Opinión

Claudio Gutiérrez y otros, en mi memoria

No es solo por mi edad que, desde hace tiempo, me pasan desapercibidos los rectores de mi UCR. Más interviene e interfiere el estilo de los que guardo en la memoria, aparte de que, en lo académico también, cómo no: “por sus actos los conoceréis”… y los recordaremos

A don Claudio yo lo recuerdo por un sello especial, un carisma que procuraré precisar, pero antes paso a otras figuras que me quedaron en la retina por detalles, algo más bien contrario a lo que quiero evocar en el rector Gutiérrez, recién fallecido.

Pregúntenme qué recuerdo de varios colegas de la vieja guardia, de la que formo parte desde 1984, de varios he olvidado hasta el nombre; de algunos, me viene directamente a la memoria un detalle, como de Víctor Arroyo, su caminar discreto, escondiendo la bolsa de diálisis; de Virginia Zúñiga Tristán, que por diez minutos tarde en su ofrecimiento laboral me habría tenido de profesor de francés en Lenguas Modernas.

Me le ganó don Isaac Felipe Azofeifa… y fui primeramente y hasta el final profe en “Generales”… que pierden su relación con la dimensión estructurante medieval, nada de superficial o básico ni introductorio. Fernando Durán, mi director de Postgrado, ubi est? Charming en su personalidad: pura química, en todo sentido…

Comento en pareja, respecto a sendos entrañables amigos: Constantino Láscaris y Marco Tulio Salazar. Muy a la tica, los alumnos de cada uno aplaudían y hasta imitaban su estilo… pero olvidaban el mensaje de profundo humanismo de cada uno de ellos.

Lamentable: ese Gaudeamus igitur, himno estudiantil por excelencia… ¿no empieza con “oyentes: ¡escuchen!”?  Esa actitud del gozo, también del aprender… ahora se ve reemplazada por la caza del título… y su exhibición en la pared.

¡Don Claudio, gracias! Después del largo Alzheimer usted hizo mutis por el foro de manera discreta (en La Nación: una esquela, nada de cruz ni de fechas: fiorituri externas). En mi corazón queda la gratitud profunda hacia usted por haberme empujado hacia el humanismo, docente que fui, durante 36 años, en un componente académico: el de “Comunicación y Lenguaje”. Toda materia, incluso si es dispensada por video, debería descansar en ese pilar fundamental, el del verbo creador… pero digerido primero.

Era aquel tiempo el de una universidad pequeñita todavía, casi peripatética, al estilo griego clásico, sin sedes regionales, sin angustia todavía por encontrar parqueo (que es lo primero que cuidan, ahora, las universidades privadas…).

Había más posibilidad de contacto personal: recuerdo incluso haber recibido una mención personalizada de usted, don Claudio en uno de sus informes como rector. La ciudad universitaria empezó lentamente a llenarse de placas y de nombres etéreos. Rodrigo Facio, la biblioteca central Carlos Monge Alfaro… y probablemente usted, mi primer rector. Gracias: estoy en deuda con usted.

Ojalá no perdamos la esencia escondida del proceso educativo: el de transformarnos en mejores varones y mujeres. Que en este país pacífico sigamos levantando “armas” por más y más humanismo ([email protected]).

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