Mundo Entrevista

Osvaldo Torres: En Chile el escenario ya no permite rescatar una posición moderada

El antropólogo chileno reflexiona sobre la primera ronda de elecciones en Chile y el proceso de descontento en su país con la “vieja política”.

“No creo en ninguna de esas tesis”, dijo Osvaldo Torres, antropólogo y director de la fundación Casa Común, una iniciativa de un grupo de personas de origen socialista que desde 2018 buscan conformar una alianza política “que permita superar el neoliberalismo” y defienden la necesidad de una nueva constitución para Chile.

Torres responde así a Ernesto Ottone, exasesor del presidente Ricardo Lagos (200-2006) que la semana pasada dijo, en una entrevista al diario conservador El Mercurio, que en Chile ya no había espacio para las “fuerzas moderadas”.

Para algunos, el resultado electoral del domingo confirma su opinión. Los dos candidatos que pasan al segundo turno el 19 de diciembre —José Antonio Kast y Gabriel Boric— representan los dos extremos de la oferta electoral del domingo pasado. Con la casi totalidad de votos contados, Kast obtenía 1.961.122 votos (27,9%), frente a los 1.814.809 (25,8%) de Boric.

”…La política recuperó la razón cuando concertó el acuerdo más fundamental de Chile en los últimos 200 años; cuando convocó el pueblo a una constituyente y estableció un calendario para su realización”. 

¿Es cierto que desapareció el espacio para un progreso gradual, un lugar para la razón en la política, como dice Ottone?, le pregunté.

—Lo que Ottone quiere decir es que la política ha perdido la razón y que sería necesario rescatar una posición moderada. Pero, el escenario ya no lo permite, dice Torres.

En su opinión, “la política recuperó la razón cuando concertó el acuerdo más fundamental de Chile en los últimos 200 años; cuando convocó el pueblo a una constituyente y estableció un calendario para su realización. Eso me parece altamente razonable. Pero los actores no son los tradicionales, con los que Ottone se siente identificado”.

El debate plantea dos visiones de un Chile que se alistaba para asomarse a las urnas al día siguiente, el domingo 21, mientras conversábamos con Torres en un café en Peñalolén, al pie de la cordillera que el sol de la tarde del sábado dibujaba con todos sus recovecos, con un detalle espectacular.

Ningún programa revolucionario

Ottone también está equivocado cuando plantea la idea de un cambio moderado, porque eso “significa un retroceso profundo a los valores autoritarios de Pinochet”, dice Torres.

“Tampoco estoy de acuerdo con la afirmación de que desapareció el espacio para los cambios moderados. No veo planteado ningún programa revolucionario”.

“Yo podría decir que Boric representa los cambios graduales que Chile necesita. Cambios profundos, asociados a dos condiciones: por un lado, que existan las mayorías electorales y sociales que le den sustento y, por otro, que exista la institucionalidad política necesaria para que eso se consolide.

El ultraderechista José Antonio Kast (izquierda) y el izquierdista Gabriel Boric (derecha), con programas y conceptos antagónicos del futuro de Chile, se enfrentarán en una segunda vuelta electoral el 19 de diciembre de 2021 para convertirse en el próximo presidente de Chile. (Foto: AFP).

¿Comparte su visión de que la disputa por la presidencia se da entre una izquierda radical y una derecha dura y autoritaria?

—La idea de izquierda radical en Ottone es despectiva. Dice que es una izquierda  “teóricamente pobre”. Creo que ese programa de lo que llama “izquierda radical” tiene muchos puntos de coincidencia con el programa de la llamada centroizquierda moderada.
“Pero en el país hay un proceso de descontento profundo. Hay una crisis de representación política, de lo que se ha llamado la ‘vieja política’, la que ha administrado el Estado en los últimos 30 años. Y los líderes del pasado no están disponibles para hacer esos cambios.

¿30 pesos o 30 años? ¿Cuál fue la razón de la protesta?

—La pregunta tiene diversas respuestas. La de Torres es que “hay que diferenciar entre el detonante y las causas de las protestas”.

“En Chile ha habido experiencias de aumento de tarifas —como la ‘Revuelta de las chauchas’, en el gobierno de González Videla, en 1949— que, por tener una sola motivación, no produjeron transformaciones profundas”.

El alza tarifaria del metro (los 30 pesos) produjo un estallido. Ahora había múltiples problemas no resueltos, como las pensiones, o la desigualdad de género, dice Torres.

“Creo que son 30 años. Pero no como lo quieren hacer creer algunos, para quienes los 30 años no valieron para nada, los que quieren desconocer la disminución de la pobreza o la expansión de la educación”. Eso es un disparate, asegura.

“Son 30 años de una sociedad que no priorizó adecuadamente las tareas que tenía que desarrollar.

“La lucha contra las desigualdades, tan valorada por la izquierda, no fue puesta en la agenda hasta la segunda década de este siglo…”

“No se reguló un mercado abusivo en un país que va en crecimiento económico. Los ricos se llevaron más dinero que los pobres y de maneras indebidas, pero la política era impotente ante eso y la rabia estalla en determinado momento. A eso habrá que agregar las humillaciones que los ministros, desubicados, venían cometiendo contra la población.

“Por eso, no creo que sea un estallido. Es una rebelión social que expresa el interés de múltiples actores que, sin una conducción política, termina por centrarse en una única demanda: la asamblea constituyente. Una solución política que engloba el conjunto de las demandas de la sociedad”.

