Mundo Informe 2016 de Oxfam

“Pongan fin a los paraísos fiscales”

Una economía que funciona para el 1% de la población mundial”, es la conclusión del último informe de Oxfam, organización inglesa que ha venido analizando

“Una economía que funciona para el 1% de la población mundial”, es la conclusión del último informe de Oxfam, organización inglesa que ha venido analizando el proceso de concentración de la riqueza en el mundo.

El nivel de riqueza mundial, constituido por el valor total de todos los activos financieros y no financieros menos la deuda total de todo el mundo, prácticamente se ha duplicado en los últimos quince años; ha pasado de $160 billones, en el año 2001, a $267 billones, en 2015.

Sin embargo, la realidad vivida por los miles de millones pertenecientes a los grupos socioeconómicos más pobres no parecería mejorar si las actuales tendencias se mantienen.

Esa es la principal conclusión de Oxfam en su informe, divulgado en vísperas de la reunión de Davos, la ciudad suiza donde se reúne, en enero, una parte de ese enriquecido 1% de personas y empresas, con líderes y políticos de todo el mundo.

La estrella, este año, es el nuevo presidente argentino, el conservador Mauricio Macri. Su presencia en la reunión ha sido anunciada como el retorno de Argentina a los mercados mundiales de capital, donde se espera, sobre todo, el arreglo de Macri con los fondos buitres que especularon con los bonos argentinos.

Escándalo

El informe de este año ha causado escándalo y debate.

Escándalo no tanto por reiterar datos de la ya conocida concentración de la riqueza del mundo en pocas manos, sino por insistir en un proceso que parece no tener fin, hasta llegar a extremos considerados escandalosos, inclusive en Davos.

El aumento de la desigualdad económica, dice Oxfam, agrava las desigualdades existentes entre los grupos sociales, incluyendo la desigualdad de género.

Oxfam denuncia también los mecanismos que han llevado a esa enorme concentración de la riqueza, vinculados a lo que se ha llamado economía neoliberal, como las políticas de austeridad, las privatizaciones o los tratados de libre comercio, y apunta su dedo contra el fraude llevado a cabo por grandes empresas multinacionales desde los paraísos fiscales, con graves consecuencias para toda la humanidad.

Entre 1988 y 2011, señala la institución inglesa, “el 10% más rico de la población ha acumulado el 46% del incremento total de los ingresos, mientras que el 10% más pobre sólo ha recibido el 0,6%”.

Esa concentración se revela todavía mayor al remitirse al resultado del crecimiento económico desde la crisis del 2007, pues el 1% más rico de la población se ha llevado el 95% de ese crecimiento.

“Los más ricos –agrega Oxfam– ganan $5 millones al día sólo en concepto de intereses”, gracias, por una parte, a la gigantesca concentración de capitales en sus manos y, por otra, a la economía de casino en que se ha transformado el mundo de las grandes empresas financieras.

El secreto de este proceso es que, en la mayoría de los países del mundo, la contribución del trabajo en la renta nacional se ha reducido en las últimas tres décadas; por el contario, la del capital “ha ido aumentando, tal y como puso de manifiesto Thomas Piketty en su libro

El capital en el siglo XXI”.

El incremento de los salarios “no mantiene el mismo ritmo que la productividad”, mecanismo que hace posible la transferencia de la mayor parte de la riqueza hacia los dueños del capital.

La tendencia, entonces, es acelerar las disparidades, pues mientras los ingresos per cápita del 1% más rico pasaron, de acuerdo con la Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) de 2005, de algo más de $38.000 a algo más de $49.800; los del 10% más pobre pasaron ¡de $196 a $261!

Entre 1973 y 2014, explica Oxfam, “la productividad neta en los Estados Unidos creció un 72,2%. Sin embargo la retribución por hora del trabajador medio, ajustada a la inflación, solo aumentó 8,7%”.

Si bien Oxfam reconoce que “el porcentaje de la población mundial que vive en situación de pobreza extrema pasó del 36% en 1990 al 16% en 2010”, también señala que el “Banco Mundial calcula que en 2015 había 700 millones de personas en situación de pobreza extrema (viviendo con menos de $1,90 por día)”; o sea, lo equivalente a ¢30.000 mensuales.

La cifra deja en evidencia lo modesto de las aspiraciones, pues lo cierto es que ni con el doble de esos recursos se puede salir de la pobreza extrema.

 Debate

Los datos de Oxfam son cuestionados por los sectores partidarios del “libre mercado”, que tratan de desarmar los razonamientos del informe de la organización inglesa.

