Opinión

El auto como derecho humano

Sin duda, los medios de transporte son necesarios, lo han sido siempre. El problema es cuáles son esos medios y por qué.

Sin duda, los medios de transporte son necesarios, lo han sido siempre. El problema es cuáles son esos medios y por qué. Ubicados aquí, en Costa Rica, dentro del medio de transporte más utilizado está el automóvil, sí señores, el automóvil para una persona, excepcionalmente para cinco tripulantes. No es el colectivo, el autobús ni siquiera el hermoso y práctico ferrocarril, porcentualmente hablando año a año trepa el consumo de los automóviles, naturalmente que para fines individuales, tal vez familiares, pero familias las hay donde hay tres automóviles y tres miembros, por ejemplo.

Una vez escuché la defensa del uso de automóvil particular: ¡es un derecho humano! Semejante idea la dijo, obviamente, un prestigioso costarricense lleno de ufanía, los demás oyeron, en lo que sensorialmente se entiende por oír. Tal vez gustos son gustos.

Yo soy más sencillo. No necesito un automóvil para ser amado. Tal amor no me interesa. No necesito cargar gasolina (unos 45 mil colones a la semana), pagar marchamos y tragarme las inexplicaciones de los permanentes baches en carretera, de la oscilación de marchamos y eso que ya parece sensato y rutinario para muchos cada día: sacar el coche y atascarse 45 minutos de ida y 75 minutos de regreso. Creo que es cuestión de genética: tengo un hígado cobarde, un corazón veleidoso y práctico y muy poca afinidad para la rutina y la aceptación de la tortura, sea propia o ajena o propiciada por otros.

Creo que es más barato hacer planteamientos para tener tranvías en toda la capital y en provincias. Puede haber autobuses y carros particulares si lo desean; pero el servicio continuo de tranvías sería más práctico y barato. No creo en los funiculares. Las probabilidades de “extraños” choques y “caídas libres” no solo me pasma, las asocio tanto al funicular que las imagino ser la esencia irrefutable de tal servicio.

Otro rollo es si eso de tener auto es un negocio. Negocio para los vendedores de los aparatos, para los licitadores de arreglos de carreteras, para las agencias aseguradoras, para los despachadores de gasolina, para los mecánicos, para la obtención estatal de impuestos. Yo soy más sencillo: no contamino, no pago nada de lo que otros pagan, no me quieren por interés, no me quedo atascado en ninguna parte, no se burlan de mí tanto como quisieran y hago ejercicio y si voy en un autobús saludo a quien me encuentre, y eso es bonito. Tribilín se transforma cuando toma el volante. Yo tal vez me quede dormido en el autobús o lea un libro, escriba o me toque encontrarme con una buena persona que quiera hablarme.

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