El 9 de mayo, Día de la Victoria, rusos y ucranianos celebraban por separado la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, luego de que durante más de 70 años fue una conmemoración que los hermanaba y llenaba de orgullo.
A diferencia del 24 de febrero, ahora el presidente ruso Vladimir Putin sonaba más comedido en sus palabras. Parece que su “operación militar especial” se prolongó más de lo que había calculado, ni siquiera la amenaza de una hecatombe nuclear parece persuadir a Occidente en su afán de acorralarlo, sabe que, en el “frente económico” de la guerra, las sanciones han provocado desastrosas bajas, aunque cuenta con poderosos aliados como China, esta enfrenta sus propios problemas con el COVID-19 y nadie quiere meter la mano más de lo permitido en el conflicto. Ahora toca esperar, soportar los embates, convencer a su pueblo de que esa guerra, aunque se trata de la invasión a un país hermano, es por su soberanía.
Por su parte, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, no contenía sus palabras llenas de rencor contra Rusia, envalentonado con la exagerada inyección militar y económica de Occidente, pasó del discurso lastimero al desafiante y aseguraba que luchará hasta vencer a Rusia; parece que Joseph Biden lo convenció que de Putin tiene sus días contados y el líder ucraniano pasó de un ser peón de gambito al adalid de Occidente.

Mientras tanto, las bombas caen, la sangre corre, reina el caos y las ondas expansivas de esa confrontación se extienden a gran velocidad por todo el globo causando más penurias e incertidumbre.
Más de 8 millones de personas han tenido que dejar sus casas y encontrar refugio en otro lugar de Ucrania, más de 5,9 millones han tenido que huir del país desde el 24 de febrero según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
La guerra será larga, vaticinan algunos, otros claman casi con desesperación que se imponga la paz.
Liderazgo tóxico
El liderazgo político de EE. UU. está muy debilitado y, quizás, su máxima expresión en 60 años fueron los acontecimientos del 6 de enero 2021, en el capitolio, momento en que la cacareada democracia estuvo a punto de venirse abajo cuando las hordas republicanas rompieron toda compostura civil alegando que les habían robado las elecciones.
Por un lado, Donald Trump quien no reconoce los compromisos que como potencia contaminante tiene EE. UU. respecto del cambio climático y la protección del ambiente, arrastra de manera irresponsable, cuando no criminal, al resto del planeta por una crisis suicida a mediano plazo. Por el otro, Joseph Biden declara una guerra obsesiva contra Rusia e involucra en ella a la fuerza militar de la OTAN, provocando una crisis más seria que la que causó la pandemia de COVID-19 y las medidas para contenerla.
“Si Occidente jamás había desatado una persecución de las dimensiones y con la celeridad que lo ha hecho contra Rusia es porque tiene mucho en juego.”
Para algunos analistas críticos de Occidente, ese liderazgo tóxico reclama que sea contrapesado por otras fuerzas políticas en el mundo.
Pero EE. UU. sigue siendo la principal potencia del mundo: económicamente, supera por mucho a la de su seguidor inmediato que ahora es China; culturalmente, su influencia se proyecta de forma global amparada en la tecnología y los medios de comunicación; militarmente, cuenta con la OTAN que es la organización militar más poderosa del planeta. En conjunto, la inversión en defensa de los 30 socios aumentó un 3,9% en 2021. El 70% corresponde a EE. UU.
La caldera está por reventar
Si Occidente jamás había desatado una persecución de las dimensiones y con la celeridad que lo ha hecho contra Rusia es porque tiene mucho en juego.
Si Rusia gana en su operación militar especial, Occidente quedaría en ridículo, pues ni con todas sus sanciones podría obtener su objetivo. Si la OTAN gana, para los otros polos del mundo y otras naciones crecientes como China, India, Brasil, los países árabes, Latinoamérica (recuérdese que ya Biden ofreció a Colombia ser socio de la OTAN) quedarían expuestos ante un bloque occidental que quiere ser quien dicte el nuevo orden mundial.

En ese nuevo orden, Occidente seguiría acosando a Rusia con el argumento de lo ya sucedido en Ucrania.
Si el principal argumento de Putin para su pasaje al acto en la guerra de Ucrania fue el inminente ingreso de esta a la OTAN, ahora todo se complica más con el anuncio de Finlandia y Suecia, tradicionalmente neutrales, de sumarse a la organización.
«Es seguro al 100% que Finlandia va a ser candidata y bastante probable que sea miembro antes de fin de año», afirmó a la AFP Charly Salonius-Pasternak, investigador en el Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales. La adhesión de Finlandia duplicaría la frontera terrestre de la OTAN con Rusia, llevándola hasta los 2.600 kilómetros.
Acorralar a Rusia no es una medida sensata ni una solución, según algunos analistas como el famoso académico estadunidense Noam Chomsky, quien es una de las figuras que más aboga por conseguir una paz pronta.
Hasta Trump
“El departamento de Estado ha reconocido que antes de la invasión rusa a Ucrania, Estados Unidos no hizo esfuerzo alguno en abordar la que Putin mencionaba como la más importante de sus preocupaciones de seguridad: la posibilidad de que Ucrania se volviera miembro de la OTAN”, decía el académico hace una semana.
