Opinión

Canibalismo e intertextualidad: una lectura del cuento Mercando carne de Alexánder Obando

El texto es un conjunto de significados que no es estático, sino dinámico: hay en este un proceso de interacción entre lectura y escritura

El texto es un conjunto de significados que no es estático, sino dinámico: hay en este un proceso de interacción entre lectura y escritura, donde se reelabora el texto que es leído y da pie a uno nuevo. A partir de estas premisas, se podría definir la intertextualidad como el uso del conocimiento de textos anteriores; dicha definición deriva de la teoría bajtiniana sobre la polifonía y el dialogismo textual. En este ensayo se propone una lectura del cuento Mercando carne de Alexánder Obando.
La obra de Obando ha sido catalogada por la crítica literaria como “innovadora, subversiva y compleja” (Mata, 2014). Sobre el cuento se encuentra una breve reseña un artículo para la revista electrónica Literofilia del autor Bernal Herrera, quien comenta que en el cuento “… se ubica una realidad marcada por arquetipos nacionales, pero impregnada de una muy sui generis atmósfera al mismo tiempo realista y delirante”.
El realismo del que nos habla Bernal Herrera se puede tomar más bien como una técnica propia de lo fantástico, siguiendo las ideas de David Roas sobre esta estética literaria. Asimismo, en el cuento de Obando se elabora una reescritura de la conchería Mercando leña, intertexto proveniente de la obra de Aquileo J. Echeverría. En este poema se relata la discusión entre Ña Chepa y Ñor José María por el precio de una carga de leña. El campesino se enfada con la mujer porque, encima de que no quería pagarle el precio que él consideraba justo, debía acomodarle la leña en la casa de ella.
Se observa en Mercando carne a una mujer, doña Matilde, y a un carnicero, don Isidro, que se encuentran en el establecimiento de este último discutiendo sobre los precios y la calidad de la carne que le ha vendido y le piensa vender a la señora el carnicero. Lo que sorprenderá al lector no es el hecho de que la situación que se muestra en el cuento de Obando es casi idéntica a la de la conchería de Echeverría, sino más bien que la carne que don Isidro comercia y doña Matilde consume parece ser de humano; las descripciones de la carne (los cuerpos, el vientre y tórax del cuerpo del “machito”, las falanges con uñas, el cuerpo anciano que le prepara al final don Isidro a la mujer).
La relación intertextual de ambos textos no solo se da por las situaciones relatadas, de marcados estereotipos de la vida cotidiana y, si se quiere, rural, campesina, del pueblo costarricense, que se presenta en ambos (el de Aquileo y el de Alexánder Obando); tal vez la reelaboración y reescritura que logra Obando es el hecho de que don Isidro, a pesar de que cumple los deseos – o parece querer hacerlo al principio – de doña Matilde con respecto al cuerpo que quiere comprarle, con todas las aclaraciones excesivas y necedades que ella le pide (quitarle la cabeza, despellejar el cuerpo, quitarle los dedos y uñas), al final se venga de ella y decide cambiarle el cuerpo por el de un anciano.
En el cuento, además, se agrega la figura de un ayudante del carnicero – Tomasillo – quien ve el razonamiento del carnicero para no darle la carne del cuerpo joven a la compradora, sino que saca del congelador una de anciano; don Isidro le dice a su aprendiz: “… Le acabo de vender a la vieja de doña Matilde una carne que la roca no se merece… La vieja esta quiere calidad, pues le damos viejo a la vieja…” (Obando, 2012, p. 153). Aquí se da la ruptura con el intertexto, porque mientras que Ñor José María se harta de la mujer y se deja decir que no vuelve a tratar con viejas, porque él se considera honrado y le parece excesivo lo que le propone la mujer, sucede lo contrario con don Isidro, quien se muestra como honrado, y doña Matilde en repetidas ocasiones le recuerda los inconvenientes sobre la carne que le ha comprado, este carnicero aprovecha que la mujer se va para cambiarle la carne que le ofrece por una más vieja que está más dura que su abuela.

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