Opinión

¿Ahora qué sigue?

En los tiempos del TLC (2003-2007), el único medio escrito de proyección nacional que se atrevió a cuestionar las “bondades” del tratado fue el Semanario_UNIVERSIDAD

En los tiempos del TLC (2003-2007), el único medio escrito de proyección nacional que se atrevió a cuestionar las “bondades” del tratado fue el Semanario UNIVERSIDAD. Por ello, resultó ser el malo de la película en la trama neoliberal, pues se animó, incluso, a filtrar la patraña del “memorando del miedo”; tanto, que hasta el “impoluto” TSE se vio compelido a llamar la atención al rebelde rotativo. Cuando eso, voces calificadas de la “democracia centenaria”, fundada por los ideólogos del PLUSC (Partido Liberación Unidad Social Cristiana), se dejaron decir que el Semanario era un “hijo de la universidad”, que en tal momento político la sapiencia era mal consejera y que había que acallarlo. ¡No pudieron!

Hoy, a tres semanas de la segunda ronda electoral, el “Semanario” publica un nuevo estudio de opinión político electoral de la serie sistemática que, con rigor científico, el Centro de investigación y estudios políticos (CIEP) de la UCR ha venido elaborando. La reacción de algunos dueños de la “verdad fundamental y absoluta” no se ha hecho esperar, pues escuché decir al Director del CIEP (“Desayunos de Radio Universidad” del 7-3-18) que su equipo de investigación ha sido objeto de ataques personales por parte de gente que no digiere los resultados de la última encuesta (5-3-18), en la que los Alvarado empatan pero quien lidera es Carlos. “–Los perros ladran, señor–”, diría Sancho a don Quijote una mañana mientras se acercaban a un pueblo manchego.

Hace 13 años Costa Rica vivía momentos de suma efervescencia política, en las calles la polarización enfrentaba a los del no contra los del sí al TLC. Quienes nos oponíamos al leonino tratado defendíamos la producción nacional –tanto agrícola como industrial –; abogábamos por un Estado solidario, es decir, porque la educación, la salud y los servicios vitales fueran de carácter público, por una economía autosuficiente capaz de garantizar trabajo digno para todos, que no dependiera tanto de los vaivenes del mercado global. Los que apoyaban el TLC eran los capitalistas criollos, las empresas transnacionales ansiosas por hacerse de la economía nacional, los empleados condicionados por el capital, un sector religioso evangélico cuyos intereses expansionistas de su fe se identifican con los del poder económico y la alta jerarquía católica acompañada de alguna feligresía (un nutrido grupo de sacerdotes se salió del canasto y fue objeto de reprimenda por parte de sus superiores).

Casi una década de TLC parece haber dado la razón a los que dijimos NO. Hoy el país continúa polarizado por las mismas razones que ayer, solo que las élites del capital encontraron un nuevo ingrediente capaz de ocultar la verdadera realidad socioeconómica. Como pocos les creen las bondades de la democracia neoliberal, ahora filtraron el tema de la moral, visto desde un enfoque fundamentalista religioso, como si la crisis de principios y valores no fuese harina de su propio costal, ni producto de su egoísmo rapaz, mismo que destruye tanto la armonía en el tejido social (familia, comunidad) como su sustento material –la naturaleza que se nos va–.

Hoy vuelven a amenazar con la vaina vacía y hacen circular anónimos, asustando al incauto con la resurrección del fantasma del comunismo. Hasta han osado meter en el saco fantasmal al PAC en alianza con el Frente Amplio; algunos abogan por llevar a su Dios al poder político, lo cual confunde a quienes creíamos que el Supremo reinaba en todas partes.

El caos económico, social (moral, educativo) y político que actualmente vive Costa Rica apunta a la necesidad de replantear el contrato social, que hace aguas. Sobre el particular, fundados en el clamor de la base del pueblo que batallaba contra el TLC, en 2004 redactamos una propuesta (ver “extracto de una propuesta”, Semanario No.1611, marzo de 2005), que en el fondo parece no haber perdido vigencia. Ojalá no sea demasiado tarde.

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