Opinión

Aumento de controles y disminución de lo ético

La ciudadanía universitaria no es la suma de individuos, sino un individuo compuesto cuya identidad se forjó y se forja en la interacción...

La ciudadanía universitaria no es la suma de individuos, sino un individuo compuesto cuya identidad se forjó y se forja en la interacción, en la mezcla de intereses e idiosincrasias, y no hay vida universitaria sin la apelación a esta ciudadanía. Esta representación es ineludible porque es ética, económica, cultural e institucional.

Esta ciudadanía ha ido cambiando ya sea porque acompaña los cambios que se han ido produciendo en el país y en el mundo, o porque fomenta esos cambios y produce novedades. Muchas de estas novedades han sido reconocidas en la nueva convención colectiva a pesar del artículo regresivo (y tal vez inconstitucional) de la anualidad única para todos los trabajadores de la institución.

La Universidad no es solamente una institución educativa de nivel superior. Está incrustada en un proyecto de país y su organización y objetivos la convierten en un momento estratégico de la inversión pública nacional. En otros momentos de nuestra historia, la justicia social era educación primaria y salud para todos. Hoy no hay justicia social sin producción y distribución nacional del conocimiento, y. si habrá progreso, este primero deberá ser progreso moral antes que económico o tecnológico.

Pero después de una sorpresiva conferencia de prensa donde se ha ventilado una inflación de casos de hostigamiento sexual en la Universidad, más un caso que está en manos del OIJ y que suponemos muy grave, algo ha estallado. No se trata solamente de un montón de casos de hostigamiento sexual en una sede de la Universidad. El asunto es, seguramente, multidimensional y policausal. Pero una de sus dimensiones insoslayables es la ética. El profundo disturbio ético que se vive en nuestra universidad.

Muchos creen que lo ético, la reflexión ética o las doctrinas éticas son un asunto que se elabora y discute en la Escuela de Filosofía. La ética como un subtema de una “disciplina” llamada filosofía. Esto no es incorrecto, pero es incompleto. Lo ético debería ser una dimensión transversal que recorriera todos los saberes que transitan en la Universidad, pero no lo es.

Varias facultades (Derecho, Ingeniería) han delegado la formación ética de sus estudiantes en los respectivos colegios profesionales, que no son entidades formativas y que confunden lo ético con el código de buen comportamiento profesional. En otras facultades (Economía) se “habla” de ética en algunos cursos como si “hablar” fuese sinónimo de “reflexionar” o “aprender”. En el área de salud se ha convertido en un calvario hacer alguna modificación en los planes de estudio: Microbiología eliminó el curso de ética con aval de la Vicerrectoría de Docencia; Nutrición no tiene el curso; Medicina solo permitió el curso de ética si el creditaje era cero (así como lo digo: ¡el curso de ética en la Escuela de Medicina tiene cero créditos!) y en Odontología el curso de ética se imparte en una aula sin pizarra ni condiciones mínimas para ejercer una docencia que no es disciplinaria sino reflexiva. Esto sucede a vista y paciencia de la Vicerrectoría de Docencia que está de acuerdo con estas prácticas, pero hace como que no sabe, no quiere o no puede.

Esta ausencia de aprendizaje y reflexión ética en la Universidad es reemplazada por controles obsesivos y excesivos como está ocurriendo con las políticas de investigación; con la asignación de presupuesto para las unidades académicas por parte de OPLAU o con las complicaciones administrativas para cambiar planes de estudio.

Lo digo de otro modo: en muchas instancias de la Universidad se cree que aumentando los controles burocráticos para todo nos inmunizamos de la inmoralidad. Pero es al revés. Estamos asfixiados por los controles y los requisitos administrativos, y, al mismo tiempo, nos enteramos a través de una conferencia de prensa que hay un profundo descalabro moral en la Universidad. Aunque no lo parezca, una cosa se alimenta de la otra; mientras los controles se vuelven más robustos, lo ético queda desnutrido.

Porque la ausencia de reflexión ética nos confunde. No se sabe que una sospecha es menos que un procesamiento y este es menos que una condena. No solo se trata de un principio jurídico, sino del estatuto ético de nuestros juicios morales y que no estamos discutiendo en la Universidad porque para ello se necesita un curso específico, intra y transdisciplinario en todos los planes de estudio de todas las carreras.

En síntesis (y parafraseando): los controles burocráticos que nos sobran son la formación ética que nos falta.

Cuando somos reducidos a bases de datos; cuando la excelencia no pasa de la planilla de Excel; cuando la investigación solo persigue metas cuantificables y sus estandarizaciones están copiadas de universidades angloparlantes, y cuando nos llenamos de normativas, resoluciones y circulares, y debilitamos la formación ética, entonces somos castrados en la fábrica mundial de identificaciones que pomposamente llamamos “internacionalización”, en la cual han desaparecido, misteriosamente, las necesidades nacionales.

El ojo empresarial en la Universidad asume posiciones ahistóricas. No necesita de la historia para pensar porque no necesita ciudadanos sino tipos de mérito y, en el límite, le pasa lo que dice Shakespeare en Hamlet: “Un discurso perverso se queda dormido en un oído tonto”. 

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