Opinión

¡Coláis el mosquito y tragáis el camello!

“Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe

“Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer sin dejar de hacer aquello. ¡Guías de ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello! (Mat. 23:23-24).

En la misma dirección que los profetas, Jesús denuncia la hipocresía de los escribas y  fariseos que en su afán de ostentar santidad y pulcritud se complacen con lo superficial y secundario: el diezmo en especie, dejando de lado lo esencial: la justicia y el derecho. Son las mismas palabras del Dios del Antiguo Testamento: “Porque misericordia quiero y no sacrificios…” (Os.6:6).

Hoy de cara a las acciones emprendidas para paliar el déficit fiscal estas palabras adquieren vigencia. Algunos políticos, empresarios y funcionarios de gobierno en alianza con la “dictadura mediática” –calificativo utilizado por el Dr. Óscar Aguilar Bulgarelli en su voluminosa obra Costa Rica: dictadura mediática o tiranía en democracia (voluminosa tanto por la solidez de su documentación como por la contundencia de su argumentación) – se han ensañado en una campaña populista inquisitorial contra los asalariados y pensionados del sector público, solo comparable con las que se dan en las contiendas electorales cada cuatro años, y con una alta dosis de violencia simbólica propia de regímenes autoritarios que buscan siempre un chivo expiatorio, un adversario para desviar la atención sobre los verdaderos responsables de la debacle fiscal.

¡Claro!, se trata de bajar el perfil a los logros sociales de un país que supo apostar con sabiduría, hidalguía y sentido humanista, desde mediados del siglo pasado, por lo esencial: la equidad, la  justicia y el derecho. Un país que, en las últimas décadas, no se dejó arrastrar por el vendaval privatizante inducido por el Fondo Monetario Internacional y organismos afines, que condujo a la mayoría de países latinoamericanos a profundizar la desigualdad, el empobrecimiento  y la violencia; a sociedades cada vez más autoritarias y antidemocráticas. Un país con dignidad y valentía que supo resistirse a someterse de manera incondicional a los dictados del norte para defender su derecho a optar por la “vía costarricense” (Armando Vargas) de la justicia y la paz social, la equidad y la sostenibilidad.

Ahora resulta que persisten en seguir aquella ruta equivocada quienes buscan lucirse con dar un golpe de timón, siempre a  la deriva-derecha impulsando políticas y proyectos que golpean a las clases medias y pobres;  es decir, la ruta que marcó la administración del expresidente Óscar Arias Sánchez con su barcaza de velas izadas en la dirección de los vientos del neoliberalismo privatizante. Para evadir y distraer al pueblo, han emprendido una campaña para ocultar lo que brilla con luz propia y nos tiene obnubilados, asombrados, avergonzados e indignados: la gran estafa del capital en alianza con políticos complacientes que han cogobernado para sostener los verdaderos y dolosos privilegios de una casta de altos vuelos, cuyo cinismo raya en la desvergüenza.

Solo dos días después de aprobado el proyecto de ley fiscal dieron a conocer la lista de evasores y elusores, los verdaderos disparadores del déficit fiscal, e inmediatamente la “dictadura mediática” se encargó de que aquella lista fuera noticia de un día al enfilar todas sus baterías desinformativas contra los pensionados del sector público. Así, colaban el mosquito y se tragaban el camello. Hoy, debido a la persistencia del déficit, se vuelve a mendigar ante el sistema financiero internacional, para endeudar a las nuevas generaciones y desmejorar la calidad de vida del pueblo. Todo se vale cuando se trata de proteger los intereses de las grandes empresas y el capital financiero.

¿Prevalecerá la ceguera sobre la lucidez (Saramago)?  Costa Rica merece que brille la luz de la justicia y el derecho por sobre el manto de oscuridad que quieren tender las élites del poder político, económico y mediático, hoy más mancomunadas que nunca.

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