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Reunión Biden-López Obrador, con todo el respectivo respeto

López Obrador viajó hasta la Casa Blanca para mirar a la cara al presidente Biden y alcanzar un respetuoso apretón de manos, de los de antes de la pandemia, con franqueza y sin resquemores.

“A pesar de los títulos en algunos medios de comunicación, la relación entre Estados Unidos y México es sólida y fuerte”, dijo el presidente de Biden tras la reunión con su homólogo mexicano Andrés Manuel López Obrador este martes 12 de julio en el Salón Oval de la Casa Blanca.

Era apenas la segunda vez que los dos mandatarios se reunían para conversar cara a cara, como les gusta a ambos, y así lograron disipar la atmósfera enrarecida que desde finales del año pasado envolvía la relación entre los vecinos norteamericanos.

«Son políticos de la vieja escuela a los que les gusta sentarse cara a cara, mirarse a los ojos y tener una negociación», afirmó Andrew Selee, presidente del Instituto de Política Migratoria, en un foro celebrado por el centro de reflexión estadounidense Wilson Center, citado por AFP.

“A pesar de nuestras diferencias y de agravios que no resultan fáciles de olvidar ni con el tiempo ni con buenos deseos, en muchas ocasiones hemos podido coincidir como buenos amigos y verdaderos aliados”, López Obrador.

Fue un encuentro donde el anfitrión principalmente escuchó. López Obrador habló por 31 minutos, mientras Biden solo 10. No se habló de grandes proyectos de cooperación, ni de programas estratégicos conjuntos, ni de tratados comerciales, ni siquiera de los dos frentes de batalla que abrió EE. UU. contra Rusia y China.

Fue más bien una visita cordial entre vecinos para declararse el mutuo respeto y llevar adelante las preocupaciones que los implican a ambos.

Tampoco se entretuvieron en recriminaciones, aunque el mexicano se dio claramente su lugar desde el principio: “A pesar de nuestras diferencias y de agravios, que no resultan fáciles de olvidar ni con el tiempo ni con buenos deseos, en muchas ocasiones hemos podido coincidir como buenos amigos y verdaderos aliados”.

Biden lo escuchó sereno y con sincera atención.

La agenda de 5 puntos

Papeles en mano, sentado uno al lado del otro, el mandatario mexicano expuso una breve agenda de cinco puntos claves donde quiso mostrarse generoso o cooperador.

Sobre el precio de la gasolina, ya que en México el galón cuesta 1,66 menos que en EE. UU., propuso facilitar que los estadounidenses puedan cargar combustible en las estaciones mexicanas de los estados fronterizos. Al mencionarlo, agradeció al presidente Biden que facilitara la compra de la refinería Deer Park en Texas, por parte de la compañía estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) a inicios de este año.

También, ofreció disponer un gasoducto mexicano de mil kilómetros para abastecer a tres millones de ciudadanos en Texas, Nuevo México, California y Arizona, con una capacidad de 750 megawatts de energía eléctrica.

Por otro lado, habló sobre la reciente nacionalización del litio mexicano al aludir a la disposición para una modernización tecnológica conjunta de la industria automotriz de ambos países.

Como medida ante la creciente inflación en ambos países, habló de reducir aranceles y trámites de manera que se puedan reducir algunos precios finales al consumidor en bienes y servicios.

Otra propuesta fue incentivar la producción y el intercambio de productos propios de ambos países para reducir el consumo de productos de otras regiones y continentes, con lo que aludía indirectamente a la penetración china en América.

Finalmente, ante el tema ineludible de la migración pidió un mayor número de visas temporales de trabajo a migrantes centroamericanos y mexicanos.

Esa mano de obra ayudaría a ejecutar el ambicioso plan de desarrollo de infraestructura que prometió Biden.

Apeló a que hay millones de migrantes que viven desde hace años en EE. UU. y contribuyen con su trabajo al desarrollo de esa gran nación y sería justo que se considerara otorgarles un estatus legal.

El presidente estadunidense expresó la preocupación de su gobierno por las condiciones en la frontera y dijo que se han invertido más de 3400 millones en todo el sector fronterizo para atender mejor los flujos migratorios. Además, expresó consternado su preocupación por las condiciones de los migrantes ilegales y manifestó su dolor por la reciente noticia de 53 migrantes ilegales que murieron en un camión cerca de la ciudad de San Antonio. Pero a la vez pidió un poco de paciencia.

El mexicano pareció excesivamente puntual en sus propuestas y el estadounidense demasiado vago en las suyas.

El presidente de EE. UU., agobiado por serias debilidades en su gestión y unas elecciones de medio período a las puertas, escuchó con atención y respeto a su homólogo y vecino.

Biden debilitado

Una reciente encuesta publicada por el New York Times muestra, a tan solo un año y medio de mandato, una evidente debilidad en cuanto al respaldo al presidente Joe Biden.

