Opinión

Carta abierta a Óscar Arias

Con respeto me dirijo a su persona, conocida en todo el país, y mucho por mi generación, para solicitarle, en medio de las consideraciones que deben llenar la mente de un político de estatura como la suya, atender el caso de un prisionero político, candidato al premio de Nobel, mismo con que usted fuera distinguido, en la categoría de La Paz.

El señor, periodista profesional, publicó material, audiovisual inclusive, proporcionado por soldados y civiles, de Estados Unidos que lo quisieron revelar por razones morales, y relacionadas con exponer los horrores de la guerra, precisamente la de Irak.

Pretenden juzgarlo en Virginia del Este, lugar en que sin duda será condenado por cualquier jurado, por razones que no dudo usted conocerá: un estado que depende del sector gubernamental de inteligencia en alta medida. Región excepcional en lo judicial, dentro de los Estados Unidos. El material que publicó incluye, al parecer, matanzas de gente desarmada desde helicópteros de guerra. Esto es motivo para solicitar su extradición a un país que no es el suyo, y donde ya le adelantaron que no tendrá las garantías constitucionales que protegen a los ciudadanos americanos (de EE. UU.).

Este pacifista profesional, se halla preso en Inglaterra, en estos momentos, pendiente su casi segura extradición a USA hacia enero próximo. En una cárcel (o mazmorra) británica, le permiten asolearse media hora al día, en estricto confinamiento solitario. ¡Cómo decir, a lo británico, la plancha del presidio de la Isla de San Lucas, tortura que criticaron Constantino Láscaris, y Jorge León Sánchez! Antes de pedir su extradición por razón de Estado, se le llegó inclusive a acusar de violación a una mujer, en un proceso ridículo que acabó a favor del difamado, pero permitió mantenerlo preso, degradado.

Pasó casi 10 años refugiado en una embajada, donde fue espiado, como es de esperarse, a carta cabal. Hasta sus atenciones médicas. Finalmente, un liberal asumió el poder en Ecuador y permitió que penetraran la embajada de su país en Londres, como sabe usted.

Un funcionario de las Naciones Unidas certificó que al periodista se le trata de un modo que calza con la tortura psicológica, más degradante incluso que la física, y perfeccionada o fundada formalmente por el gobierno de los natzis de Alemania.

Siendo que no se le concede el Premio Nobel suyo, por razones políticas, como las que impidieron que Mahatma Gandhi fuera así condecorado y tratándose de una persona en la esfera intelectual y en la práctica política de un nivel apenas inferior al de usted, defensores ambos de la paz y el progreso humano. Le solicito, encarecidamente, que interponga sus buenos oficios, doctor, para que no se diga que la gente limpia del mundo ha sido cómplice de la tortura hasta la deformación mental y la muerte de un prisionero pacifista profesional, por un gobierno al cual se puede decir que difamó, por exponer las atrocidades de sus guerras.

Le ruego que se manifieste sobre el caso del periodista de rango editor, Julian Assange, nacido en Australia, preso en Inglaterra, quien probablemente se suicidará, antes de ser enviado a morir en vida en las planchas de la prisión de Attica, o de Alcatraz, o de cualquier lugar semejante.

 

 

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