El domingo 1 de junio, en horas de la madrugada, Ucrania propinó un asombroso golpe a las fuerzas militares rusas muchos kilómetros dentro de territorio ruso, como no lo había hecho ningún ejército quizás desde la Segunda Guerra Mundial.
Mediante el uso de drones colocados estratégicamente, luego de ser introducidos subrepticiamente en territorio ruso, atacó de manera simultánea cinco aeródromos militares donde reposaba parte importante de la flotilla de bombarderos preparados para transportar ojivas nucleares.
Ese mismo día, se perpetraron atentados terroristas en dos puentes en las ciudades de Briansk y Kursk.
Inmediatamente el presidente ucraniano Volodimir Zelenski reivindicó el ataque a los aeródromos anunciando que habían destruido al menos la tercera parte de la flotilla rusa al inutilizar o abatir 41 aviones.

El mundo quedó perplejo por la audacia de la acción, pese a que aún las informaciones eran inciertas.
Pronto se difundieron videos en Internet donde se mostraba el ataque de más de un centenar de drones causando destrozos en las bases aéreas sin que nadie pudiese evitarlo.
El espectacular golpe logró su principal objetivo, disparó todas las alarmas.
El detonador
Un día después se supo que las cifras no son tan alegres como las difundidas por Zelenski. Y medios como el New York Times (NYT) aseguraron que “al menos una docena de aviones resultaron dañados, incluidos los bombarderos Tu-95”.
“Pero el ataque no altera significativamente las capacidades nucleares de Rusia”, agrega el diario.
Como reacción, el ataque “obligará a los funcionarios rusos a considerar la redistribución de los sistemas de defensa aérea de Rusia para cubrir una gama mucho más amplia de territorios y posiblemente desplegar grupos móviles de defensa aérea que puedan reaccionar más rápidamente a posibles ataques de drones ucranianos similares en el futuro”, dijo el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), según informó la agencia de noticias Reuter.
Pero el NYT informaba este martes que “las imágenes satelitales capturadas el lunes indican que ningún avión fue dañado en dos de las otras bases”.
“Apodada Operación Telaraña por Kiev, el ataque ucraniano es parte de una campaña consistente y creciente para llevar la guerra al corazón de Rusia en un intento de influir en el cálculo del Kremlin”, decía Paul Sonne del NYT.
“Biden apoyó de varias maneras, incluida la inversión de $1.500 millones en la producción de drones ucranianos a finales de 2024 a través de un programa secreto encabezado por el exasesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan”, dio a conocer el reportero.
El golpe, cuidadosamente planeado, no podría realizarse sin el apoyo logístico de sus aliados occidentales, pero ¿por qué escogieron esa fecha precisamente, en la víspera de la segunda reunión de los negociadores en Estambul?
En mayo, las tropas rusas ganaron más del doble de territorio que en abril, apropiándose de aproximadamente 449 kilómetros cuadrados, según DeepState, un grupo de investigación ucraniano que utiliza imágenes de combate para mapear el campo de batalla, informa NYT.
Según expertos, militarmente, el ataque tiene sentido si se enmarca en una confrontación directa con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pues muestra una vulnerabilidad en los sistemas de reacción nuclear rusos. Pero puede tener otros objetivos.

OTAN ataca, Trump y Putin guardan silencio
La “Operación telaraña” fue planeada desde hace un año y medio, se dejó decir Zelenski, al día siguiente, eufórico por lo que calificó como una “operación brillante”. Pero esa declaración despertó inquietudes.
Por un lado, es imposible considerar que una acción de esa envergadura se realizara con el apoyo directo de los aliados occidentales, por lo tanto, tenían que estar informados, lo cual pondría al presidente Trump en una situación muy comprometida respecto de su voluntad de pacificar el conflicto y quebrantaría la confianza que hasta ahora parece compartir con Putin. La otra opción es que se le haya ocultado al presidente, lo que provocaría una crisis de seguridad en el Gobierno norteamericano.
La alianza pasa de la estrategia de una guerra prolongada para asfixiar a Rusia con sanciones y desgaste, a utilizar todos los recursos otorgados en las últimas semanas del año pasado tanto por Biden como por los otros aliados, para una intensificación de acciones más allá del campo de batalla cuyo objetivo es la escalada, que justifique, a su vez, nuevos desembolsos.

Provocar la escalada o la guerra
Luego de que un bloguero de razonamiento tan presuroso como atolondrado llamara a esta acción “Pearl Harbor de Rusia”, muchos medios replicaron el concepto, pues les parece atinado considerarlo como posible detonante de una Tercera Guerra Mundial.
Como ha sucedido con otros ataques que suponían provocar una reacción inmediata, contundente y violenta por parte de Rusia, como el caso de atentados terroristas, tras los ataques del 1 de junio se esperaba una respuesta de Putin contundente, pero solo parece haber silencio.
Y es que si Putin responde violentamente contra sus agresores de la OTAN, provocaría una guerra en la que se tendría que involucrar EE.UU.
Entonces, pese a que el ataque no tiene efecto en el escenario de la guerra, sí puede tener implicaciones políticas importantes. Uno de los objetivos puede ser distanciar a Trump y Putin.
Cabe recordar que hace una semana Trump decía que Putin estaba “completamente loco” y que de no ser por su mediación “a Rusia le pueden pasar cosas muy malas”.
Pero, además, dijo que esa no es su guerra, lo que podría sugerir que se desmarcaba de las decisiones de sus aliados de la OTAN.
Además, involucrar a EE.UU. en una guerra neutralizaría otras políticas de Trump que perjudican los intereses de sus aliados, como la batalla de aranceles.