El costo de la vida, la inflación incontenible y el aumento acelerado de los combustibles han sorprendido a los norteamericanos, quienes no habían enfrentado una combinación de factores que amenazan su economía doméstica y tipo de vida en décadas.

Solo 13% de los votantes estadounidenses consideran que el país va por buen rumbo.

Dos tercios de los independientes, que no se dicen republicanos ni demócratas, desaprueban el desempeño del presidente.

Incluso dentro de su propio partido, el 64% de los demócratas preferiría otro candidato ante una eventual intento de reelección en 2024.

Según la encuesta, el 94% de los demócratas menores de 30 años dicen que preferirían un candidato distinto.

De cara a las elecciones de medio periodo, el 70% de sus propios compañeros de partido lo apoyan, lo cual es bajo, ya que las elecciones son en noviembre y los gobernantes necesitan ganar para mantener control en el Congreso.

Para una eventual reelección de Biden en las elecciones de 2024, solo 26% considera adecuado que vuelva a nominarse.

En ese sentido, pesa principalmente su edad, 79 años, pues es actualmente el presidente de más edad en la historia del país.

Para una eventual candidatura frente a Donald Trump en 2024, la encuesta señala a este con 41% de apoyo frente a Biden con 44%.

El panorama de la política interna estadounidense es turbio y desalentador. La crisis de su clase política ha puesto en riesgo incluso su estabilidad democrática.

Lo que ha quedado claro es que gobernar los EE. UU. requiere de manera indispensable controlar el Congreso. La polarización que ha vivido el país desde la primera década del siglo no ha hecho más que agudizarse, lo cual no es conveniente para la gobernabilidad y, por tanto, tampoco para la democracia.

Pero a Biden le restan aún más de dos años de gobierno, tiene a las puertas un proceso electoral en el cual su partido puede perder el control del Congreso, su respaldo popular se deteriora aceleradamente y su política belicista internacional ha resultado, cuando menos, plagada de errores de cálculo.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, antepone el respeto mutuo a cualquier otro tema en su relación con Estados Unidos.

AMLO revigorizado

A López Obrador le quedan dos años de gobierno, pero parece que su mayor agresividad la ha dejado para esta parte final de su mandato.

No cabe duda de que el presidente mexicano no se ha contenido en querer mostrar su actitud firme ante su poderoso vecino del norte. La reforma energética, impulsada a finales del año pasado, bloquea miles de millones de dólares de inversiones y desencadenó alguna controversia en el marco del tratado comercial de Norteamérica T-MEC.

De igual manera, el desaire de López Obrador a Biden en junio en la Cumbre de las Américas de Los Ángeles, a la que no acudió en protesta por la negativa de la Casa Blanca a invitar a los Gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, irritó a un sector de la clase política estadounidense.

Tampoco le han faltado expresiones disonantes como la del 4 de julio, día de la fiesta nacional estadounidense cuando coronó su falta de tacto con un exabrupto al convocar una campaña internacional de medios de comunicación en favor de que se indulte al australiano Julian Assange, fundador de Wikileaks, en caso de que finalmente sea extraditado a Estados Unidos donde es acusado de espionaje y podría ser condenado a cadena perpetua.

López Obrador dijo que, de no concederse el indulto, habría que hacer una campaña para que se desmonte la Estatua de la Libertad, porque ese monumento ya no tendría sentido.

Pero pese a que los medios habían utilizado en esos desaguisados para echar leña al fuego, el encuentro personal bajó la temperatura.

El resultado de la reunión no solo limó asperezas, sino que reiteró una y otra vez la disposición a trabajar juntos al menos en los temas más acuciantes como migración, donde ambos han aumentado de manera considerable las visas laborales para mexicanos y centroamericanos, y para estos últimos en México, esfuerzo que Biden agradeció pues ha contribuido a reducir la presión.

Hacia la población latina en Estados Unidos y con miras a las elecciones de noviembre, el demócrata reiteró su prioridad en el tema migratorio.

Debido a la política Quédate en México, cada mes más de 200.000 personas, que intentaron entrar en el país solicitantes de asilo, fueron enviadas de vuelta al otro lado de la frontera para que esperen la resolución de sus casos. Recientemente, la Corte Suprema autorizó a Biden poner fin al programa, una de sus promesas de campaña.

Otra preocupación importante que señaló Biden fue el tema del narcotráfico, particularmente, el fentanilo que es una droga sintética producida en México que ingresa por la frontera y para cuyo combate ambos países han desarrollado con éxito esfuerzos conjuntos.

“Nosotros confiamos en usted porque usted respeta nuestra soberanía, cuente con nuestro apoyo y solidaridad siempre”, dijo al cerrar López Obrador.

“Espero que mis acciones demuestren el respeto que le tengo a México, que es un país independiente, un gran país, y yo le tengo a usted un gran respeto también”, le respondió Biden.

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