Tras poco más de seis meses de intentar arrastrar al mundo a un escenario de guerra fría, donde Occidente recuperara por obra y gracia de la tradición imperialista su liderazgo planetario, lo cierto es que Europa enfrenta una de sus crisis políticas y sociales más agudas de su historia, que amenazan incluso la cohesión misma del bloque y un ascenso político de la nueva derecha frente a una izquierda ambigua y oportunista.
Unión Europea, de la embarcada al naufragio
Hace un año, en setiembre 2021, el presidente de EE. UU. Joe Biden se reunió con algunos líderes de la Unión Europea y los convenció de embarcarse en un plan que frenaría el crecimiento incontenible de Rusia como potencia. Provocar una agresión a Ucrania permitiría justificar una serie de “sanciones negativas” que darían al traste con las aspiraciones de primera potencia en Europa de Rusia.
La acción militar se dio rápido, las sanciones más rápido aún. En cuestión de semanas, Rusia fue el país más castigado de la historia, mientras la prensa occidental construía un enemigo formidable rememorando a Hitler y acudiendo a conmovedoras imágenes de civiles víctimas de la invasión.
Un gobierno supuestamente socialista francés, una coalición de los Social Demócratas y las Verdes en Alemania, los socialistas en España y un líder demócrata en EE. UU. no era pensable que acudieran a aquella ambiciosa componenda.
“Occidente sigue inyectando ingentes recursos económicos y militares a Ucrania para hacer todo el daño posible a Rusia antes de sentarse a una mesa de negociación que es ineludible”.
Convencidos de su poder, cerraron filas amenazantes contra Rusia con una andanada de sanciones que golpeaban principalmente a los civiles, mientras le plantaban batalla en lo militar.
Pero al paso de las semanas, la guerra se prolongó, Putin se fortaleció y las sanciones tuvieron un efecto inesperado.
El economista Andrés Dauhajre, de la Fundación Economía y Desarrollo, de República Dominicana explica que: “Por alguna razón, sin embargo, Occidente pensó que estas medidas solo afectarían a la economía rusa. Lamentablemente, las “sanciones negativas”, aunque inicialmente drenan la economía del país al cual van dirigidas, muchas veces se devuelven como boomerang hacia las economías de los países que las imponen. Eso es precisamente lo que ha sucedido en este caso. La economía rusa, según los últimos pronósticos, sufrirá una caída de 6% en el 2022. Los países desarrollados de Occidente y las economías emergentes del mundo, no han salido ilesos”.
“En ausencia de estas sanciones, la inflación en Occidente habría oscilado entre 3,3% y 5,7%. Las sanciones, sin embargo, llevaron el rango a 6,8% – 10,7%, los niveles más elevados en los últimos 41 años”, explica el economista dominicano.
Sin haber sido convocado al plan de Occidente para debilitar a Rusia, Turquía, que es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la Unión Europea (UE), decidió no aplicar sanciones a Rusia.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, dijo que los países europeos están “recogiendo lo que han sembrado”, por haber impuesto sanciones económicas a Rusia.
“La actitud de Europa hacia Putin y las sanciones lo han llevado, queramos o no, al punto de decir: ‘si ustedes hacen eso, yo haré esto'”.
Tras su éxito diplomático al mediar para que se liberara el tráfico de alimentos en los puertos en el mar Negro, Erdogan anunció en agosto un acuerdo para pagar parcialmente en rublos sus importaciones de gas y petróleo de Rusia, con lo que desafía las decisiones del bloque europeo, que empieza a mostrar múltiples fisuras.
El fantasma de Mussolini
La salida del conciliador primer ministro Mario Draghi empujó a Italia hacia una opción política donde la derecha toma cada vez más fuerza.
100 años después de la llegada al poder de Benito Mussolini, el partido posfascista Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia), liderado por Giorgia Meloni, encabeza los sondeos de cara a las legislativas del 25 de septiembre.
Las mismas condiciones que hace un siglo levantaron la bandera del fascismo ahora vuelven a convocar a la población a un tipo de liderazgo que la saque de la desesperación.
Aunque, reiteradamente, se explota que el gran valor de la democracia es la libertad, lo cierto es que su valor esencial es el derecho. Si el autoritarismo logra satisfacer demandas de derechos básicos de la población, la democracia se ajusta, pero, cuando deja de ser así, las tiranías sucumben.
El gran descontento que hay en el mundo clama por soluciones pragmáticas, los signos ideológicos se difuminan y el discurso antisistema gana adeptos.
“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, decía el escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa en la novela El Gatopardo, a mitad del siglo pasado.
Precisamente, en Italia, el fantasma de Mussolini parece que empieza a recorrer Europa, pero más que asustar, cautiva.
Reino Unido
La nueva primera ministra Elizabeth Truss representa al ala más derechista del partido y prometió bajar impuestos para impulsar una economía británica al borde de la recesión.
El líder de la oposición, el laborista Keir Starmer, la acusó de “no estar del lado de la gente trabajadora”, asfixiada por una inflación de más del 10%.
Los hogares británicos harán frente, a partir de octubre, a un aumento del tope tarifario del 80% en las facturas de gas y electricidad, y muchas empresas e instituciones, incluidos hospitales y escuelas, advirtieron que tendrán que hacer recortes o incluso cerrar ante la imposibilidad de pagar.
