Opinión

Arias en-cadenado

En cadena de televisión del anterior martes 7 de marzo, Óscar Arias “sorpresivamente” aparece apoyando la candidatura de Álvarez Desanti.

En cadena de televisión del anterior martes 7 de marzo, Óscar Arias “sorpresivamente” aparece apoyando la candidatura de Álvarez Desanti.
Como caballo de Troya, la candidatura de Álvarez traería lo que Rodrigo no pudo ni soñar: las reformas necesarias (según Arias) que llevarían a una Costa Rica moderna y competitiva. O sea, la candidatura de Álvarez no sería más que el instrumento megalomaniaco que permitiría al arismo cumplir su sueño de borrar todo vestigio del figuerismo tradicional (el de don Pepe) y cuyo fin último es neoliberalizar totalmente el Estado costarricense, dentro de un aire plutocrático y altamente excluyente de grandes sectores de la población, plagado de una corrupción empresarial al estilo de Emilio, en el ámbito de la salud. Así, el discursito ariasiano se oculta cobardemente entre eufemismos, que niegan su propio principio (expresado en esta misma cadena televisiva) que reza que “al pueblo hay que decirle lo que debe saber y no lo que quiere oír”.
Sin embargo, los que sí recordamos las anteriores presentaciones circenses del arismo, sabemos que el Cafta fue obra de la más negra y sórdida instrumentalización de lo que Arias llamó este martes “escoger” y que no es más que dividir, dividir la pobreza entre las grandes mayorías y la riqueza entre los muy pocos lacayos del dictador que no sale del armario de la supuesta democracia que tanto cacarea. También recordamos que la segunda administración de Arias no fue democrática (como le señaló Luis Alberto Monge en su momento), sino producto de un golpe institucional de Estado orquestado desde la Sala IV.
La megalomanía está enraizada en la analidad, en el deseo de control dentro de una personalidad carente de valor propio y de autoestima. La megalomanía nos enseña la historia, no es nunca una buena señal política, porque siempre es autoritaria, dictatorial narcisista, egoísta y, por el daño psicológico que acarrea, incapaz. Asimismo, la tendencia de Álvarez muestra una violación flagrante del principio que Arias señalaba, al ofrecer en una grupo de cortes publicitarios una serie de discursitos populistas que se lanzan a engañar al público (a la masa pobre e inculta) haciéndole creer que solucionando sus citas en la Caja todo irá mejor, cuando lo importante hoy no es producir más riqueza sino repartirla adecuadamente entre todos los miembros de la sociedad. Arias criticó los populismos, pero el alvarezismo y el arismo son populismos de derecha, pura megalomanía plutocrática promoviendo una escatología neoliberal donde, ingenuamente, creen que el capital crea valor y que San Smith derramará el bienestar sobre todos, cuando en realidad el capitalismo está agonizando irremediablemente desde los 1970.
El arismo y el alvarezismo solo quieren una cosa: poder. La burguesía heredó malsanamente el deseo de inmortalidad de la clase alta feudal que la precedió, pero ahora ya no es un dios quien se las da sino el dinero y el poder que deriva de ello (con todo y un premio Nobel regalado, si es posible). El capital aliena a la burguesía y la única cura es la eliminación de la burguesía misma.
En el juego político, querido lector, desearía que me ayude a entender una cosa. El arismo siempre ha sido anti-arayista (de ahí lo que le hicieron hace años a Rolando Araya). Luego, Álvarez Desanti estuvo liderando la campaña de Johnny Araya y, por arte de magia, una campaña ganada y bien financiada se pierde y queda en quiebra. Después, Álvarez Desanti se convierte en el consentido del arismo que, como dijimos, odia a muerte al arayismo. ¿Son ideas mías o hay algo turbio detrás de esto? ¿Hubo en el movimiento de Johnny Araya un caballo de Troya (lo cual ya sería un complejo, por repetitivo)?
El arismo parece que miente, lo cual es de igual modo ya una costumbre. El encadenarse al poder termina por hacerlo a uno esclavo.
Don Óscar, dé realmente espacio político a otros. Lo mismo y lo mismo siempre termina cansando. ¡Desencadénese!

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