¿Por qué es importante reflexionar sobre el escenario de la educación superior, en específico sobre docencia, en el contexto de la construcción de pensamiento? Los límites entre los intereses político-económicos y los de bienestar social, tienden a desdibujarse cuando de educación se habla, en especial en una atmósfera donde se promueve la profesionalización, como parte del proceso formativo, del cual es imposible desvincular todas las esferas de la sociedad. Recordemos que la docencia se debe a un espacio donde el conocimiento se construye, de una manera crítica más que normativa, o al menos así debe concebirse.
El aprendizaje debe ser interpretado desde una intencionalidad pedagógica clara. Se debe trabajar de una manera consciente con el estudiantado, hacerlo parte activa del escenario de aprendizaje y no solo un depositario. Tal intencionalidad debe ser reflejada en las respuestas que elabora el estudiantado ante diferentes estímulos del diario vivir. Al fin de cuentas el proceso pedagógico, del cual es parte el estudiantado, los equipos docentes, la institucionalidad, las normas y la sociedad como tal, debe ser interpretado desde su complejidad. Eso implica no olvidar que el estudiantado está compuesto por personas y cada persona funciona como un todo, un cuerpo y una mente indivisible, cargada de emociones y capaz de experimentar procesos o experiencias cognitivas de una manera particular.
La evolución social, o aprendizaje, genera cambios a un corto plazo en las personas; mientras que la evolución genética funciona a un largo plazo. Esto puede ser estudiado a partir de dos diferentes niveles de percepción: uno que se debe a procesos meramente mentales y otro a una cuestión más mecanicista de la experiencia física. Así, existen elementos que logran procesar, en especial en materia de funcionalidad, más rápidamente nuestro pensamiento que nuestro cuerpo. Sin olvidar que el desarrollo humano se contextualiza en un espacio social, se debe agregar que el aprendizaje como hecho social está determinado por una cuestión que define a la especie humana como única, y parte de una herencia generacional asociada a la experiencia cognitiva.
Todo este espacio de crear conocimiento también ha permeado en el entender el pensamiento, lo que lleva a debatir sobre la conducta o naturaleza humana, y en especial a pensar que hay ciertas cosas que convierten al ser humano en diferente frente del resto de las especies en el planeta. Así, dos corrientes son fundamentales; el conductismo de origen estadounidense, que reduce la conducta humana a unas respuestas a estímulos del medio; y la etología, de raíz europea, que contraria al conductismo reconoce que algunas de las actitudes y conductas humanas pueden ser innatas o naturales. Al final, el mayor consenso puede conseguirse al pensar que la conducta o naturaleza humana se debe en un cincuenta por ciento a condiciones biológicas y el otro cincuenta a la influencia del medio. Todo esto tiene que ver con visibilizar a las personas como un todo complejo, un cuerpo y una mente inseparables, donde se desarrollan procesos también complejos relacionados con la experiencia cognitiva y con el aprendizaje construido.
Los seres humanos, a través de su evolución, han logrado desarrollar una serie de características que se inscriben tanto a lo corporal como al desarrollo del pensamiento y otros procesos mentales, entre estos la cognición, con tal de entender y adaptarse mejor el medio en el que se desarrollan. Este proceso de evolución, que no solo se reduce a una cuestión física como ya lo dije, ha permitido que la especie humana complejice su pensamiento y fortalezca diversos campos de ese enigmático órgano llamado cerebro. Resulta que la adaptación o asimilación de la realidad que han elaborado los seres humanos desde su existencia no puede pensarse sin resaltar el entendimiento del mundo y de los constantes estímulos naturales que conllevan a un aprendizaje, lo que implica una construcción de conocimiento constante, como parte de una experiencia vivencial del entorno, incluyendo la construcción de lugares. Sumado a la complejidad del desarrollo humano, existe un espacio emocional que interviene en este proceso de aprendizaje constante y flexible, donde la empatía media la experiencia de aprendizaje. Según algunos científicos de la mente, los procesos de imitación son propios de los seres humanos, no porque otras especies no sean capaces de imitar, sino por todo el simbolismo que acompaña el proceso mental de hacerlo, incluyendo una intencionalidad.
Como obligación docente, el enseñar debe dejar una huella, ojalá que positiva… la única vía para alcanzar esta meta es propiciando un modelo de docencia coherente con la construcción de conocimiento, acorde con la población estudiantil, en este caso adulta, llena de emociones y de ganas de descubrir sus carreras. El escenario universitario, debe aprovechar esta oportunidad, que se ve a veces disminuida por modelos inflexibles y profesionalistas. Al final, lejos de pensar en cuál debe ser la mejor manera de hacer las cosas, lo fundamental es preguntarse qué estamos haciendo como docentes.