En 2024, la democracia universitaria vivirá tiempos cruciales. En primer lugar, por rotación, nuestro rector, Dr. Gustavo Gutiérrez Espeleta, asumirá la presidencia del Consejo Nacional de Rectores (Conare). Esta responsabilidad implicará una fuerte exposición mediática, un escrutinio incisivo de los discursos del presidente del Poder Ejecutivo, y una tensa negociación por la llamada “redistribución” del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES), entre las universidades públicas.
En segundo lugar, a lo interno, una nueva persona deberá ser electa para asumir el cargo de la Rectoría, para el periodo 2025-2028, pues, como es sabido, don Gustavo no optará por la reelección. En un artículo del 20 de junio de 2023 —ya hace seis meses—, publicado en el Semanario Universidad, intenté iniciar la discusión con la siguiente pregunta: ¿Cuándo elegiremos otra vez a una rectora en la UCR? De aquel momento a hoy, lo único que ha cambiado es que, de los cinco profesores universitarios que se mencionan en pasillos como interesados en la Rectoría, solo uno se ha reunido conmigo. En ese momento, le planteé, entre otras estas preguntas, luego de escuchar sus propuestas para la Universidad: ¿Qué grupo de personas apoya su candidatura? ¿Impulsaría a una mujer para rectora? ¿Alguna persona que fue rectora apoya su postulación?
Pero, además, estos comicios coinciden con la elección de la representación de las personas representantes ante el Consejo Universitario (CU) por parte de las Áreas de Ciencias Agroalimentarias, Ciencias Básicas y Ciencias Sociales. Este concurso de circunstancias me genera las siguientes preguntas: ¿Habrán “papeletas” explícitas o implícitas?¿Será que el precandidato A tendrá ya listos los nombres para las candidaturas de esas tres áreas?¿Será que el precandidato B tendrá ya otros tres nombres para los puestos a elección del CU?¿Estas personas que quieran ir al CU nos dirán a quién apoyan para la Rectoría? Habrá quien me cuestione diciendo que eso no tiene nada de malo. No he dicho que sea ni bueno ni malo. El punto es saber la correlación de fuerzas políticas para valorar viabilidades de los proyectos que desean impulsar y evaluar el voto que emitiré.
Otro ejemplo sobre las dinámicas dentro del actual CU: ¿Será importante y necesario para la comunidad universitaria saber si el nuevo director del Consejo para el 2024 apoya o no a alguno de los académicos que ya están trabajando para llegar a la Rectoría? Para mí, sí. La cuestión es relevante porque esta persona tiene responsabilidades vitales dentro del CU (ver artículo 11 del Reglamento del CU): elabora las agendas de los temas que se verán en las sesiones, analiza las iniciativas que ingresan al CU y su admisibilidad, y propone la integración de las comisiones. ¿Cómo manejará el director electo el tema de los intereses políticos en el proceso de elección de la Rectoría que podrían presentarse dentro del CU? ¿Se dará ejemplo de objetividad e imparcialidad como es de esperar para alguien con tal investidura?
En tercer lugar, se celebran los 50 años del Tercer Congreso Universitario donde se generó la versión original del Estatuto Orgánico que hoy nos rige, y se diseñó la estructura de la Gobernanza Universitaria actual. ¿Será el VIII Congreso Universitario del 2024 el espacio, amplio, plural y democrático para plantear un nuevo modelo de Gobernanza Pública Universitaria tan necesario y esperado, habida cuenta de la forma en que se practica la democracia en la Universidad de Costa Rica? ¿Tendremos la capacidad y entendemos la demanda social de replantear la manera en que la Universidad sea realmente abierta a las comunidades y a la sociedad costarricense, en pro del bien común? En otro artículo, comentaré qué elementos fundamentales veo necesarios para una nueva Gobernanza Pública Universitaria.
Considero crucial que vayamos reflexionando sobre lo que nos espera en el 2024, pero, sobre todo, qué Universidad debemos construir para el bien de Costa Rica; no qué puesto quiere un pretendiente a la Rectoría para favorecerse a sí mismo y a su grupo. Deseo que tengamos un año de una discusión amplia, seria, respetuosa, constructiva, donde la visión de futuro de nuestra querida Universidad sea la que prevalezca y no los intereses mezquinos de simplemente llegar a un puesto para luego tener una foto en una pared.
Es nuestra responsabilidad y obligación retomar los grandes ideales con los que fue creada la Universidad de Costa Rica en la mitad del siglo pasado de cara a los fines y propósitos que le fue delegada por la Constitución. Decididamente, habrá un antes y un después de la UCR con los resultados de estos procesos electorales del 2024: o seguimos en lo mismo u optamos por un cambio de paradigma que asegure la permanencia y el fortalecimiento de esta Institución.
