El lunes 3 de febrero, despertamos con una atmósfera de tensión que golpeó a las bolsas y sistemas financieros en todo el mundo y mantuvo en vilo a políticos y ciudadanos, cuando se suponía que entraría en vigencia la serie de aranceles de 25% que el presidente Donald Trump había decretado un par de semanas atrás contra productos importados de México, Canadá y China, países a los que responsabilizaba del contrabando de fentanilo, droga que ha causado la muerte de miles de estadounidenses.
La “cabeza fría” de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, abordó el asunto de manera inmediata con una conversación telefónica de casi dos horas con el mandatario estadounidense que concluyó con una suspensión por 30 días de la aplicación de los aranceles. Además, se lograron acuerdos para abordar el problema de la migración y el narcotráfico de manera conjunta. Unas horas después el primer ministro de Canadá Justin Trudeau, logró un acuerdo similar de postergación de la imposición arancelaria. La tregua daba un respiro para entenderse.

El affaire con Colombia
Apenas una semana antes, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, plantó cara a otra amenaza arancelaria abusiva y desmedida con la que Trump respondía a la exigencia del suramericano de que se le diera un trato digno a los migrantes repatriados.
Petro prohibió el aterrizaje de aviones militares donde los migrantes venían esposados y con cadenas. El gesto fue tomado como una afrenta por el norteamericano, quien no está acostumbrado a este trato respondón. No obstante, el asunto se solucionó en unas horas.
“La política extranjera de Estados Unidos es una política en la cual es mejor ser amigo que enemigo. Es mejor ser aliado que alguien que crea problemas”, Marco Rubio.
Parece que con Donald Trump de regreso en la Casa Blanca, volvemos a ver a un Estados Unidos de América ya bien conocido para Latinoamérica.
Aunque el secretario de Estado Rubio acusa a China de chantaje, lo cierto es que la nueva administración Trump, de la que es vocero, asoma el palo y esconde la zanahoria como forma de negociar o, mejor dicho, exigir e imponer sus condiciones.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca no ha tenido reparo en utilizar el gigantesco mercado estadounidense para chantajear y apretar clavijas.
Lo que no pudieron las armas lo harán los aranceles, parece ser el nuevo eslogan de la diplomacia norteamericana.

Volver al siglo XIX
En vez de basar su dominio en el mundo mediante la justificación de defender la democracia y los valores occidentales, Trump se lanzó en una cruzada por intentar fortalecer esa idea de democracia y de valores en los mismos EE. UU., donde están de capa caída desde finales del siglo pasado, cuando los grandes empresarios decidieron ir por todo con el modelo de la globalización, aunque con ello sacrificaron a su propio pueblo.
Con su lema de “hacer a América grande otra vez” busca presionar con amenazas arancelarias para torcer el brazo a las grandes empresas y obligarlas a volver a producir dentro de EE. UU. y generar así empleos y retomar mayor protagonismo en los mercados.
El mundo, como se lo dejó su antecesor, el demócrata Joe Biden, es muy distinto al de hace cuatro años cuando intentaba con argucias de viejo vendedor sacar provecho en un río revuelto. Ahora se encontró la mesa servida en un mundo en reacomodo geopolítico donde las grandes potencias se reparten sus zonas de interés y ese parece ser el escenario en que más le gusta desenvolverse.
Neoconservador, fanático nacionalista, autoritario, imperialista convencido, a Trump le gusta inspirar sus delirios en pasajes históricos de finales del siglo XIX y principios del XX.
Fue una época en que dominaba la política exterior norteamericana una serie de figuras empresariales y magnates, muchos de ellos verdaderos bandoleros, de ahí que quizás Trump se siente inspirado.
Marcando el terreno, desde antes de asumir el poder amenazó a Panamá con una evocación, sin disimulo, pero distorsionada, del Corolario Roosevelt.

Diplomacia del garrote y la zanahoria
Este primer viaje de Rubio fue para definir la docilidad y cooperación de los gobiernos de los países visitados, como un pequeño lebrel marcando el territorio.
Sin la máscara de la democracia, el gran garrote se nota más. En la era Trump, EE. UU. no tiene amigos, sino intereses.
El canal de Panamá
En el caso del canal de Panamá, el presidente José Raúl Mulino reiteró tajantemente que no es negociable y que seguirá siendo administrado por panameños, pero en cuanto a la soberanía parece que puede considerar algunos matices.
El secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, visitará Panamá en abril, anunció el martes el ministro panameño de Seguridad, Frank Ábrego, según AFP. “Manifestamos el interés mutuo en cooperación técnica para garantizar la seguridad y contrarrestar las amenazas hemisféricas, narco-terroristas y de migración irregular”, agregó el ministro.
El presidente Trump, quien conversará el viernes por teléfono con su homólogo panameño José Raúl Mulino, reiteró el martes que “China está metida en el canal de Panamá” y eso “no será así por mucho tiempo”, informó France Presse.

