Opinión

A propósito de las “fake news” y la responsabilidad del Semanario Universidad: réplica a Iván Molina y David Díaz

En la sección de “Opinión” del Semanario Universidad para el día 13 de febrero de 2020, los historiadores Iván Molina y David Díaz analizaron nuestro artículo “1948: reformas, guerra y lucha social en Costa Rica” publicado para ese mismo medio.

En la sección de “Opinión” del Semanario Universidad para el día 13 de febrero de 2020, los historiadores Iván Molina y David Díaz analizaron nuestro artículo “1948: reformas, guerra y lucha social en Costa Rica” publicado para ese mismo medio. Al parecer, estos docentes manifiestan una inconformidad con lo planteado y señalan una serie de supuestas incongruencias que consideramos debatibles.

El establecer nuestro trabajo como “fake news” nos parece totalmente innecesario. Primero, dado que estos historiadores están incurriendo en una falacia ignoratio elenchi (conclusión irrelevante), al concluir que inducimos al lector a noticias falsas, pues, dicha acusación se sale de la controversia inicial que realmente nos compete, o sea, el desenlace del conflicto armado de 1948 y la lucha social que lo antecedió. Segundo, la presencia de errores y faltas en cualquier investigación no siempre se realiza de manera malintencionada o con el propósito de inducir al lector deliberadamente a crear una imagen distorsionada, para así: desinformar, como si lo hacen las “fake news”. En otras palabras, ellos han utilizado un argumento irrelevante para sostener un tema ajeno al discutido y concluir con una proposición diferente a la que se debería probar.

Por su lado, los cuestionamientos sobre el Partido Republicano Nacional y el Partido Republicano parecen estar dirigidos a que estos dos grupos políticos existieron en 1932. Sin embargo, después de ese año el Partido Republicano desapareció. Aparentemente, Molina y Díaz no vinculan dentro del texto cuando al mencionar que “…el Partido Republicano desde 1932 hasta 1948 fue una fuerza electoral de carácter indisputable”, nos referíamos, por lo tanto, al Partido Republicano Nacional. Lo señalado, únicamente, aparece un par de veces en un marco de obviedad.

Dicho sea de paso, David Díaz, en su libro “Reforma sin alianza…”, perteneciente a la Cátedra de Historia de las Instituciones de Costa Rica, en una nota al pie, comete el mismo error que nos señala, al declarar que “…Calderón Guardia habían acordado la alianza entre el Partido Republicano y el Partido Comunista”, confundiendo de igual forma “…el Partido Republicano con el Partido Republicano Nacional…”.

A su vez, la división del Partido Republicano Nacional no fue nuestro foco de estudio, en el tanto, la lucha social que sufría el país en aquellos años iba más allá de cualquier consenso acordado por las élites o la situación experimentada por los partidos políticos. Empero, sí se toman en cuentas las alianzas políticas y el contexto intencional en que se pudieran dar.

Nuestra perspectiva dista de otras, simplemente, porque proponemos una continuidad de la lucha social entre el contexto de los años veinte hasta los cuarenta del siglo XX. Por lo tanto, planteamos a la reforma social no como una política dirigida desde arriba (partidos políticos), sino, como una política que debió legislarse por la presión provocada por los de abajo.

Además, esta posición ha sido defendida por expertos en la materia como Francisco Rojas, quien busca ir más allá de las críticas hechas a este enfoque por Fabrice Lehoucq. De hecho, presentamos “…un balance de los posibles alcances empíricos de los hechos históricos…” y, no uno a propósito de “…los estudios académicos sobre el conflicto armado de 1948 y la reforma social que lo antecedió…”.

No queda claro en qué medida una mención equívoca hacia uno de los académicos citados puede llegar a obstruir la compresión de los aportes retomados. En caso de perjudicar, ¿no estarían incurriendo Molina y Díaz en el mismo el error? Puesto que citan uno de nuestros nombres de manera incorrecta al mencionarnos. Cabe resaltar, nuestro error fue confundir la profesión de Jorge Rovira Mas, debido que él es sociólogo y no economista como sugerimos en el texto.

Por otro lado, Rodrigo Facio fue secretario de una comisión especial escogido por la Junta Gobernadora y constituida el 25 de mayo de 1949, cuyo fin era redactar un proyecto de constitución para que sirviera de base en las discusiones de la Asamblea Nacional Constituyente. Por ende, nos resultó importante señalar el papel de este vocero. Al igual que Figueres, Facio lideró el nuevo programa político desde diferentes espacios, en este caso, como miembro y artífice del borrador para el proyecto de una nueva constitución.

Entonces, pudimos ver a través de esta réplica como Molina y Díaz cometieron errores muy similares a los nuestros, no obstante, no se les acusa de que su respuesta “contribuya a la diseminación de ““fake news” sobre el pasado”, mucho menos se le solicita al “…Semanario Universidad para que proceda de manera más responsable con los artículos de opinión…”. En fin, como lo diría tía Panchita: “y ya ves, señor rey, como al mejor mono se le cae el zapote”.

Finalmente, la historia como disciplina estudia y reconstruye el pasado de una sociedad desde diversas perspectivas. Así, el pasado y su interpretación están sujetos a una continua reconstrucción, no hay discursos acabados y/o absolutos. Aunque bien, existe una acumulación de saberes que se retroalimenta a partir de la discusión. Por consiguiente, agradecemos a los profesores Molina y Díaz por su lectura e intervención, además, defendemos su derecho a la libre opinión a través de la libertad de cátedra y la autonomía universitaria en este medio de comunicación independiente, Semanario Universidad.

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