Opinión

2020: un año inolvidable

El 2020 ha sido un año muy especial aunque los comentarios de la gente tiendan a degradarlo como malo o muy malo debido al COVID-19. En sí mismo no es ni bueno ni malo, es un año como cualquier otro que nos hizo envejecer, madurar y adquirir experiencia; eso depende de los juicios que hagamos bajo nuestro propio criterio, pero es insuficiente.

Desde el punto de vista religioso, es sabido que la mayoría de la gente se precia de ser buen cristiano o que no tiene mucho que mejorar en su comportamiento cotidiano: con lo que tiene basta y sobra. Además, se quejan de la pandemia del coronavirus COVID-19 como si fuera algo mandado desde los infiernos por el mismo Satanás; pero no es así, en este mundo todo se rige por la relación de “causa y efecto”. Ni una hoja se mueve si no es por la voluntad de Dios, concuerdan los creyentes.

Aún más, y que sirva de ejemplo, entre las plagas que Jesús de Nazareth envió para sacar a su pueblo de Egipto se encuentra la Peste, una “epidemia” invisible que acabó con los primogénitos de cada familia; era una peste o pandemia muy similar a la que estamos viviendo hoy y que posiblemente llegue a finalizar algún día, o quizá siga reapareciendo como las gripes, la peste negra o la peste bubónica.

Por tanto, no debemos renegar ya que ni la Naturaleza ni las obras de Dios son malas. El COVID-19 nos pone a reflexionar sobre el breve período que duran nuestras vidas aunque intentemos evadir la conciencia de esa realidad; con esta peste hemos visto mil veces pasar la muerte y tocar las puertas de nuestras casas y vecinos, en cada vecindario, en cada barrio y en cada país, como sentenció Jesucristo en su época.

Personalmente, concibo al COVID-19 como un gran acontecimiento mundial que nos tocó vivir y que, si no se hubiera dado, la vida habría sido muy rutinaria, sin asuntos especiales y de gran trascendencia, como les sucedió a los que padecieron las guerras mundiales y otros desastres locales o universales. Aunque soy una persona de alto riesgo, adulto mayor, con diabetes, presión alta, erisipela, sinusitis y otros males, me considero privilegiado por haber vivido esta crisis excepcional que sucede en épocas aisladas de la historia, ya que somete a prueba nuestra verdadera fortaleza, nuestras convicciones y nuestros valores morales y espirituales, así como el amor y la fe que decimos poseer.

Posiblemente sea la muerte uno de los mayores temores que enfrenta la mente del ser humano durante su vida, lo que se hace más evidente cuando “la pelona” (la muerte) recorre nuestros barrios, lo cual es muy lamentable ya que la inteligencia, la razón y las creencias religiosas enseñan que esa etapa de la vida es una consecuencia vital inevitable.

Bienvenida sea la pandemia, si no me liquidas tú, otra causa lo hará.

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