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La OEA, de nuevo en Caracas

Llamamos la atención del continente americano; “no podemos aceptar ninguna interpretación de las estipulaciones del Tratado de Rio de Janeiro

Llamamos la atención del continente americano; “no podemos aceptar ninguna interpretación de las estipulaciones del Tratado de Rio de Janeiro encaminadas a convertir dicho tratado en un instrumento de intervención en los asuntos internos de los Estados americanos”.

Era el 11 de marzo de 1954. Se celebraba en Caracas la X Conferencia Interamericana de la Organización de Estados Americanos (OEA). Hablaba el canciller de Guatemala, Guillermo Toriello, denunciando las maniobras que solo tres meses después desembocarían en el golpe militar con que la CIA derrocó el Gobierno del coronel Jacobo Árbenz y desató en Guatemala un desorden que todavía no termina.

En la “Declaración de Caracas” de entonces se puede leer:

“El reconocimiento del derecho inalienable de cada Estado americano de escoger libremente sus propias instituciones en el ejercicio efectivo de la democracia representativa como medio de mantener su soberanía política, alcanzar su independencia económica y vivir su propia vida social y cultural, sin intervenciones por parte de ningún Estado o grupo de Estados directa o indirectamente en sus asuntos internos y externos y, en particular, sin intromisión de cualquier forma de totalitarismo…”

El 18 de junio, solo tres meses después, las fuerzas golpistas, organizadas por Estados Unidos, cruzarían la frontera guatemalteca, desde El Salvador y Honduras, para poner en el poder al coronel Castillo Armas en un operativo chapucero, que hubiese terminado en desastre sin el apoyo de Washington y con una actitud más decidida de Árbenz.

De nuevo

El libro de Toriello, La batalla de Guatemala es uno de los más detallados recuentos de esa maniobra, a la que la OEA sirvió de paraguas encubridor.

63 años después, Caracas y la OEA vuelven a encontrarse, en circunstancias parecidas.

“Las dictaduras no caen por sí solas, sino a partir del desarrollo de dinámicas internas y de la presión regional basada en los principios de la OEA. Todos los episodios dictatoriales que se han trabajado en este marco de principios han llevado al único camino para dejar atrás una dictadura: elecciones”, dijo su Secretario General, Luis Almagro, en una entrevista publicada por el diario uruguayo El Observador.

Su compatriota, el expresidente José Mujica, de quien Almagro fue canciller, advirtió en otra entrevista: “Lo que está haciendo Almagro desde la OEA es un peligro, no solo para Venezuela, sino para todo el continente”.

“Estamos muy acostumbrados al discurso en defensa de la democracia, de los derechos humanos, contra las armas de destrucción masiva. Y tras eso viene la terrible intervención militar de Estados Unidos. Lo peor que podemos hacer los latinoamericanos es darle bomba al intervencionismo”, afirmó Mujica.

Almagro se ha convertido en portavoz de las demandas de la oposición venezolana, con cuyos líderes celebra conferencias de prensa en la sede de la institución, en Washington.

El pasado 3 de abril, una resolución aprobada por una mayoría de 17 países, de los 21 Estados presentes, pero no sometido a votación, propuso realizar “gestiones diplomáticas adicionales para fomentar la normalización de la institucionalidad democrática”, “incluyendo la convocatoria de una reunión a nivel ministerial”.

La fecha de esa reunión no ha sido aun definida. Pero, tres días después de su aprobación, el vicepresidente de Uruguay, Raúl Sendic, afirmó que Almagro había “perdido el equilibrio de la ecuanimidad que corresponde al cargo que ocupa por su actuar ante la situación de Venezuela”.

Las iniciativas de Almagro vienen de lejos. El 15 de abril del año pasado, pocas semanas antes de la presentación de un informe de 132 páginas sobre Venezuela, y cuando estaban en marcha las primeras iniciativas para votar el impeachment contra el Gobierno de Dilma Rousseff, en Brasil, Almagro visitó ese país y emitió una declaración.

“Nuestra Organización –afirmó– ha hecho un detallado análisis sobre el juicio político iniciado contra Dilma, y ha concluido que no se encuadra dentro de las normas que sustentan dicho procedimiento”. El desarrollo de los acontecimientos no dieron pie, sin embargo, a ninguna iniciativa del Secretario General en esta materia.

Hace tan solo dos semanas, el pasado 19 de abril, Almagro se reunió en Miami con miembros de la Asamblea de la Resistencia Cubana (ARC) y otros líderes del exilio cubano, promovida por algunos de los congresistas de origen cubano más beligerantes contra ese país.

Venezuela anuncia retiro

El resultado de las gestiones de Almagro es que Venezuela anunció su retiro de esa organización. De llevarse a cabo, sería el primero en la historia de la OEA, aunque para hacerse efectiva deberán pasar dos años.

¿Qué pasará en América Latina y en la OEA en los próximos 24 meses, hasta el 28 de abril de 2019?, se preguntó el periodista venezolano Eleazar Díaz Rangel.

Pueden ocurrir dos situaciones, afirmó. “Una, que Lula sea presidente de Brasil, que en Argentina gane un candidato peronista progresista, y que en otras elecciones presidenciales, en Uruguay o en Honduras y hasta en Colombia, se produzcan triunfos de los candidatos progresistas, y cambie el panorama en la OEA, y con la unidad de Caricom, hasta el grado de tener fuerzas para remover a Almagro.

También puede suceder que otros países de la Alba se retiren de la OEA y se fortalezca la Celac”.

Pero también puede crecer el apoyo a las propuestas de Almagro, en la medida en que tengan éxito las presiones sobre los demás países de la OEA, como ha sido tradicional en temas de interés de Washington.

A estas gestiones se suma una reunión el martes, 2 de mayo, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en San Salvador. Es cierto que no están Estados Unidos ni Canadá, dijo Rangel, “pero países adversarios de Venezuela, encabezados por Argentina y Paraguay, podrían estar moviéndose para hacerla fracasar”.

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