Opinión

América merece algo mejor

Costa Rica jugaba un rol geopolítico avizor, y aun siendo un país minúsculo era referente para la comunidad internacional.

Costa Rica jugaba un rol geopolítico avizor, y aun siendo un país minúsculo era referente para la comunidad internacional. Tiempos idos. Se invertía en el servicio exterior, al grado de garantizarle a los diplomáticos de mayor nivel que nombraba cada Presidente, el garbo y las herramientas que les permitían redondear aquella  presencia digna, de la que tanto tributamos.

Hoy, la realidad es muy otra: una Cancillería seriamente desfinanciada y evidentemente desafinada deriva en un servicio exterior menesteroso e impreparado; unos cancilleres improvisados -como René Castro, Manuel González o Epsy Campbell, que ya a esta altura no merecen presentación-; y ni qué decir, unos embajadores -políticos o burocráticos-, que se para el sol a verlos. Esto último, con salvadísimas excepciones que no hacen sino confirmar la regla.

Que la Cancillería tica quede relegada consuetudinariamente al sótano de los presupuestos públicos, no se condice con la dependencia que, de su diplomacia, guarda cualquier país sin ejército.

Tanto la integridad territorial como la soberanía política -que hemos dado en llamar “Sistema Republicano”- penden de una diplomacia cada vez más falta de reflejos y progresivamente irrelevante para los demás países. Imagen martillada a punta de pifias y desnivel -por años ya-, de una cancillería remolona y escasa; y una falta de exigencia ciudadana que abreva, al menos en parte, del pobre ejercicio periodístico criollo, que de política exterior entiende poco o nada.

Desde luego, este debilitamiento progresivo va de la mano de presidentes como aquel (Solís) al que se le ocurrió, en setiembre de 2016, montarle aquella escenita en la ONU, nada menos que al Jefe de Estado brasileño (Temer). Patrón repetido por este otro “presi” (Alvarado), que cortado con la misma horma de aquel, su maestro, se atrevió a soltarle la mano, no a Bolsonaro, sino a Itamaraty, quemando imprudentemente, apenas días antes de la votación en Ginebra (ONU), la única posibilidad real de competirle, tan a destiempo, ni siquiera a Venezuela, a Cuba.

Así que Carlos Alvarado, y habremos de presumir que también su desventurado canciller, no solo se embarcaron -léase: embarcaron al país- en una candidatura que, más que tardía, fue impulsiva, reactiva y ya no solo improvisada, sino que ya teniéndola bien difícil contra dos cancillerías guerrilleras como las de La Habana y Caracas que, acostumbradas a operar en función de resultados y contra toda la ralea de intereses que impera en la diplomacia, saben ganar. Mientras que aquí pareciera que la diplomacia tica lo que realmente ha aprendido -y quizás hasta le empiezan a tomar el “gustico”- es a disimular, pifiar, payasear. En síntesis: a improvisar para perder.

Sería interesante enlistar todas las candidaturas que se han dedicado a perder en la ONU, los protagonistas de esta larga noche de disfraces, ya en su sexto año. La última de ellas, cortesía de Alvarado y Ventura, sin duda la más sonora desde el fracasado intento de Solís y González -también sin recursos ni posibilidades reales de triunfo-, de llevar a una Figueres a la Secretaría General de la ONU. A quien, curiosamente, hoy vemos cada vez más cerca de Carlos Alvarado. ¿Será acaso que…? ¿Estarán planeando…? ¿Será posible…?

El caso es que, pese a los contorsionismos de Carlos Alvarado, quien pretende le pasemos por victorias sus sonoras derrotas, avergüenza aún más un presidente que desconoce lo más básico de las relaciones internacionales: allí imperan los intereses, no los principios. Nos guste o no. Suene feo o no. Es así.

Esa lección de realismo político le está urgiendo al exroquero, exasesor legislativo de prensa, exjerarca fugaz del IMAS y Trabajo, quien parece no percatarse de ciertas contradicciones que desbordan el desierto que, a nivel de candidaturas internacionales, ha venido extendiendo el PAC, a punta de aridez prospectiva y candidez política. En síntesis: de ignorancia e incapacidad pura.

Contradicciones que solo dejo mencionadas, socráticamente: ¿En este país tan “feliz”, a nadie le produce urticaria el “cantinflerismo” que supone un gobierno que internacionalmente hace pandilla con lo más ultraconservador de América (cuéntese: Trump, Bolsonaro, Piñera, Macri, Duque, Moreno, Abdo, y si alguien quiere más: Guaidó), al tiempo que a lo interno se jura progresista?

Vamos a ver: ¿A nadie le preocupa que Costa Rica este apoyando la reelección del Secretario General más divisivo e ineficaz, más contradictorio y posador, más charlatán y faltón, que haya tenido la OEA en su larga historia -que ya es mucho decir?

¿No será que así como el mundo merecía algo mejor que Venezuela para el Consejo de Derechos Humanos, e incluso que esta improvisadora Costa Rica que insiste el oficialismo en retratar tan penosamente frente al mundo, América también merece mejores tiempos, y para eso no solo han de venir mejores presidentes, cancilleres y embajadores, sino también Secretarios Generales que no conviertan las instituciones en campos de refugiados para políticos defenestrados en sus países, ni se pongan de alfombra a lo que dicte el Departamento de Estado; pero sobre todo, que cumpla su palabra cuando prometió, al elegirse, que jamás se reelegiría? ¡Exacto; igual que Evo!

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