Mundo El futuro

Venezuela, primer escenario de la campaña electoral norteamericana

La escena de la iglesia de Doral, donde el vicepresidente Mike Pence anunció la intención de los Estados Unidos de “liberar Venezuela de Cuba”

La escena de la iglesia de Doral, donde el vicepresidente Mike Pence anunció la intención de los Estados Unidos de “liberar Venezuela de Cuba”, con venezolanos, nicaragüenses y cubanos gritando yu-es-ei, yu-es-ei, yu-es-ei, repetida en una plaza de Caracas, podría asegurarle a Donald Trump su reelección en los comicios del año que viene. Si las cosas le salen mal, en cambio, podría ser un desastre. Por eso todos los detalles de esa operación han sido tratados con mucho cuidado.

Para Venezuela, su futuro también está en juego. “Lo que decidirá el futuro de Venezuela son las condiciones de la transición tras la salida de Maduro, que son negociables”, opinó del sociólogo y economista alemán Heinz Dieterich, colaborador cercano de Hugo Chávez, considerado el ideólogo del Socialismo del Siglo XXI.

Dieterich concedió una larga entrevista a la DW alemana, que la publicó en dos entregas, el 31 de enero y 1 de febrero. Ahí Dieterich se planteaba una serie de preguntas, de cara al futuro del país, tratando de visualizar salidas a la crisis.

Entre esas preguntas estaba ¿quién organizará las próximas elecciones? Pero no era la única. Se preguntaba, además, ¿quién garantizará que no haya “una matanza como en Colombia, donde bajo el gobierno de Duque se está matando sistemáticamente a sindicalistas y a exmiembros de la guerrilla? ¿Quién impide la venganza sangrienta de los nuevos en el gobierno?”

Dieterich estima que una solución posible sería similar a la lograda con los sandinistas en 1989, cuando perdieron las elecciones y entregaron el poder a Violeta de Chamorro. “Se entrega el gobierno a Guaidó –que va a ganar las elecciones–, pero las Fuerzas Armadas y la Policía quedan bajo control de militares democráticos. Los que están ahora encarcelados, como el general Raúl Isaías Baduel, y el general Miguel Rodríguez Torres, entre otros. Es la única garantía de que se pueda encauzar al país”, afirmó.

Para Dieterich todo el proceso de transición se tiene que negociar. México y Uruguay, con los países europeos, han conformado un grupo que promover esa salida negociada. Guaidó respondió, respaldado por los Estados Unidos y por el Grupo de Lima, que lo único que negociará es el traspaso del poder.

En comentario sobre la situación venezolana, el expresidente uruguayo, José Mujica, dijo que quieren convencernos de “que la ilegitimidad eventual de unos se sustituye con la ilegitimidad de otros”, todo bajo la “causa sacrosanta de la democracia, como siempre se ha hecho en vísperas de cualquier invasión”.

La verdad, la verdad cruda, dura, descarnada –agregó– “es que lo más conservador de Estados Unidos no puede aceptar que China termine manejando el destino del petróleo venezolano. Esta es la causa profunda de la impaciencia que ha atacado a USA”.

Plan País

El peligro que yo veo –señaló Dieterich– “es que el gobierno caiga en manos de un grupo inepto y neoliberal al servicio de Washington, encabezado por Guaidó. Ninguna de las dos soluciones (Guaidó o Maduro) es la que necesita el país, pero esas son las dos fuerzas que están en lucha”.

Guaidó ya anunció sus intenciones en el llamado “Plan País”. Se trata de la privatización de la exploración y explotación petrolera en Venezuela, el premio mayor de quien triunfe en este conflicto.

PDVSA, la empresa petrolera estatal –dijo Guaidó– “va a seguir siendo de todos los venezolanos, pero vamos a crear empresas mixtas, tal como lo permite la Constitución, para que vengan a invertir e impulsar este país, para que nuestra PDVSA compita con esas otras empresas y produzca petróleo”.

Y sobre los programas de subsidios que otorga el gobierno bolivariano a los sectores más pobres del país como parte de su proyecto político, también fue relativamente claro: “No más control social. No más depender de un subsidio”. Sin atreverse a anunciar que los quitará del todo.

Más allá de Venezuela

La posibilidad de derrocar a Maduro ha despertado un entusiasmo entre los grupos conservadores del hemisferio que va mucho más allá de la situación de Venezuela.

El asesor de seguridad de la Casa Blanca, John Bolton habló de una “troika de la tiranía”. Algo similar al “eje del mal” del que hablaba Bush hijo para justificar la invasión de Irak, la guerra en Siria, en Afganistán, la destrucción de Libia. La de entonces era la lucha contra el terror, transformada en puro terror.

En la visión de Bolton este “triángulo de terror que va de La Habana, a Caracas y Managua, es la causa de un sufrimiento humano inmenso, el motivo de una gran inestabilidad regional y la génesis de una cuna terrible de comunismo”. Y predijo que esta troika “se desmoronará”.

Para Julio Borges, representante de la oposición venezolana ante el Grupo de Lima, la transformación de Venezuela “va a ser la transformación de la libertad en toda América Latina”. La caída de Maduro en Venezuela –dijo– va a ser la caída de los regímenes de Cuba y Nicaragua. Es finalmente la caída del muro de Berlín en toda América Latina”.

Pero Borges agregó algo más: la ola contra Maduro traspasa Venezuela; incluye Bolivia.

El viernes pasado, 1 de febrero, un grupo de senadores norteamericanos, encabezados por el demócrata Bob Menéndez, le pidió a Evo Morales que no se presente a los comicios de octubre próximo.

“Debemos tener un enfoque claro y coherente contra cualquier líder electo que intente extender su control del poder al eludir la propia Constitución de su país”, dijo Menéndez, el miembro demócrata de mayor rango del Comité de Relaciones Internacionales del Senado estadounidense.

El Tribunal Constitucional de Bolivia ya autorizó un tercer mandato a Morales, algo a lo que la oposición se opone, en una disputa de interpretación sobre lo que la Constitución dice al respecto. Una disputa en la que el senado norteamericano decidió intervenir.

Al final, no son solo las elecciones latinoamericanas las que importan. Un programa como ese, si tiene éxito, haría prácticamente invencible la candidatura de Trump a la reelección en noviembre del 2020.

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