Corrupción, violencia y narcotráfico son tres elementos que surgen en cualquier análisis de la situación hondureña hecho en las vísperas de las elecciones del domingo pasado, de las que se renovarán tanto la Presidencia de la República como los 128 diputados y las autoridades regionales.
El presidente Juan Orlando Hernández aspira a permanecer en el poder otros cuatro años, pero la Constitución no se lo permitía. En un movimiento similar al que facilitó a Oscar Arias volver a la presidencia en Costa Rica, logró doblarle la mano a la Corte Suprema, luego de reformarla, y hacer aprobar una polémica decisión, en mayo del 2015, que le permitió volver a postularse para el cargo.
Una decisión criticada por los partidos de oposición y que dio origen a la “Alianza contra la dictadura”, o la “Alianza”, conformada por partido de Zelaya y los que apoyaban a Salvador Nasralla, un cronista deportivo y presentador de concursos en la televisión, que encabezó la papeleta presidencial, cuyo éxito podría hacer fracasar la aspiración electoral de Hernández.
Como se recuerda, el argumento para destituir mediante un movimiento militar al presidente Manuel Zelaya, en 2009, fue el de que pretendía reelegirse. Fue el pretexto para el golpe militar que lo expulsó del país.
Corrupción, violencia y narcotráfico
Hace tan solo dos años los hondureños dieron vida al movimiento de “Indignados”, con el que protestaban contra el desvío de cientos de millones de dólares del Instituto Hondureño de Seguridad Social, y que dejó al desnudo, también, mecanismos fraudulentos con los que el presidente Juan Orlando Hernández financió la campaña electoral que lo llevó al poder.
Por otra parte, la violencia, en Honduras, alcanzó cifras particularmente elevadas. Desde el 2008 al 2015, según el Observatorio de la Violencia, de la Universidad Autónoma de Honduras, se dieron cerca de 40 mil asesinatos en el país, siendo las masacres parte de hechos cotidianos.
La cifra de asesinatos bajó 0,9% el año pasado y un 5,7% en el primer semestre de este año, comparado con el mismo período del año pasado, según el mismo organismo.
El Gobierno hace hincapié en esa reducción, pero los datos indican que sigue habiendo alrededor de 60 homicidios por cada cien mil habitantes, indicador utilizado por los organismos internacionales especializados en estos temas y que consideran una cifra superior a diez como una epidemia.
“El colapso de la policía y su contubernio con el crimen organizado han servido de caldo de cultivo de la implacable violencia”, dijo la Organización Fraternal Negra Hondureña en un análisis de la situación del país en vísperas de la elección.
El análisis de los dos fenómenos anteriores conduce al tercero: la presencia creciente del narcotráfico en la vida hondureña. “Los resultados de esta elección en un país pobre, con nueve millones de habitantes –dijo la periodista Elisabeth Malkin en el New York Times– importa más en Washington de lo que podría pensarse: los narcotraficantes mueven a través de Honduras un estimado de tres a cuatro toneladas métricas mensuales de cocaína hasta Estados Unidos, según el Departamento de Estado”.
Nueve detrás del poder
En las elecciones del domingo, nueve candidatos aspiraban a la presidencia de la República, de los cuales solo a tres se les atribuía alguna posibilidad de triunfo. El favorito era el actual presidente, candidato del Partido Nacional, tradicionalmente vinculado a los grupos más conservadores del país y a los militares.
En segundo lugar aparecía en las encuestas el candidato de la “Alianza”, una coalición del Partido Libre, del expresidente Zelaya, y dos partidos menores, entre ellos el Partido Anticorrupción, que había sido creado por Nasralla. Libre decidió, finalmente, sumarse a esa candidatura.
La tercera fuerza era otro partido tradicional de la política hondureña, los liberales que llevaban como candidato a Luis Zelaya, que no tiene ningún grado de parentesco con el expresidente Manuel Zelaya.
Entre los demás candidatos estaban el general golpista Romeo Vázquez, por la Alianza Patriótica; el candidato del Frente Amplio, Isaías Fonseca, de solo 30 años; y Marlene Alvarenga, que se quedó con la representación del Partido Anticorrupción, luego de la salida de Nasralla para conformar la Alianza.
Las Zede o ciudades modelos
Hernández asegura haber dado con la clave para el desarrollo del país, y prometió crear 600 mil nuevos empleos. La promesa (o el sueño) del presidente Juan Orlando Hernández es reinventar un país con la creación de las polémicas Zonas Especiales de Desarrollo y Empleo (ZEDE), áreas sujetas a una soberanía ejercida por representantes de inversionistas extranjeros que decidan instalarse en esos espacios.