Amenaza nuclear
El año pasado Putin modificó su doctrina nuclear, precisamente cuando se dieron ataques a naves rusas en el mar Negro y que podía significar el ataque a unidades que están destinadas al transporte de armamento nuclear y tienen una función disuasoria.
La nueva doctrina dice que Rusia se reserva el uso de armamento nuclear en el caso de que sean atacados recursos militares destinados al transporte de armas nucleares.
La “Operación telaraña” parece apuntar temerariamente a poner a prueba esa doctrina.
Segunda cita en Estambul
Pese al alarmismo y la tensión que vivió el mundo el lunes 1 de junio, la respuesta del Kremlin fue continuar con lo acordado y enviar a su delegación con el memorando a la segunda cita de negociaciones con Kiev en Estambul.
Los representantes de ambos países se reunieron durante poco más de una hora y compartieron documentos con una delegación rusa cuya serenidad desconcertó a los ucranianos, según declaró el mismo Zelenski el martes.
Un enviado de Kiev viajó el martes a Washington para reunirse con el presidente Trump, mientras el presidente ucraniano aseguraba que había que aumentar la presión a Rusia y alentaba a sus socios.
Elección en Polonia
El triunfo del candidato nacionalista Karol Nawrocki es un duro revés para el compromiso proeuropeo y el apoyo a Ucrania impulsados por el gobierno actual. El primer ministro, Donald Tusk, dijo el martes que someterá a su gobierno a un voto de confianza en el Parlamento el próximo 11 de junio y no tener que adelantar elecciones legislativas, previstas para 2027.
El presidente, con un mandato de cinco años, ejerce una influencia en la política extranjera y en defensa, y dispone de un poder de veto a nivel legislativo.
El proceso polaco se trae abajo la llamada coalición de “Los dispuestos o voluntarios”. Ucrania y Tusk junto a los líderes de Gran Bretaña, Francia y Alemania, quisieron convertirse en los protagonistas de la escena política. Polonia parecía parte de la columna vertebral de una nueva Europa.
Pero, si las elecciones parlamentarias se celebran a principios de 2026, las encuestas actuales sugieren que la Ley y la Justicia y el partido de la Confederación de extrema derecha podrían formar una coalición.
“El Sr. Nawrocki ha dicho que no apoyaría la futura membresía ucraniana ni en la OTAN ni en la Unión Europea”, dice el periodista de NYT, Andrew Higgins.

Colapso en Países Bajos
Otro hecho político al inicio de esta semana que desencaja la unidad europea y atlantista es que el dirigente de extrema derecha Geert Wilders tumbó este martes la frágil coalición en el poder en Países Bajos al retirar a su partido, el PVV, del gobierno debido a un desacuerdo sobre migración, una crisis política que abre el camino a elecciones anticipadas, según informó la agencia AFP.
La salida del PVV del gobierno abre un periodo de incertidumbre para los Países Bajos, la quinta economía de la Unión Europea (UE), que tiene previsto acoger una cumbre de la OTAN a finales de junio, agrega.
“Permaneceré de forma interina (…) hasta que se forme un nuevo gobierno, porque la vida en los Países Bajos y en el exterior sigue”, declaró el primer ministro, Dick Schoof.
El presidente estadounidense, Donald Trump, asistirá a la cumbre de la OTAN en La Haya los próximos 24 y 25 de junio, donde el tema central de la agenda serán sus exigencias de aumentar el gasto en defensa, informó este martes la Casa Blanca.
Esta será la primera reunión con los miembros de la alianza transatlántica desde el regreso en enero del republicano al poder y también estará presente Volodimir Zelenski con lo que el tema de la confrontación con Rusia sugiere tensiones.
En el vertiginoso ejercicio político de Trump, tres semanas es mucho tiempo y mucho está por suceder.
Reino Unido quiere guerra
El primer ministro británico, Keir Starmer, anunció el lunes la construcción de hasta 12 submarinos de ataque, mientras anunciaba que quería preparar a su país para la guerra y declaraba que la nueva estrategia de rearme es “un mensaje dirigido a Moscú”, según informó la Agence France-Presse (AFP).
“Se trata de reunir todas las capacidades de las que disponemos, desde los drones hasta la artillería, pasando por la inteligencia y el instinto humano, para construir una máquina de combate formidable e integrada”, insistió el mandatario británico.
La atmósfera belicosa europea ha llevado a una tensión peligrosa y el escenario es incierto.
El presidente Trump hablará con Xi esta semana sobre el tema de los aranceles, que es el tema principal para ambas potencias, pero estos hechos obligan a tomar medidas que definan el conflicto ucraniano y eviten la irresponsabilidad de una escalada.