En marzo se cumplió el segundo aniversario de la “Operação Lava-Jato”, el mayor caso de corrupción investigado en Brasil, que involucra el pago de coimas en la petrolera brasileña Petrobrás por empresas constructoras, aunque luego la investigación se ha extendido a otras empresas o instituciones públicas.
Los datos, resumidos por la prensa brasileña, son impresionantes. Según el Tribunal de Cuentas del Estado, se trata de recursos estimados en 29.000 millones de reales. Si se calcula el valor del dólar en cuatro reales (en los últimos meses ha oscilado entre 3,8 y 4,0) son $7.250 millones. La policía Federal estima, sin embargo, que la estafa puede llegar a 42.000 millones de reales; o sea, más de $10.000 millones.
Hasta ahora se han recuperado 2,9 mil millones de reales y bienes por otros 2,4 mil millones, de personas acusadas en el caso han sido bloqueados.
Las investigaciones, que se iniciaron hace dos años sin que se pudiera prever la magnitud de lo encontrado, comenzaron con la investigación de los llamados “doleros”, personas que, en Brasil, negocian con el dólar, pues en el país no está permitido tener cuentas en esa moneda. Pero, luego involucró a operadores financieros, diputados, senadores, ministros y ahora al expresidente Luis Inácio Lula da Silva. Incluye también al vicepresidente Michel Temer, al presidente del Senado, Renan Calheiros y al del Congreso, Eduardo Cunha, además de líderes de la oposición, como el excandidato presidencial Aécio Neves, del PSDB.
Se ha ordenado la prisión de 134 personas. Actualmente las condenas por el caso suman 990 años, en 93 condenas. Las más recientes fueron dictadas el pasado 8 de marzo, cuando el expresidente de la mayor empresa constructora brasileña, Marcelo Odebrecht, fue condenado a 19 años y 4 meses de prisión, junto con otros ejecutivos y funcionarios.
Las investigaciones, llevadas a cabo por un juez federal, Sergio Moro, desde el sureño estado de Paraná, y por un equipo de casi 3.000 agentes de la Policía Federal, apunta ahora al expresidente Lula, al que acusan de haber recibido un departamento en la playa de Guarujá, en São Paulo, y una finca, como “propinas” de las empresas constructoras.
La esperanza es un lujo
La frase sobre la esperanza en Brasil es de la escritora y periodista brasileña Eliane Brum. Resume, desde su punto de vista, la situación caótica del país que la dirigente del opositor partido Socialismo y Libertad (PSOL), Luciana Genro, calificó como la “corrupción de este sistema político podrido”.
Lo que está en juego ahora es el destino del gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, reelegida a fines del 2014 para un segundo período de cuatro años. Aunque no ha sido personalmente acusada en las investigaciones del caso de corrupción conocido como Lava-Jato, el mayor escándalo de la historia reciente del país, el gobierno de Dilma se debilitó políticamente desde la constitución de su gabinete en este segundo período, con carteras claves como la de Hacienda o Agricultura entregadas a personajes claramente identificados con las políticas neoliberales que el Partido de los Trabajadores (PT) decía combatir.
El país salió dividido de esas elecciones, que Dilma ganó con 51,6% de los votos. Neves, del conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), el mismo del expresidente Fernando Henrique Cardoso, obtuvo en el segundo turno un 48,3% de los votos. El Congreso, profundamente fraccionado, resultó ser el “más conservador” de los últimos períodos, según analistas brasileños.
El triunfo de Dilma fue recibido con alivio por sectores de la izquierda latinoamericana.
“El domingo 26 (de octubre del 2014) se jugaba bastante más que el cambio o la continuidad del proyecto político de su gobierno, se jugaba la definición del mapa geopolítico regional. Con el triunfo de Dilma respiramos más tranquilos en Suramérica”, dijo, entre otros, el periodista Aram Aharonian.
Pero no fue así. Debilitados por diversas razones, sometidos al acoso de las posiciones más conservadoras, uno a uno los gobiernos del postneoliberalismo en América Latina han ido perdiendo posiciones. Ha sido así en Venezuela, en Argentina y ahora la ofensiva se concentra en Brasil.
