Opinión

Acercamiento Arias – Solís

¡De los pecados capitales del político, el mayor es su arrogancia y su enfermiza creencia en que las suyas son las mejores y únicas propuestas!

¡De los pecados capitales del político, el mayor es su arrogancia y su enfermiza creencia en que las suyas son las mejores y únicas propuestas!

En el año 1902 el gran Tolstoi le envió una emotiva carta al Zar Nicolás II en la que le expresaba los sentimientos del pueblo ruso por la opresión, el hambre y los privilegios de la realeza y del pestilente gobierno ruso. Nadie, desde el pueblo llano, se atrevía escribirle al Zar para aconsejarlo o censurarlo. Pero Tolstoi era un líder natural identificado con los pueblos y sintió esa obligación.

Allí predijo las desastrosas consecuencias sobre el imperio, el país y el sistema, si su política no era rectificada. El Zar no solo no rectificó, sino que endureció su sanguinario mandato con más guerras, cárcel, violencia y efectos terribles sobre los pueblos trabajadores.

La corte real en su arrogancia jamás se acercaba a escuchar lo que pensaban los pueblos de ella. Sus privilegios eran tales que vivían en una perenne payasa y borrachera de bacanales, perfumes e ilusión, mientras los pueblos se hacinaban y morían de hambre.

Las predicciones de Tolstoi se hicieron realidad después de su muerte en 1910. Los excesos de la corte contra la clase obrera les costaron el reinado y la muerte a Nicolás II y a toda su familia.

Nos preguntamos ahora, y a esto viene todo el cuento. ¿Cómo es posible que los gobernantes, sean presidentes, diputados, ministros, magistrados, jueces, directivos, jerarquías de burócratas… porque todos tienen la odiosa y deshonesta pero lucrativa “misión” de mandar y avasallar a los pueblos; mandatos que son a diario bombardeados  con misiles de críticas, sugerencias y predicciones en todos los medios y redes sociales, con el fin de que cambien, ¡por favor!, que depongan su arrogancia y privilegios, no tanto ya para complacer a los pueblos, sino para evitar el colapso del país que están destrozando, cierren ojos y oídos y sigan el jolgorio que empezaron hace más de medio siglo?

¡Están mal, se creen en otro barco! Es morboso, solamente la fiebre y la obsesión del poder puede explicar esa enfermedad. ¡Son raleas y castas en verdad muy especiales!

Ciertamente, el poder corrompe; sin embargo, el mismo Lord Acton concedía algo de inteligencia aún al más corrupto y depravado de los políticos; pero a los nuestros pareciera que esa fiebre de poder les evaporó la razón.

De un Parlamento repleto de nulidades y de connotados corruptos y engreídos que solo esperan dar el salto desde ese trampolín hacia más poder y opulencia, hemos visto que tan solo uno se levanta de la espesa nube de arrogancia que los envuelve para hacer algo por el país; buscar algún consenso; dejar partidarismos a un lado y tratar, humildemente, de integrar una solución que trascienda colores, personas, privilegios… en fin, buscar remediar la torta y sacar al país del desastre a que lo han llevado.

Salir del desastre a que todos ellos han llevado este país no puede ser jamás obra de un hombre, ni siquiera de un partido. Debe ser ideal y ruta de todo un pueblo con líderes naturales, no oportunistas rastreros probadamente inútiles que están en el Primer Poder de la República y en el Estado, tan solo por escalar posiciones de más mando y llenarse más los bolsillos.

Hace pocos días don Otón Solís se entrevistó con don Óscar Arias buscando ese apremiante consenso y unidad nacional. En medio de la incertidumbre de lo que se viene, nos parece un buen comienzo, una franca señal de personas que sienten vergüenza, que están comprendiendo la urgencia y tienen el poder suficiente para paliar la gravedad del enfermo.

Si todos hicieran lo mismo, y demostraran similares gestos de humildad y afán de ayuda mutua, quizá las cosas marcharían mejor y con suerte los pueblos comenzarían a “desaborrecerlos”.

El tablón legislativo

es el trampolín primero

que trepa tanto rastrero,

tan solo con la intención

de saciar su perversión

por más poder y dinero.

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