Opinión

Sobre el Cat-Exit virtual y doliente

El Cat-Exit (virtual) se asemeja, en su génesis, al Brexit (real) por el hecho de que según ambos procesos existe una entidad supranacional

El Cat-Exit (virtual) se asemeja, en su génesis, al Brexit (real) por el hecho de que según ambos procesos existe una entidad supranacional que proyecta un sistemático agravio sobre su identidad y provenir nacionales. Escribo estas líneas en respuesta al artículo publicado en Semanario por el periodista Gilberto Lopes sobre Cataluña (01/11/2017). Escribe esto un ciudadano español desde Costa Rica y, por lo tanto, sujeto a las mismas desventajas informativas derivadas de la distancia geográfica, pero con la enorme ventaja de no vivir sentimentalmente el conflicto. Ganancia en términos de objetividad,  imparcialidad y por supuesto, tranquilidad no exenta de preocupación.

Siento que el artículo del señor Lopes, con todo respeto, adolece, desde mi punto de vista, del pertinaz empleo de una especie de caleidoscopio por el que se analiza de forma parcial y sesgada la realidad política. Tendencia viral que percibo, con temor, en los políticos en el momento de tomar decisiones. Hay publicada una acertada viñeta de El Roto en el periódico El País en la cual se ve a dos jugadores frente a un tablero de ajedrez, los dos llevan sendas gafas oscuras, uno de ellos con los cristales “estampados” con la bandera española, el otro con la bandera estelada catalana. Y me parece acertada porque refleja perfectamente un concepto de política con forma de tablero cuadrado y cerrado, ajeno a una compleja realidad que tiene tres dimensiones y donde vivimos y sufrimos todos.

El señor Puigdemont  al declarar de forma unilateral la independencia de Cataluña, cometió la irresponsable e imperdonable imprudencia de conducir, de forma deliberada, a todo un pueblo a una situación manifiesta y objetivamente peor para sus ciudadanos que la situación de partida. Todo ello sin mediar, por supuesto, una razón evidente de fuerza mayor que obligara a tal movimiento, ni tampoco una mayoría demostrada de la población que lo respalde de forma expresa y democrática. Y digo peor, no solo en términos económicos, más de 2.000 empresas, se dice pronto, han trasladado su sede social fuera de Cataluña; mucho peor en términos del deterioro de la convivencia interna, el respeto mutuo en medio de un futuro incierto cargado de tensiones.

También el señor Rajoy se limitó negligentemente, desde el comienzo del conflicto, a jugar al ajedrez político, con vistas a obtener un jugoso rédito político entre su electorado más nacionalista español. Renunciando, de esta manera, a buscar responsablemente una solución política real de consenso que beneficiara, en términos de mayor autogobierno, al conjunto de la sociedad catalana que lo demandaba mayoritariamente. El efecto de gigantesca bola de nieve o choque frontal de trenes fue la nefasta consecuencia final.

Uno se pregunta si ambos dirigentes políticos, sobre todo el catalán, tomaron sus respectivas decisiones pensando en el bien común de la ciudadanía, tal debería ser su obligación obvia. O si, por el contrario, pensaban exclusivamente en su respectivo electorado ávido de sensaciones fuertes. Ni que decir de si analizaron en algún momento sobre su tablero cuadriculado los inevitables daños colaterales derivados de su particular inoperancia o envalentonamiento desbocado.

El señor Lopes, en su artículo, desdeña también de esta realidad y se esfuerza en buscar posibles causas, justificaciones, correlaciones inusitadas en el descosido catalán sobre la camisa de fuerza española, conservadora, monárquica y represora. Olvida mencionar el periodista que el predecesor de Puigdemont,  Artur Mas, aplicó en Cataluña una severa política de austeridad, que en su momento debió de sonrojar al mismísimo Rajoy o a Merkel. Además, los diputados de su partido aprobaron en el parlamento español junto al partido gobernante PP, nada menos que la reforma laboral neoliberal actualmente en vigor. ¿No deberían, en buena lógica, los insurgentes independizarse a su vez de esta Cataluña neoliberal?

Esperemos que la pluralidad, la solidaridad y el respeto mutuo renazcan en una Cataluña, una España y una Europa unidas en su diversidad intrínseca y destierren a esos nacionalismos xenófobos que pretenden levantar fronteras, muros y odios.

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