El gobierno de Lagos (2000-2006), un intento de Tercera Vía en los tiempos del inglés Blair y del alemán Schröder, ¿dejó algo, alguna experiencia valiosa para Chile y América Latina?

—Creo que muchas. La Tercera Vía fue el proyecto de neoliberalización de la socialdemocracia europea, una estrategia defensiva ante la ofensiva neoliberal a nivel global. Pero se transformó en una forma de normalizar la Tercera Vía en el planeta.

El costo de este proyecto “fue divorciar los partidos obreros, tanto en Alemania como en Inglaterra, de esa representación política. Francia fue el ejemplo más patético. El movimiento obrero no solo está fragmentado, sino que no apoya ninguna alianza de izquierda.

“En su expresión latinoamericana, la Tercera Vía se expresó de manera más clara en Chile que en otros países. Siempre me llamó la atención que cuando se hablaba de gobiernos progresistas en la región, nadie tomaba en cuenta los gobiernos de la Concertación. Los veían como una modernización neoliberal. Fue un gran debate: si eran gobiernos antineoliberales o no. Creo que esa discusión la cerró (el sociólogo) Manuel Antonio Garretón, cuando afirmó que fue un neoliberalismo corregido que permitió otorgar legitimidad electoral al modelo.

Según Ottone, los últimos 30 años fueron los mejores de Chile. ¿Lo fueron?

—Dime donde vives y tendrás la respuesta de si lo fueron o no. Si vives en un departamento de 40 metros cuadrados, en una vivienda social y con tres niños, eso no es cierto. Si vives acosado por el narcotráfico y por la violencia, no son los mejores 30 años de tu vida.

“Si vives en barrios como Providencia, o Vitacura, con grandes áreas verdes y con una dotación policial muy grande, puede que sean los mejores 30 años.

“Depende de en cuál comuna viviste. Si eres de los precarizados sociales, no fueron los mejores 30 años”.

¿Cuál fue el acierto y el error de esos 30 años?

—Haber generado programas en salud que dieran garantías de atención médica a la población, como el Auge, es el fenómeno que indica el raquitismo de la idea de los derechos que predominó en esos años. Auge es un programa bien orientado, pero raquítico. Va en una dirección correcta, pero no tiene la fuerza política necesaria para concretar las garantías de salud que la gente necesita.

“Se trata de una alianza público-privada que se transformó en una nueva forma de transferencia al sector privado de lo que el sector público no podía hacer.

“Políticas públicas en el marco de una estructura institucional de carácter neoliberal, con un Estado ausente del rol de protección de derechos, eran solo paliativos sociales. El cambio de escenario permitirá una institucionalidad que haga más eficiente esas políticas públicas”.

Lula recordó en París, esta semana, que cuando estuvo allá, en 2011, el mundo sufría los impactos de la crisis del capitalismo del 2008, resultado de una especulación financiera desenfrenada. Y que, diez años después, los desafíos siguen siendo los mismos, pero más urgentes. Afirma que el mundo retrocedió. ¿Es el caso de Chile? ¿Usted comparte esa idea?

—“Si uno lo enfoca desde la perspectiva de lo que ocurrió a nivel mundial, hay un retroceso no solo de los indicadores económicos, de la concentración de riqueza, sino que no hay avances sustantivos en el control del cambio climático.

“El grado de desprotección y precarización del trabajo es profundo. La respuesta contra la pandemia se ha mostrado desarticulada, ha incrementado la idea de que la salud funciona cuando las grandes farmacéuticas ganan dinero. Hay una comercialización del conocimiento científico. En el plano más global, ciertamente, hay retrocesos.

“Pero, desde la perspectiva local eso es discutible, porque el proceso que se abrió en Chile en 2011 con las protestas estudiantiles ha transformado al país hasta tal punto en que estamos discutiendo una nueva constitución política.

“Puede ser el primer país que va a discutir una nueva constitución en el siglo XXI con el tema de salvar el planeta, muy metido en la nueva generación, con una comisión que está debatiendo paritariamente los temas. Es la primera vez que tenemos a los pueblos originarios representados en una institución que va a decidir su tipo de inclusión en el país.

Lula también habló de la necesidad de la integración latinoamericana, de la importancia de haber establecido un foro político y diplomático autónomo en relación con los Estados Unidos, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Hoy no veo a Chile alineado con esa idea. ¿Le parece una idea necesaria? ¿Podrá resurgir como resultado de estas elecciones?

—“La política internacional de Piñera ha sido desastrosa, no solo porque rompió la tradición de una política alineada con los avances del derecho internacional. El gobierno intentó relativizar los crímenes de lesa humanidad. En ese sentido, rompió una tradición importante en el país. Alineó la política en función de la ideología, con su viaje a Cúcuta y el apoyo a Guaidó en Venezuela; trató de crear una internacional conservadora que pudiera consolidar por muchos años los gobiernos conservadores en la región.

“Esto se ha ido diluyendo, con lo ocurrido en Bolivia, con la situación peruana; se abre la posibilidad de que Bolsonaro no logre el continuismo. Hay espacio político, y eso permite que organismos como la Celac recuperen un espacio como instrumento de autonomía regional importante, de no alineamiento en la disputa chino-estadounidense.

Chile necesita una política autónoma, que no pueda involucrarse en la disputa de los dos bloques.

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