Opinión

Aquello que llaman libertad

¿Qué es libertad? Esta palabra engloba tantos discursos que parece mentira que todos quepan en ocho letras.

¿Qué es libertad? Esta palabra engloba tantos discursos que parece mentira que todos quepan en ocho letras. A su vez genera tantas pasiones, sentimientos y añoranzas como muy pocas otras palabras en todos sus idiomas y dialectos. Su versatilidad evoca a los derechos y a la justicia, pero también históricamente ha conducido a la represión y la tortura. ¿Entonces, qué es verdaderamente la libertad?
¿Esta versatilidad que le permitió a George Bush y Augusto Pinochet enarbolar la consigna de la libertad con intereses claramente establecidos, la convierte en una palabra ambigua? ¿O es acaso víctima de su propia esencia y las pasiones que despierta en variedad de humanos que responden a intereses tan distintos?
“Yo nací y moriré libre”, quizá podríamos pensar, pero necesitamos de un permiso para transitar por nuestro planeta y dinero para vivir, incluso para morir. Somos presos de nuestros trabajos, de nuestras propias limitaciones, somos presos de la deuda externa que pesa sobre nosotros al momento de nacer. Nuestra libertad está condicionada, por una yunta que nos designa qué vestir, qué comer, en qué dios creer, y qué sentir. Y si deseamos vivir más allá de dichos condicionantes, el sistema tiene sus mecanismos para eliminarnos o neutralizarnos, y el más salvaje y brutal por sus formas tan solapadas, es la alienación del ser. De ahí pocos logran ver la luz.
Para pesar de La Libertad, quien debe andar por caminos sinuosos, con la vista baja, pateando las piedras, el neoliberalismo se ha apropiado de su nombre, al igual que lo ha hecho con Los Derechos Humanos, esa cosa de ricos que a los pobres no se les da muy bien.
Es con el fin de satisfacer dichos fines políticos, que se han dado macabros experimentos socioeconómicos, llevados a cabo en primera instancia en la periferia como una búsqueda de la fórmula salvadora del capitalismo, a suerte de los países del Tercer Mundo, algo similar a lo que han hecho las grandes farmacéuticas.
En este sentido, resulta particularmente claro que los países con economías más débiles se han visto inmersos en una lógica de mercado global mediante la implementación de los ajustes estructurales.
Lastimosamente, se ha naturalizado que quien defienda sus derechos es porque puede pagar su representación en un litigio, que “el pobre es pobre porque quiere” y que no hay otra posible lógica política-económica del devenir de las cosas, naturalizando así también la individualización de la sociedad, mediante la era del ajuste estructural. Pero todo estuvo siempre justificado, y es en esta justificación de contradicciones y ambigüedades, donde entran nuevamente a escena La Libertad y Los Derechos Humanos, ya que el neoliberalismo para ser vendido tenía que ser seductor.
El neoliberalismo se encargó de ponerse la consigna del bienestar hacia todo ser humano, mediante la no restricción del desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio. Esa idea la compramos, y la comimos con el pinto de cada día, porque verdaderamente aparentaba ser seductora.
A final de cuentas, no me es posible responder qué es libertad, pero sí sé qué significado me gustaría darle; y es uno donde aquello que llaman libertad aplique no solo para unos cuantos, al igual que aquel cuento de los derechos humanos, donde ya no eran solo una cosa para ricos.

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