El destino del gobierno de Dilma está ahora en manos de una comisión de 65 diputados, que deberá proponer a la Cámara una resolución sobre el “impechment” contra la presidenta, basada en acusaciones de uso ilegal de recursos en la campaña. El informe deberá estar listo en unos 40 días y se estima que la comisión está bastante dividida entre la condena y la absolución. Luego de ser votado por los diputados, deberá pasar al Senado, que decidirá el destino del gobierno.
En Brasil, despiertan ahora los viejos fantasmas. No faltan quienes piden el retorno de los militares, como lo muestran los carteles que portan en las marchas opositoras, algo que el comandante del Ejército volvió a rechazar la semana pasada.
“No hay comparación con 1964”, dijo el general Eduardo Villas Bôas. “Primero, porque hoy no tenemos el factor ideológico”, la Guerra Fría. El segundo aspecto, agregó, “es que hoy Brasil tiene instituciones sólidas y maduras, con capacidad para encontrar los caminos de salida para la crisis”. Villas Bôas estimó “lamentable” los pedidos de intervención del ejército para resolver la crisis.
Nada es más importante que el Estado democrático de derecho
Miguel Lopes es un joven empresario de poco más de 30 años, que maneja con éxito una pequeña empresa de dos camiones que vende hamburguesas en la calle.
Sus reflexiones, publicadas en su página de Facebook, destacan algunos aspectos claves del debate político en Brasil. A continuación se ofrece un resumen de su pensamiento.
Nada en un país es más importante que el Estado democrático de derecho. Sin él no hay investigación contra la corrupción (o solo la que atienda a intereses específicos), no hay seguridad (jurídica) para abrir y operar empresas y fácilmente los intereses de algunos comienzan a invadir la vida de los ciudadanos.
No sacamos nada con tener el mejor poder ejecutivo o legislativo, si ambos son rehenes del judicial. A pesar de que gran parte de los problemas del poder judicial tienen su origen en el legislativo, quizá el menos importante sea el ejecutivo, ya que sin una buena base de los otros dos, se hace muy difícil ejecutar las cosas. Necesitamos enfocarnos más en eso y eso significa mejores leyes y mejor aplicación de esas leyes. Divulgar audios sin la debida investigación de los hechos y respeto a la otra parte no es trabajo de la justicia, esto es apenas política.
Lo cierto es que todo es política. El manifestante sin partido es político, los medios son política, la religión es política, y todo lo demás. Lo queramos o no. Hay que dejar de decir que no nos gusta y que no queremos involucrarnos en política, porque esa actitud también es política. Y una de las peores posibles.
Y si hablamos de política, tampoco sacamos nada si decimos que ningún partido nos representa. ¡Nuestro sistema es partidario! Si no tienes partido, tienes muy pocas e ineficientes formas de que te oigan. ¿No te gusta? Crea un partido y has una propuesta de ley para cambiar eso. Pero le digo: no va a pasar. Vamos a tener que lidiar con partidos. Lo mejor es elegir de una vez uno, aun con sus imperfecciones, y tratar de mejorarlo.
Y si hablamos de partido, tampoco sacamos nada con ir a manifestaciones y decir que estamos ahí solo contra la corrupción. La manifestación fue convocada por partidos de oposición, participaron políticos de oposición y fue divulgada por todos los medios como una manifestación contra Dilma y el PT. No sacamos nada con decir que Aécio (Neves, senador y candidato presidencial derrotado por Dilma) y Alckmin (gobernador de São Paulo, del opositor PSDB) también fueron abucheados. Eso no cambia lo demás. Si fuiste solo contra la corrupción, lamento decirte: fuiste apenas carne de cañón. Hasta ahora las investigaciones alcanzan solo al PT y a sus aliados (aunque existen innumerables pruebas contra Eduardo Cunha (el presidente del Congreso, un antiguo aliado del gobierno y ahora en la oposición), Aécio, Alckmin, etc.). Decir que esto es el comienzo y que después otros serán investigados es apenas un sueño (por lo menos inocente), sin señales de que vaya a pasar.