores.

De igual forma, es necesario profundizar los mecanismos de cooperación sur-sur para el intercambio de experiencias y conocimientos mediante pasantías y cursos.

La incidencia en políticas públicas y la participación en los distintos espacios de diálogo social se perfila como otro de los grandes retos.

No menos importante resulta la homologación de los marcos teóricos que encuadran el estudio de la economía social y solidaria, así como las metodologías que en las distintas latitudes se emplean para cuantificar el aporte de las organizaciones al desarrollo humano sostenible. La construcción conjunta de indicadores y la capitalización de experiencias bajo una metodología estándar permitirá el acopio de estadísticas, el mapeo de experiencias y casos a escala nacional, regional y global, lo que indudablemente coadyuvará a comprender mejor las tendencias del sector.

La creación de un observatorio regional podría solventar esta necesidad. Dicha iniciativa posibilitará la consolidación de una comunidad de investigadores e investigadoras abocados al estudio de la economía social y solidaria, quienes recabarán datos y realizarán investigaciones en diversas líneas. Al margen del interés puramente academicista que reviste cualquier observatorio, la iniciativa posee múltiples aplicaciones puntuales. Cito tres: proveer de datos duros a los centros de toma de decisión y de planificación estratégica; facultar la creación de encadenamientos productivos transnacionales; y finalmente, la creación de empleos directos e indirectos, pues el propio observatorio se convertiría paulatinamente una empresa de conocimiento.

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