Opinión

“Abuelo, ¿dónde estabas cuando Hitler?”

Helmut, descendiente en Costa Rica de judíos alemanes, pudo conocer a su abuelo Jakob, ya anciano, y muerto en San José en el año 2010. Ahora, con 22 años lo recuerda con mucho cariño. Jakob había huido de la Alemania nazi a comienzos de 1939, después de vanos intentos buscando una visa ante los consulados de Francia, Gran Bretaña o los EE. UU. Solo la daban si se demostraba tener propiedades y cuentas bancarias. En 1935, con las leyes de Nuremberg, los judíos fueron privados de todos sus derechos, expulsados de sus trabajos, anulados sus matrimonios con arios, prohibido su ingreso en parques y lugares de diversión arios, etc.  En noviembre de 1938 ocurrió la “Noche de los Cristales Rotos”: en toda Alemania, las hordas nazis se lanzaron a las calles para destruir e incendiar todos los edificios ya señalados como de propiedad judía: casas, sinagogas, clubes, negocios, escuelas, etc.; hubo también judíos asesinados. Mi abuelo, entonces de 18 años, decidió que tenía que salir de su país, aunque sus padres le insistían en que tuviera paciencia, que todo se arreglaría, que ya las grandes potencias pondrían en su lugar a Hitler y que, además, ellos eran tan alemanes como los que se jactaban de ser arios, que en la admirada tierra de Kant, de Goethe, de Schiller, etc., todo pronto debía volver a su cauce normal. Resultado de tanta cháchara inútil: sus abuelos, sus padres, sus tíos y otros parientes que se negaban a emigrar acabarían durante la guerra en los hornos de Hitler. Y cómo el abuelo logró colarse en un barco español de carga que salía para Chile y terminar en Costa Rica como refugiado, ya eso es una historia que, por insólita, merece contarse por aparte.

Helmut quería mucho a su abuelo; eso sí, era muy curioso. Así que, un día, en contra de las recomendaciones de sus papás, porque el pasado para el abuelo había sido muy triste, Helmut se lanzó con aquella pregunta: “abuelo, ¿dónde estabas cuando Hitler?” Fue bastante traumático para el abuelo: el recuerdo de todo lo vivido en Alemania y el final trágico de los suyos…  Ese relato y la tristeza del abuelo quedaron muy grabados en la mente del niño y ahora, en setiembre del 2024, lo que ocurría en Palestina con el Gobierno israelí y su impune guerra asesina contra los palestinos, le parecía una repetición paradójica, absurda y cruel de todo lo que el abuelo le había contado.

Yo no quiero que, dentro de unos años, alguien me pregunte lo mismo: que dónde estaba yo cuando el primer ministro judío, Netanyahu, encerraba a los palestinos en sus guetos de Gaza, Cisjordania y Jerusalén este y trataba de hacerlos huir de su tierra o los exterminaba, no solo mediante las armas más modernas y mortíferas, sino privándolos de sus propiedades y de agua, alimentos y medicinas.  Y calificándolos de “terroristas” por su resistencia, como si estos no tuvieran toda la razón porque, en 1948, la ONU, sin consultar a los palestinos ni a los países árabes vecinos, había repartido la tierra histórica de Palestina entre árabes y judíos. Por cierto, los judíos habían sido expulsados de esas tierras por los romanos; y los árabes eran sus legítimos propietarios desde el siglo VII. Los judíos, que empezaron a llegar a Palestina a principios del siglo XX, bajo protección de la Gran Bretaña, eran europeos, extranjeros en esa tierra, que ni siquiera hablaban el hebreo, pero venían con dinero en abundancia y nuevas tecnologías fuera del alcance de los auténticos poseedores del país.

Protesto por las imágenes del pasado de aquellos judíos en los campos de concentración nazis entrando en las cámaras de gas, por lo que padecían. Y hoy protesto por las imágenes de los muertos en Palestina, las caras de los niños asesinados y la destrucción de ciudades, que son crímenes contra la humanidad: un genocidio contra un pueblo al que algunos israelíes quieren eliminar en esta solución final actualizada. El derecho internacional humanitario está amenazado y decenas de miles de civiles están siendo asesinados en Gaza y Cisjordania. Desde el 7 de octubre ya han perdido la vida en Gaza más de 41.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, y alrededor de 100.000 han resultado heridas; además, se calcula que otros 10.000 cuerpos siguen bajo toneladas de escombros, según el ministerio de Sanidad gazatí. Genocidio junto con robo de tierras, limpieza étnica, apartheid y anexión de gran parte de lo que queda de Palestina. ¿Cómo podemos seguir siendo país amigo de este Israel?

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