Manuel Llamas, de Libertad Digital, critica que “el capitalismo, la austeridad y los impuestos bajos favorecen exclusivamente a los más ricos, perjudicando, así, al resto de la población mundial, especialmente a los más pobres.

“Un mensaje tan simple como efectivo, pero no por ello menos falaz, demagógico y engañoso, al igual que sucede con los infumables informes que periódicamente elabora Oxfam sobre la pobreza”.

Llamas reconoce que la desigualdad en la distribución de la riqueza no es nueva. “En el 2000, el decil más alto de la población poseía el 88,3% de la riqueza mundial”, afirma.

Pero, en su criterio, esto tiene “poco o nada que ver con la mejora real de las condiciones de vida de la población mundial o las tasas de pobreza, y sí mucho con los vaivenes de la Bolsa y el crecimiento o descenso de la deuda privada en los países ricos”.

Su argumento es que “la riqueza de los más pudientes no crece a costa de empobrecer al resto de la gente, sino que depende del mayor o menor valor de mercado que alcancen sus grandes imperios empresariales. Es una riqueza que ellos mismos han creado de la nada”.

“Oxfam –concluye Llamas– sigue sin entender algo básico: que la riqueza no es algo dado, sino que se crea siempre y cuando exista una serie de condiciones que posibiliten su surgimiento (propiedad privada, cumplimiento de contratos y libertad económica).

“No por casualidad, el 70% de la riqueza neta mundial se concentra tan sólo en EEUU, Canadá y Europa, donde el capitalismo lleva tiempo asentado”.

No obstante, en el mismo informe de Oxfam se puede encontrar respuestas a los argumentos de Llamas.

“Tradicionalmente, se ha promovido el libre mercado por considerarse el modelo más eficaz para gestionar la economía, con las leyes de la oferta y la demanda fijando los precios óptimos de todos los bienes y servicios”, dice Oxfam.

El conocido Consenso de Washington, que desde la década de los 80 fue la biblia de las políticas neoliberales, recomendaba a los países en desarrollo una estrategia centrada en la privatización, la liberalización y la estabilidad macroeconómica.

“Este enfoque –enfatiza Oxfam– propugna que los gobiernos deben intervenir lo mínimo posible en la economía productiva para, así, permitir el crecimiento de los mercados. Sin embargo, en la década de 1990 ya se había demostrado las graves deficiencias del modelo impulsado por el Consenso de Washington”.

En su Informe sobre Desarrollo Humano de 1992, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que en su portada traía el gráfico de una copa para ilustrar la distribución de la riqueza a nivel mundial, señalaba que “los pobres –salvo que se les ayude mediante una formulación enérgica y activa de políticas– tienden a irse quedando por fuera del mercado, ya sea en sus naciones o a nivel internacional”.

Eso es lo que ha ocurrido de forma cada vez más acentuada desde entonces, como demuestra el informe de Oxfam.

Sector financiero

Todo este proceso, de concentración de la riqueza y crecimiento de una economía de especulación, está vinculado al crecimiento del sector financiero, como lo muestra el informe de Oxfam.

Desde la década de 1980, las actividades del sector financiero van más allá de ofrecer servicios financieros. De forma creciente, ofrecen una serie de herramientas para crear valor a partir de la especulación con el valor de los activos.

Aunque estos mecanismos no generan valor agregado ni están vinculados a la producción en la economía real, dice Oxfam, “son los que en la actualidad dominan el sector (…) Los beneficios y las remuneraciones del sector financiero están muy por encima de lo que verdaderamente ocurre en la economía real”.

El resultado es que “el 20% de los milmillonarios (en dólares) del mundo en 2014 tenían intereses o estaban involucrados en las actividades de los sectores financiero y de seguros.

Pese a esta realidad, los bancos han sido rescatados durante la crisis que estalló en 2007 “con fondos públicos, un rescate que la ciudadanía tendrá que pagar durante generaciones”.

Además, en años recientes, “trabajadores del sector bancario de todo el mundo se han visto implicados en escándalos relacionados con préstamos con condiciones leoninas y discriminatorias, prácticas abusivas en el servicio de tarjetas de crédito, manipulación de los mercados y otra serie de irregularidades, lo cual ha extendido la opinión de que este sector también se caracteriza por una baja moralidad y una elevada cultura de corrupción”.

Cabe destacar, concluye Oxfam, que, en el caso del sector bancario, una “fuerte presencia en paraísos fiscales ofrece un refugio seguro para la evasión y elusión fiscales. La mayor parte de la riqueza offshore está gestionada por tan sólo 50 grandes bancos, y el 40% de estos activos están gestionados por los diez bancos con mayor volumen de negocio”.

Paraísos fiscales

El estudio de Oxfam se extiende por 42 páginas e incluye siete recomendaciones para transformar esta economía excluyente en otra, incluyente y justas.

