Opinión

¿Buscando la luz o la oscuridad?

Atravesamos un proceso latinoamericano que en nuestro país tiene sus antecedentes en los proyectos de ajuste estructural (1985, 1989, 1995) y en la lucha del combo del ICE (2000),

Atravesamos un proceso latinoamericano que en nuestro país tiene sus antecedentes en los proyectos de ajuste estructural (1985, 1989, 1995) y en la lucha del combo del ICE (2000), y que remató en la legalidad con la aprobación en el 2007 del TLC. Un proceso de desmantelamiento del Estado.

Aquí se está jugando el futuro de la institucionalidad pública del país; se está jugando la educación, la salud, el agua, la electricidad, la vivienda, la alimentación, entre muchos derechos más. Y en este juego pierden los que han venido perdiendo desde hace décadas y ganan los de siempre. ¿Y los que están en medio? Seguramente se irán de picada con sus escritorios y libros.

Hay momentos donde se puede dar el gusto de no hacer las cosas por librar una batalla de egos, porque “no me da la gana” o por puro capricho. Pero también hay momentos donde hay que mandar esas “razones” al traste, tomar partido, ser lo suficientemente responsable para no dejarse ganar por el egoísmo y hacer el trabajo al que se está obligado.

La coyuntura que atraviesa el país es uno de esos momentos. Aquí hay que dejar de lado el egoísmo de hacer equipo con los que me caen bien, con los que siempre me dan la razón.

Tampoco hay que ser ilusos. Aquí no se trata de hacernos todos y todas uno solo; se trata de mínimo ser responsables desde nuestra trinchera. Se entiende el hacerse de la vista gorda cuando hay razones de hecho y sé que no salen afectados ni mi familia ni yo (al menos directamente); también cuando hay poco acceso a la información y realmente se ignora cuál es el problema del plan fiscal y sus dimensiones. Pero, cuando se está en un entorno donde se están dibujando con detalles el problema que se enfrenta e inclusive yo mismo me doy cuenta de que están en amenaza mis derechos y la calidad de otros y otras familiares, ya eso ni siquiera se puede llamar egoísmo, ni capricho; es algo que se acerca más a un suicidio.

Estamos refiriéndonos a una gran parte del sector universitario que se ha hecho de la vista gorda de este proceso: cientos de profesores y profesoras, de doctores y doctoras, de funcionarios y funcionarias, de estudiantes, a un grupo de nihilistas para el que todo “es relativo”, a los y las que comprenden lo que pasa pero desde un escritorio, a los y las que, sabiendo lo que se está jugando, han marchado maquinalmente a sus labores burocráticas, cumpliendo fielmente una rutina que en medio de esta discusión los hace ver como si estuvieran programados robóticamente, como insanos.

Esto nos obliga entonces a preguntarnos; ¿de quién estamos hablando cuando decimos la “Universidad”? ¿Quién es La Universidad? Nos obliga también a desaromatizar el lucem aspicio y a saber que esa Universidad que vela por una sociedad justa y libre, por la equidad, no solo tiene enemigos fuera, sino que hay unos que se ubican en sus estructuras más profundas; y que no solo busca la luz, también busca la oscuridad, o, cuando menos, prefiere refugiarse en las penumbras.

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