Opinión

Arrogancia ingenua

La arrogancia siempre es ingenua dijo, en una entrevista, Chomsky, y suele llevar a la humanidad a fracasos espantosos.

La arrogancia siempre es ingenua dijo, en una entrevista, Chomsky, y suele llevar a la humanidad a fracasos espantosos. A mí me produjo escalofríos ver a las y los votantes de Restauración Nacional tan orgullosos. Había una gran ingenuidad en su arrogancia, algo verdaderamente patético en su “Dios está conmigo”. Pero, si el ascenso evangélico en la historia electoral costarricense es una novedad, no lo fue el Tribunal Supremo de Elecciones  cuando  repitió aquello de que Costa Rica es privilegiada porque aquí se puede votar, sugiriendo que la democracia costarricense es excepcional, única, no hay otra igual  en el mundo entero. No hay que extrañarse, entonces, que la sensación de pueblo singular, reforzada constantemente por la clase política, conduzca a la muy peligrosa  soberbia de  pueblo elegido.

En esto no hay nada espontáneo ni casual, es parte de una estrategia perversa. La cultura costarricense ha sido maliciosamente orientada a la fe, y aquí el análisis y el debate  quedan fuera. La autoridad es dogma, no se discute, la controversia es herejía. Así, en el absolutismo de la fe la masa acrítica encuentra en las soluciones mágicas un atenuante para sus angustias económicas y sociales porque le ahorra el sufrimiento de la lucha. La soledad que acarrean la sumisión y la insolidaridad resultantes encuentra un lenitivo en la  glosolalia de Moscoa  (como antes el latín en los ritos católicos), que por incomprensible tiene una función opiácea, ya que cada quien puede interpretarla como más le convenga.   Y para quienes tienen el poder político real, incapaces de resolver problemas urgentes  como el desempleo y la violencia, los cultos religiosos constituyen la fórmula ideal para anestesiar la protesta social. Además, la religión sirve de dique a las libertades individuales y  los derechos humanos. Así, la familia, piedra angular del sistema, queda, hipócritamente por cierto, intacta.

No es casual que Álvarez Desanti felicitara de manera tan cálida y afectuosa al ultraconservador Fabricio Alvarado, el candidato que ofreció abundante consuelo religioso  en sustitución de un programa de Gobierno.  Dad al César lo que es de Dios y la arrogancia ingenua del pueblo permitirá que las privatizaciones sigan su curso sin marchas ni pancartas en la calle. Y es aquí, cuando la arrogancia se transforma en derrota, que se acaba también la ingenuidad.

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