Naturalmente, se puede discutir si las recomendaciones están a la altura del desafío o no, pero hacen especial énfasis en la necesidad de poner fin a los paraísos fiscales.

“Se estima que la suma de los ingresos fiscales que pierden África, Asia y América Latina a causa de la riqueza oculta en paraísos fiscales asciende a aproximadamente $70.000 millones anuales”.

Se calcula, por ejemplo, que hasta el 30% del patrimonio financiero de África se encuentra en paraísos fiscales.

En total, se estima que “el 8% del patrimonio financiero individual, $7,6 billones, se encuentra oculto en paraísos fiscales, lo que supone una pérdida de $190.000 millones al año en ingresos tributarios”.

No deja de sorprender que, en 2012, “las empresas multinacionales estadounidenses declararon $80.000 millones de beneficios en las Bermudas (un paraíso fiscal), una cantidad superior a los beneficios que declararon en Japón, China, Alemania y Francia juntas”.

Aunque el informe de Oxfam no lo menciona, hace poco más de un año en Europa se desató un escándalo cuando quedó en evidencia que el actual presidente de la Comisión Europea, el demócrata cristiano Jean-Claude Junker, transformó Luxemburgo en un paraíso fiscal en el periodo en que fue primer ministro del Gran Ducado, entre 1995 y 2013, cuando, además, ocupó las carteras de Finanzas, Trabajo y Empleo, y Presupuesto.

“Pequeño gran paraíso fiscal”, tituló en noviembre del 2014 el corresponsal de El País de España en Luxemburgo su artículo sobre el tema. Ahí ironizaba: 1.600 empresas tienen su sede en las tres plantas de arriba de un edificio céntrico de la ciudad; “a razón de más de 500 compañías por piso”.

Esas cifras pueden decir dos cosas, agregó, “o las apreturas son sensacionales, o eso explica que las palabras ‘paraíso’ y ‘fiscal’ estén sacudiendo los cimientos del país con mayor renta per cápita de la UE, que no es otro que la patria del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junker”.

No se puede descartar que esa haya sido una razón importante por la que lo eligieron para ese cargo.

Lo cierto es que Oxfam afirma que la actual arquitectura fiscal mundial “socava la capacidad de los Gobiernos para recaudar los impuestos que les corresponden, facilitando la evasión y elusión fiscal transfronteriza y la ocultación de riqueza, especialmente a través de los paraísos fiscales”.

Incluso se han encontrado pruebas de que 90 de las 100 empresas más grandes del mundo y una proporción igual de las socias estratégicas del Foro Económico Mundial de Davos “tienen presencia en al menos un paraíso fiscal”.

“Los datos del FMI revelan que la inversión empresarial en paraísos fiscales se ha multiplicado casi por cuatro entre 2000 y 2014 (…) “Se estima que los países en desarrollo pierden cada año al menos $100.000 millones como consecuencia de la evasión de impuestos por parte de las grandes empresas”, se agrega en el informe.

“Aquí se evade de forma indecente”

“Aquí se evade de forma indecente el pago de impuestos”, afirmó la semana pasada el presidente de la República, en medio de una discusión para crear un registro de accionistas que facilite el control de la evasión. Una medida a la que se oponen las cámaras empresariales.

Costa Rica no escapa de los mecanismos denunciados por Oxfam como los instrumentos de ese proceso concentrador de la riqueza. El Tratado de Libre Comercio (TLC) se transformó en la mayor estafa económica, política e intelectual realizada en Costa Rica, encabezada por el presidente de la República de entonces, Óscar Arias, y su gobierno.

Un proceso que comenzó mucho antes con la privatización de la banca, financiada por la AID en la primera mitad de los años 80, ha seguido con la salud y la educación, hasta culminar con el TLC y la privatización de las telecomunicaciones, los seguros y las obras públicas, esto último pretende poner las carreteras en manos privadas, bajo el pretexto de que el Estado no las puede construir.

Para eso destrozaron el Ministerio de Obras Públicas, con las consecuencias que vemos hoy, del mismo modo que avanzan en la destrucción del ICE.

Con la firma del TLC, Costa Rica cedió a las iniciativas de lobby de la industria farmacéutica, que se centran, como dijo Oxfam, “en ampliar los derechos de propiedad intelectual, tanto en términos de duración de la exclusividad comercial, como de ampliar el ámbito de las normas de propiedad intelectual”.

Además, se entregó la solución de controversias a tribunales internacionales decididamente inclinados a los intereses privados.

Mientras tanto, seguimos esperando los BMW por los que iban a cambiar nuestras bicicletas.

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