Óscar Aguilar Bulgarelli, en Costa Rica: ¿dictadura mediática o tiranía en democracia?, muestra un panorama bastante sombrío para la cacareada y “centenaria” democracia costarricense. El texto presenta algunos problemas de forma, pero el contenido es tenaz, valiente, sin tapujos (y solo un tonto creería que la forma es el contenido).
Aguilar despedaza la poca credibilidad de La Nación y Canal 7 (Telenoticias), señalando las muy cuestionables acciones de Armando González e Ignacio Santos, sin olvidar la de los dueños y accionistas de estos medios. Además, refiere él a figuras como la de Ángel Remigio González (mexicano dueño de Repretel) quien establece una política monopolizante de los medios de comunicación a lo largo de Latinoamérica, cuyos medios se dirigen a manipular claramente al televidente.
En este libro, hay temas de temas por comentar, pero me voy a centrar en uno que por su actualidad y, por ende, su importancia en el actual contexto electoral es ineludible: la candidatura de Antonio Álvarez Desanti y su relación con Óscar Arias.
Aguilar responde a una cuestión importante, o sea, el camino que lleva a Álvarez a ser candidato del Partido Liberación Nacional (PLN). Álvarez había abandonado el PLN en claro choque con los Arias, después de ser tratado como “caracol” (animal baboso y arrastrado), para luego convertirse en el consentido de Óscar Arias.
Álvarez era el encargado de campaña de Johnny Araya, quien es parte de un sector del PLN odiado por el arismo. Araya tenía todo el dinero para hacer campaña política, lo respaldaban las encuestas y termina sin tal dinero y perdiendo las elecciones en segunda ronda. Los Araya no se entroncan adecuadamente con los intereses de los ricos de este país (una corrupta y cobarde burguesía), por lo que era preciso evitar que llegaran al poder.
Así, Aguilar señala: “Don Antonio Álvarez Desanti, quien fuera su Jefe de Campaña y ya en ese momento estaba electo diputado por el PLN; un mes antes de aquella reunión (donde se obliga a Araya a renunciar), en la noche del día en que su candidato Johnny Araya había salido derrotado en la primera ronda, estaba en la casa de Óscar Arias Sánchez, el mismo que lo había tratado de ‘caracol’ y forzado a abandonar las filas del PLN, para celebrar libando con buenos vinos y finas viandas la derrota de Araya” (p. 770-771). ¿Increíble? No, el libro de Aguilar muestra cómo actúa la burguesía costarricense y esto no se aleja de su cobarde accionar.
Johnny Araya fue saboteado y traicionado desde el interior del mismo PLN, en una componenda que lo obliga a renunciar, no porque lo quisiera, sino que, en una reunión en casa de Álvarez Desanti (con presencia de Manuel Francisco Jiménez, Armando González y Carlos González Jiménez de La Nación, y René Picado e Ignacio Santos de Canal 7) se decide que Araya abandone su lucha electoral (p. 770).
El asunto es sórdido, pero no reducible a una cuestión moral. Lo que se mueve aquí son los hilos de una burguesía decadente (propia del periodo de crisis final del capitalismo y que se observa en todo el mundo capitalista: Trump, Rajoy, etc.) que se aferra al poder, mientras el capital global se contrae y contrae.
Hoy, claramente Álvarez representa los intereses de un pequeño, pero económicamente poderoso grupo que, depresivamente, es megalómano y tendiente al fascismo; de ahí su lema: “tiranía en democracia”. O sea, con ayuda del Poder Judicial, el TSE y el gobierno estadounidense, se finge que el pueblo tiene el poder, pero solo puede elegir lo que la cúpula burguesa quiera.
La tiranía en democracia es los medios de comunicación usados para defender y preservar los privilegios de unos cuantos ricos, manipulando a los pobres y generando más pobreza. No obstante, todo apunta a que pronto estaremos en la pura tiranía.
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