Su programa prevé transformar Honduras en un Centro Logístico de las Américas, con la creación de seis corredores a lo largo y ancho del país. A esos corredores se sumaría el aeropuerto de Palmerola, todos incorporados a un sistema en el que las Zede establecerían sus propios órganos de investigación del delito, de inteligencia, de persecución penal y de sistema penitenciario.
En un trabajo sobre las Zede, el Centro de Estudio para la Democracia (Cespad), de Honduras, afirma que la idea de las “ciudades modelo” o las Charter City de esas zonas especiales fue concebida en la Universidad de Stanford y luego propagada por Paul Romer.
Según Romer, el gobierno de un país pobre –como Haití u Honduras– podría invitar un Estado occidental a administrar una zona deshabitada de su territorio, de acuerdo con unos estatutos previamente acordados. Personas de ese país pobre y de inmigrantes se desplazarían para trabajar y vivir en la ciudad emergente. Esa ciudad se convertiría en un polo de desarrollo que atraería inversiones y mano de obra, haciendo innecesarios los programas de ayudas externas.
La misma Organización Fraternal Negra Hondureña, que ya en 2015 se había referido a las Zede, volvió al tema en septiembre pasado. Ahí recordó que estas habían sido declaradas inconstitucionales en octubre del 2012, pero luego fueron resucitadas gracias a una renovación de la mayoría de los integrantes de la Corte Suprema, en diciembre de ese año.
Para el 2010, aprovechando la crisis surgida en Honduras como consecuencia del golpe de Estado de 2009, Romer vendió su idea al entonces presidente Lobo y “a los libertarios de derecha incrustados en su gobierno”.
La característica singular de las ciudades modelo de Paul Romer “es la tercerización de la aplicación de justicia en cortes extranjeras, como el aliciente para atraer la inversión”, agrega la organización, que compara la propuesta hondureña con otras ya existentes en el mundo.
“En el planeta existen actualmente más de 4.500 Zedes, las que, en la mayoría de los casos, no son más que campos de concentración laboral”, pero donde no figura la cláusula de cesión de soberanía, como en el caso hondureño.
Algo similar, en todo caso, se incluyó en los Tratados de Libre Comercio, donde los Estados se someten a un tribunal internacional para la solución de controversias con las empresas, donde solo estas pueden demandar a los Estados.
Precisamente, en esos tribunales, en el Centro Internacional de Conciliación y Arbitraje, se acaba de condenar al ICE de Costa Rica por $135 millones, por una demanda de los concesionarios del Proyecto hidroeléctrico Chucás.
Baile de cifras
Ese era el escenario en el que los hondureños se acercaron a las urnas el domingo pasado. La votación transcurrió con calma y se esperaba los resultados para alrededor de las ocho de la noche, como en elecciones anteriores. Pero no ocurrió así.
Se acercaba las nueve de la noche y ya habían hablado Juan Orlando Hernández y Salvador Nasralla. También había hablado el expresidente Manuel Zelaya. Todos se atribuyeron el triunfo, pero el tribunal electoral no había dado aún cifra alguna. Los medios comentaban que se alargaba más de lo previsto el anuncio de los primeros resultados.
Poco antes de las diez de la noche el tribunal anunció que todavía no tenía cifras consolidadas, representativas de todo el país, y que si bien los primeros resultados se darían a conocer antes de que terminara el día, se esperaría tener una muestra más amplia.
Sin embargo, la espera se alargó. Eran las once de la noche. Subía la tensión. Los candidatos del Partido Nacional salían a los medios exigiendo al Tribunal que confirmara el triunfo de su candidato. Eran las once y media de la noche. No había resultados oficiales. ¡Media noche y sin resultados! La promesa hecha dos horas antes por el vocero del Tribunal, de que antes de que terminara el día se tendría un resultado consistente sobre la elección presidencial, no se cumplió. Las especulaciones aumentaban.
Minutos después habla Mel Zelaya. Reitera el triunfo. Nasralla da sus propios resultados: con el 78% de las actas electorales computadas, que representan casi 4.260.000 votos, alcanzan el triunfo con 45,4% del total, frente a 40,6% del Partido Nacional, una diferencia de 106 mil votos.
Eran las únicas cifras disponibles hasta la noche del lunes. El tribunal prometió resultados para el jueves, mientras la tensión crecía en la misma medida en que lo hacía el temor al fraude.