El analista sorprendió al mundo cuando dijo hace unos días en una entrevista con Thujmen Sprakel, docente y redactor del portal de educación neozelandés, EduKitchen.nl., que: “Afortunadamente un estadista en los Estados Unidos y Europa ha hecho una propuesta muy sensible sobre cómo resolver la crisis al facilitar las negociaciones, en vez de socavarlas, y para avanzar con miras hacia el establecimiento de algún tipo de acomodo en Europa… en el que no haya alianzas militares, sino solo un acomodo mutuo” y luego reconoció que a muy a su pesar, porque lo sigue considerando una persona nefasta para la humanidad, esa persona era Donald Trump. Con esa afirmación dejaba ver la insensatez en que han caído los líderes occidentales y a dónde han conducido sus decisiones en el manejo de la relación con Rusia y la necesidad de una visión realista y humanista.
El papa Francisco también se ha expresado en ese sentido: «los ladridos de la OTAN a la puerta de Rusia» llevaron al jefe del Kremlin a reaccionar mal y desencadenar el conflicto. «Una ira que no puedo decir si fue provocada», se pregunta, «pero facilitada, tal vez”, señalaba el diario italiano con Corriere della Sera tras una entrevista la semana pasada, en la cual, además indicó su voluntad de viajar a Moscú a hablar con Putin antes de ir a Ucrania.
Otra de las figuras políticas que parece querer encabezar una salida diplomática es el recién reelecto presidente francés Emmanuel Macron, quien parece retomar la postura de su viaje antecesor Charles De Gaulle, quien señalaba los riesgos de la OTAN y de dejarse arrastrar por el liderazgo de EE. UU., y se ha empeñado en una maratónica labor diplomática que replantea los mecanismos actuales de la seguridad europea.
El juego de la Unión Europea
Hasta noviembre de 2021, Europa parecía poder convivir con un vecino incómodo pero necesario como Rusia. El gasoducto ruso alemán en el mar Báltico Nord Stream II aseguraba esa relación, así como el suministro de gas y combustible ruso a Europa por Alemania.
Los conflictos en Ucrania se podrían canalizar mediante los acuerdos de Minsk II, aunque estos no se hubieran respetado en ocho años de guerra en la zona del Donbás. Al menos así parecía considerarlo el presidente Macron, que hacía esfuerzos por la conciliación mediante el llamado Cuarteto de Normandía con Alemania, Rusia y Ucrania.
La salida del poder de la canciller alemana Angela Merkel y su sustitución por el socialdemócrata Olaf Scholz cambió radicalmente la postura de esa nación y las opciones diplomáticas se esfumaron.
Ganancia de pescadores
Con el argumento de liberar a Europa de la dependencia del gas y combustible rusos, muchos se frotan las manos con propuestas de asumir ese vacío. El primero, desde luego fue EE. UU., pero rápidamente se han sumado otros.
Francia y España ya discuten la puesta en marcha del gasoducto MidCat. Lanzado en 2003, el proyecto MidCat (regiones, francesa de Midi y española de Cataluña) pretende unir las redes gasísticas de Francia y España mediante un gasoducto de 190 kilómetros entre Hostalric, al norte de Barcelona, y Barbaira, cerca de Carcassonne, atravesando los Pirineos.
Su objetivo es conducir el gas de Argelia al resto de Europa y poner fin al aislamiento energético de la Península Ibérica, que solo está unida a Francia, y al resto de la Unión Europea, por dos gasoductos de poca capacidad.
Tras años de obras, el proyecto, rebautizado STEP (South Transit East Pyrenees), fue finalmente abandonado a principios de 2019 tras el dictamen desfavorable de los organismos reguladores francés y español por su impacto medioambiental, denunciado por los ecologistas, porque un estudio en 2018, encargado por la Comisión Europea, llegó a la conclusión de que no podría ser rentable.
Por su parte, el Kremlin reaccionó de inmediato y el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia viajó este martes a Argelia para reforzar la «asociación» con este país aliado de Moscú e importante productor de gas, cerca de un 11% que se consume en Europa.
El canciller Serguéi Lavrov se entrevistó con su homólogo argelino Ramtane Lamamra y con el presidente Abdelmadjid Tebboune, según la portavoz de la diplomacia rusa, Maria Zajárova.
China y avance de la OTAN
La declaración de una amistad “sin límites” expresada por el presidente chino Xi Jinping en las vísperas de la invasión rusa a Ucrania, posiblemente, tenga su origen en una preocupación que también contemplan otros países del mundo, especialmente, potencias emergentes y es que se consolide la hegemonía de Occidente liderada por EE. UU.
“El verdadero objetivo de EE. UU. en el Indopacífico es crear una rama de la OTAN en la región”, dijo en marzo el ministro de Exteriores de China Wang Yi.
A finales del año pasado, la administración Biden promovió la creación del pacto de defensa Australia, Reino Unido y Estados Unidos, conocido como Aukus, para facilitar la adquisición de submarinos atómicos a Australia.
- UU. prepara una serie de citas con miras a sus intereses en Asia. El jueves y viernes Biden recibe en Washington a los líderes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) para reafirmar los intereses de Estados Unidos en esta región, escenario de tensiones con Pekín.
Una semana después viajará a Japón y Corea del Sur. En Tokio, también participará en una cumbre con los demás líderes del «Quad», una alianza de cuatro países (Australia, India, Japón y Estados Unidos) para contrarrestar las ambiciones de China.
