Las grietas se están haciendo notar, dice un artículo de la agencia china Xinhua refiriéndose a las “democracias liberales occidentales”. Después de varios cientos de años, el modelo occidental “empieza a mostrar su edad”.
Escrito en las vísperas del XIX congreso del Partido Comunista de China, celebrado la semana pasada, el artículo plantea las alternativas frente a las cuales se encuentra un mundo descuadernado, que cruje bajo las olas del temporal que lo agobia. Desde la amenaza de guerra en la frontera china, entre Corea del Norte y Estados Unidos, hasta las tensiones en Medio Oriente, pasando por la crisis que afecta Europa, cuyo esquema de integración enfrenta el desafío del retiro británico y las presiones de una inmigración que busca refugio huyendo de las guerras y la pobreza en África y el Medio Oriente.
Revisando el orden mundial
Si el congreso del partido que dirige China hace ya casi 70 años tenía como objetivo repasar el desarrollo del país en el último quinquenio, analizar los desafíos y plantear las políticas para el próximo quinquenio, el momento fue propicio para revisar también un orden mundial cuya estructura, surgida al final de la II Guerra Mundial, no responde ya a la realidad del mundo actual.
El congreso fue la ocasión para que China presentara la suya como una alternativa: “El sistema chino conduce a la unidad social en lugar de a las divisiones que son la inevitable consecuencia de la naturaleza antagonista de la democracia Occidental actual”, dice el artículo, que apunta contra una “democracia capitalista” que se “vuelve cada vez más oligárquica en su naturaleza”.
Las críticas contra el sistema chino, desde un punto de vista occidental, no se hicieron esperar. En casa, los instintos del presidente Xi son, por lo menos, “tan poco liberales como los del su colega ruso”, el presidente Vladimir Puntin, escribió la revista británica The Economist, para quien Xi Jinping “tiene más influencia que Donald Trump”. Pero, para la revista, eso debe ser motivo de preocupación.
“Más de lo mismo” escribió, por su parte, Macarena Vidal, corresponsal del diario español El País en Pekín. En su opinión, el presidente chino dejó “claro que las políticas de sus próximos cinco años de mandato serán una continuación de los primeros. Y que no habrá espacio para la divergencia, ni la puesta en duda de la supremacía del Partido”.
El papel del partido en la sociedad china es un tema clave para la crítica occidental, que critica la preponderancia del Partido Comunista. Pero los dirigentes chinos no se olvidan de las lecciones de lo ocurrido en la Unión Soviética, de los errores que provocaron el desmoronamiento del partido y, finalmente, de la propia Unión Soviética.
Para Adrián Foncillas, de El Periódico de Cataluña, el milagro chino descansa “en el desprecio de Pekín hacia esas fórmulas liberales que Occidente le ha sugerido durante décadas y que hundieron a la antigua Unión Soviética”. China aprendió del fracaso de la URSS, de las violaciones a la ley y a las normas de funcionamiento del partido que condujeron a la dictadura de Stalin y finalmente a la caída del socialismo en la Unión Soviética. De modo que, en su discurso, Xi ha enfatizado también la importancia del respeto a la legalidad socialista y a las leyes del país.
Todos los que han preferido acentuar un tono crítico en sus comentarios sobre el congreso se han referido también a la creciente influencia del presidente Xi Jinping, que equiparan con la de líderes de la dimensión de Mao Zedong, el fundador de la república, o Deng Xiaoping, el gran modernizador de sus políticas, una lista corta a la que se sumaría ahora Xi.
Xi, y solamente Xi es, precisamente, el título del artículo que Raphaël Balenieri, corresponsal en la capital china del diario francés Libération, dio a su artículo. Al cabo de su primer mandato de cinco años, Xi “ha aplastado la disidencia, conducido una política económica e internacional ambiciosa… e impuesto un dominio sin discusión”, afirmó.
Entre las medidas destacadas impulsadas por Xi está la lucha contra la corrupción. Más de 1,3 millones de funcionarios sancionados, una campaña que el presidente reiteró, en su lago informe al congreso, que continuará, consciente en que, en esta lucha, se le va la vida al partido. Los informes sobre el congreso destacan que las referencias a esa lucha fueron las partes más aplaudidas del discurso de Xi.
Socialismo chino
Xi enfatizó en el carácter socialista de la economía y la sociedad, enfatizando que se trataba de “un socialismo con características chinas”. “No podemos trasplantar mecánicamente las modalidades de los sistemas políticos extranjeros”, agregó.
No faltan quienes discuten ese carácter, entre otras cosas por el papel de la economía de mercado que Xi prometió profundizar. Ya en enero el presidente había despertado expectativas cuando asistió a la reunión de Davos, que reúne todos los años a algunos de los principales capitalistas y ejecutivos de empresas multinacionales en esa ciudad suiza. Acompañado de una importante delegación, el presidente chino asumió la defensa de la globalización, incluyendo la apertura comercial, precisamente cuando su colega norteamericano, ausente de Davos, rechazaba esos principios. “No habrá ganadores en una guerra comercial”, advirtió Xi.
Con enormes reservas financieras, Xi ha propuesto desarrollar la Ruta de la Seda, una iniciativa de dimensiones gigantescas que uniría Beijing con Madrid y Londres para vías férreas, y se extendería por el norte de África y el sur de Asia mediante la construcción de puertos, todo sustentado en una renovada estructura financiera con la creación de dos bancos multilaterales. Una novedad con respecto al orden creado al final de la II Guerra Mundial, sobre el cual Estados Unidos estructuró su papel dirigente mundial en esa época.
Actividad internacional
En el escenario internacional, Xi desarrolló en este quinquenio una intensa actividad, visitando más de 50 países, entre ellos muchos de América Latina. En su discurso reiteró el principio de “una sola China”, negociado con Taiwán en 1992, pero que la actual presidenta de la isla, Tsai Ing-wen, no reconoce.
La idea de “un país, dos sistemas”, como el acordado con las autoridades de Hong Kong cuando el territorio volvió a la soberanía China fue reiterada, pero también la de que no se negociará lo que Beijing considera sus intereses y la defensa de su soberanía. Esto incluye las reivindicaciones sobre las islas y cayos del mar del sur de China, donde construye instalaciones militares que han creado tensiones con algunos vecinos y también con Estados Unidos, que ha desviado hacia el Pacífico parte importante de sus fuerzas navales desde la administración Obama.
Lo cierto es que China ha avanzado hacia los objetivos que se planteó al iniciar este nuevo siglo, entre ellos el que asegurar, para el año 2020, la existencia en el país de una sociedad modestamente próspera, que asegure la erradicación de la pobreza y el surgimiento de una clase media mayoritaria. Y, para 2049, en el centenario del triunfo de la revolución socialista, que China se haya transformado en una sociedad “moderna, próspera y poderosa”.
La intervención de Xi en el congreso duró más de tres horas, interrumpida por frecuentes aplausos de los más de dos mil participantes, representantes de cerca de 90 millones de militantes, en la cita en la que el partido deberá renovar parte de sus cuadros dirigentes.
El 24 de octubre los delegados elegirán los miembros del Comité Central, formado actualmente por 205 titulares y 171 suplentes y, de ellos, elegirán posteriormente los 24 miembros del Politburó y los integrantes del Comité Permanente.