Opinión

Anomia y movimientos de presión

El fenómeno de anomia social constituye, coyunturalmente, escenarios de comportamientos pre insurreccionales.

El fenómeno de anomia social constituye, coyunturalmente, escenarios de comportamientos pre insurreccionales. Las  distorsiones, conductuales y valorativas, en el comportamiento ciudadano debilitan la legitimidad gubernamental y su capacidad de ejercicio directivo sobre la población, pues  esa dislocación en la actitud cívica desemboca en un entrabamiento de la funcionalidad integral del escenario de poder vigente sobre nuestra sociedad.

Esa anomia es efecto mediato de la  inhabilitación del ethos cívico  costarricense,  y precipita la irrupción de un ciudadano descentrado; es decir, aquel que no responde a la convocatoria de la norma, sino que la percibe con desprecio. Por ello los escenarios de anomia  pueden potenciar la tensión social hasta el nivel de crisis de la hegemonía, ya que constituyen separaciones específicas en el orden superestructural vigente.

Toda sociedad nacional es una centralización política de comunidades humanas. Esto exige que, bajo el peso de una normatividad común, se regule la conducta de todo ser humano contenido dentro de fronteras del Estado Nacional de un modo tal que se le delimite como un sujeto cívico funcional o ciudadano específico.

Todo sujeto humano es una articulación particular de significados sociales que lo determinan como realidad significativa. Cuando se presenta una  disociación en esos  significados, como la que refleja en situaciones de anomia, se debe a cambios en las condiciones materiales de vida que precipitan la aparición de nuevas formas de representación del modo de ser en la mentalidad humana. Eso conlleva a un cambio en la mentalidad ciudadana, pues el ethos que regula la percepción y conducta ciudadana no actúa, por efecto de esa modificación, como criterio reconocimiento de la realidad.

Lo anterior se expresa en la aparición de conductas disfuncionales o inesperadas culturalmente. El ciudadano respetuoso del orden hegemónico se desdobla en un ciudadano insubordinado, que rompe con el ordenamiento gubernamental y jurídico; pero no así con su identidad nacional. Se presenta entonces una ambigüedad, hay un malestar hacia el rumbo del presente, el cual desprecia, y la exigencia de estabilidad de ese presente que aún aprecia.

La vivencia de la anomia en la condición de incertidumbre social  precipita la percepción del caos y exige su ordenamiento. Constituye por ello conductas antitéticas o contradictorias, pero no excluyentes, cambiar el  mundo y a la vez conservarlo.

Con ello la anomia puede desembocar, según se constituyan  criterios conductuales y emocionales situacionales, en un conservadurismo radicalizado, o en una  desobediencia civil inmediata. Ambas, en todo caso, son conductas disfuncionales pues aumentan la  conflictividad estructural actual.

La actual respuesta gubernamental, represiva y descalificativa, produce en tal escenario un contra efecto a lo que es claramente la intención de su forma de proceder  El desprecio ciudadano se dirige hacia lo que percibe que es una única causa: el gobierno mismo. No  existe en este momento una alternativa encausante del malestar social en otra dirección. Esta falta de proyección ciudadana es efecto directo de la reducción de su participación cívica al plano electoral simple.

El malestar que materializa la anomia e inhibe el ethos, solo puede provocar, en esas condiciones, un mayor apasionamiento; el  que, bajo la sensación de acorralamiento por incertidumbre, puede dar lugar a  la irrupción de dos formas de violencia: la callejera espontánea y la censura.

Por efecto de ese acorralamiento los movimientos de presión ofrecerían al ciudadano agobiado situaciones de desahogo distensional, tanto hacia la causa que percibe los provoca, el gobierno en su conjunto, como contra los mismos movimientos de presión.

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