El Salvador
El presidente Nayib Bukele en El Salvador alardea con comercializar sus tácticas represivas y ofrece servicios internacionales de reclusión y castigo para inmigrantes ilegales de EE. UU.
“Si tuviéramos derecho legal a hacerlo, lo haría sin dudarlo. No sé si lo tenemos o no. Ahora mismo lo estamos examinando, pero podríamos hacer tratos para sacar a estos animales de nuestro país”, afirmó el presidente Trump desde la Casa Blanca.
“No es diferente de nuestro sistema penitenciario, excepto que sería mucho menos costoso, y sería un gran elemento disuasorio”, estimó.
Según AFP, Trump dijo referirse a los “criminales reincidentes”. “Han estado en la cárcel 40 veces, uno 42 veces, y cada vez que esta persona sale (…) comete otro crimen en 24 horas, y es un crimen atroz”. Habrá que ver si una vez más está inflando o exagerando cifras o lo dice con conocimiento de causa.
Costa Rica
En Costa Rica, el jefe de la diplomacia de Trump se encontró muy a gusto y satisfecho y consideró al Gobierno de este país su principal aliado contra China.
Las razones le sobran en la actitud de la administración Chaves en sus tres años de gobierno que, entre otras cosas, prohibió en 2023 al gigante tecnológico chino Huawei presentar una oferta para la red 5G.
Un país “merece apoyo” cuando se enfrenta “a empresas que no son seguras, están respaldadas por gobiernos como el de China al que le gusta amenazar, sabotear, utilizar la coerción económica para castigarte”, dijo Rubio.
“Enfrentarse a compañías como esa trae consecuencias, el chantaje, la amenaza, actividades para infiltrar los organismos de un gobierno. Y ustedes han sido muy firmes y vamos a seguir ayudándolos con eso”, agregó el secretario de Estado en una afirmación ahistórica, cuando no esquizoide, sobre la diplomacia que él mismo viene a impulsar.
En conferencia de prensa en la Casa Presidencial, el secretario de Estado señaló que “hay individuos en poder y en instituciones que se prestan, por diferentes razones, a apoyar eso que hace daño al Estado y a los intereses de un pueblo”.
“Y vamos a trabajar junto con ustedes a ver qué consecuencias se pueden […] y lo que podemos hacer para ayudarlos a ustedes a castigar ese tipo de actitud de parte de oficiales y personas que se encuentran en cargos importantes y responsabilidades importantes, pero que no están trabajando a favor del bienestar del pueblo y el interés nacional de su país”, declaró Rubio sin tapujos y en evidente tono amenazante.
Marco Rubio se expresó de forma contundente y sin vergüenza al decir que “(…) una de las prioridades mías, que es asegurarse que la política extranjera de Estados Unidos es una política en cual es mejor ser amigo que enemigo. Es mejor ser aliado que alguien que crea problemas”.
Pero la política exterior norteamericana no parece residir en las manos y el verbo de su secretario de Estado, sino que el presidente tiene su propia agenda.
Venezuela
Trump aplica con mayor claridad su realpolitik cuando se trata de claros intereses económicos y en su relación con Venezuela parece que está calculando una nueva forma de relacionarse, muy distinta al fiasco que fue apoyar el intento de golpe de estado de 2019 con el autoproclamado Juan Guaidó.
El enviado especial para Venezuela, Richard Grenell, se reunió con el presidente Nicolás Maduro en el palacio presidencial de Miraflores el viernes lo que de manera fácticamente es un reconocimiento al oficialismo por parte de Washington.
En ese primer acercamiento entre el nuevo gobierno de Washington y el reelecto de Caracas, se alcanzaron algunos acuerdos, como la aceptación de Maduro a recibir repatriados, la liberación de seis estadunidenses detenidos por espionaje y la renovación automática de una licencia especial que permite a la firma petrolera norteamericana Chevron operar en Venezuela.

Nicaragua y Cuba
En Nicaragua, EE. UU. es el mayor inversionista extranjero con un 30% de la inversión extranjera directa (IED), y la balanza comercial entre ambos países en 2022 fue de $3.500 millones en exportaciones a EE. UU. y $1.200 millones en importaciones.
Estos datos dejan ver que, pese a las críticas y las posturas fuertes, los gobiernos de EE. UU. no han dejado de “tolerar” de alguna manera el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua.
Hasta ahora, la principal amenaza de Trump es que sea expulsado de Tratado de Libre Comercio con América Central (Cafta), pero también a la administración norteamericana le interesa salvar y reducir el flujo de migrantes producto de la política de condiciones preferenciales extendidas a migrantes de ese país así como de Cuba y Venezuela.
En el caso de Cuba, el histórico bloqueo comercial que asfixia desde hace más de 60 años la economía de la isla, se ha convertido, con el paso del tiempo, en asunto de política interna de EE. UU., pues en estados de importancia electoral decisiva el vetusto discurso anticubano sigue siendo esencial.
Parece que castigar al pueblo cubano, digno aunque penado, es una demostración de valentía entre demócratas y republicanos en los pasillos del capitolio.
Con la isla Trump revocó el levantamiento de algunas sanciones que su antecesor Biden había levantado apenas unas semanas antes de dejar el poder.
El senador Rubio, hijo de inmigrantes cubanos, desconoce las ventajas que eso le dio a su familia y hoy, como secretario de Estado, encabeza la política de expulsión y rechazo de migrantes incluso de los coterráneos de sus padres.