La legitimidad del gobierno de Truss no cuenta con suficiente arraigo, pues fue elegida en una votación abierta solo a los 172.000 afiliados del Partido Conservador, donde obtuvo 81.326 votos contra 60.399 del exministro de Finanzas Rishi Sunak, en un país de 67 millones de habitantes. Además, varios sondeos mostraron que buena parte de los británicos no confía en la capacidad de Truss para hacer frente al reto de la crisis.
En un sondeo realizado por YouGov a fines de agosto, 52% de encuestados consideró que Truss sería “mala” o “pésima” primera ministra. El 43% afirmó que no confía en ella “para nada”.
La inflación en Reino Unido alcanzó el 10,1% interanual en julio, su mayor nivel en 40 años, y se encamina a superar el 13% a finales de año. Esto ha causado la mayor caída de los salarios reales en dos décadas.
Pese a su trabajo como ministra de relaciones exteriores, Truss no cuenta con fortalezas en ese terreno, al menos con respecto a sus colegas de la Unión Europea.
El escollo principal es que ha manifestado claramente que revisará el protocolo con respecto a Irlanda firmado tras el Brexit, a lo cual, los europeos ya advirtieron que se opondrán fuertemente.
Tampoco son buenas sus relaciones con Francia, que es el país europeo más cercano y con el que sostiene mayores relaciones de intercambio por su cercanía.
Respecto de la guerra en Ucrania, tema que suponía la gran cohesión de Occidente, en Francia se quejan de la grandilocuencia británica sobre el suministro de armas y Londres desconfía de la insistencia de París en conversar con Rusia.
Además, en 2021, se produjo un fuerte choque entre Francia y los británicos sobre el Indopacífico, cuando el Reino Unido estableció una alianza denominada AUKUS con Estados Unidos y Australia, que hizo que Sídney cancelara un lucrativo pedido de submarinos franceses.
Francia y las cabras de los Pirineos
El presidente francés Emmanuel Macrón es quien más ha insistido en buscar una solución política pronto que ponga fin a la guerra. Alardea de mantener comunicación con Putin, pero carece de músculo político frente a sus pares europeos y especialmente frente a EE. UU.
Sus destrezas diplomáticas están a prueba mientras España hace una alianza con Alemania para desarrollar el proyecto de un gasoducto que los españoles ofrecen el cual conectaría con el centro de Europa y que fue descartado hace tres años por sus efectos medioambientales.
El presidente francés ha reiterado su oposición hasta llevarlo a subir las tensiones con Madrid. “No entiendo por qué saltamos como cabras de los Pirineos ante este tema para decir que resolvería el problema del gas: es falso”, dijo Macrón ante la idea de un gasoducto español en Francia. La expresión utilizada por el mandatario francés provocó una airada protesta española que reclamó una disculpa diplomática.
El gasoducto MidCat (abreviación de las regiones Midi-Cataluña) permitiría a España, que dispone del 30% de la capacidad europea de regasificar gas natural licuado (GNL), exportar al resto de Europa el gas que le llega por barco de Estados Unidos y Catar, o el que le llega por gasoducto submarino desde Argelia.
Pero a Europa la acecha el invierno con el terrible fantasma de la carestía de combustibles, situación que las nuevas generaciones desconocen en absoluto pero cuyo acoso ya empiezan a sentir y alerta sobre un posible estallido social.
El aumento de los precios de la electricidad y el gas hace que las facturas de energía se tornen impagables para millones de trabajadores en toda Europa, advirtió la Confederación Europea de Sindicatos (CES) en un comunicado.
“Alrededor de 9.5 millones de trabajadores ya estaban teniendo dificultades para pagar sus facturas de energía” antes de que la inflación se disparara a un máximo histórico del 9,1% interanual en agosto en la zona euro, afirmó la CES, con base en un estudio del Instituto Sindical Europeo. De julio de 2021 a julio de 2022 el costo del gas y la electricidad aumentó un 38% en toda Europa “y sigue aumentando”, destaca el estudio.
Rusia
La muerte el pasado 30 de agosto del último líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Mijaíl Gorbachov, suponía una oportunidad para criticar y exponer al presidente ruso Vladimir Putin, quien considera la caída de la URSS como el mayor desastre geopolítico del siglo XX.
Pero, aunque la prensa y los líderes occidentales intentaron resaltar ese antagonismo, lo cierto es que Gorbachov apoyó la anexión de Crimea a la Federación Rusa, la participación en la guerra en Siria y a Putin como un gran líder para esa nación.
Por su parte, el presidente ruso no asistió a las ceremonias en honor al exlíder, en un momento en que necesita un discurso unificado y claro ante la situación de guerra que enfrenta en Ucrania.
Aunque es celoso de que en su país se sostenga una postura unificada nacionalista y de apoyo total a su gobierno ante los ataques de Occidente que han hecho estragos en el modus vivendi ruso, lo cierto es que sus índices de popularidad han crecido.
Por otro lado, los ejercicios militares rusos Vostok 2022 de septiembre en el oriente ruso, aunque contaron con 50.000 militares, y no con los 300.000 de hace cuatro años, también tuvieron el respaldo manifiesto de China, además de India y Argelia, entre otros que no estuvieron hace cuatro años.
Putin demuestra que tiene capacidad para una guerra más intensa y para una escalada en otros territorios. EE. UU. responde el miércoles con el lanzamiento de un misil intercontinental de prueba con capacidad nuclear en la segunda operación de este tipo en menos de un mes.
“Habrá un lanzamiento operacional de prueba de un misil balístico intercontinental Minuteman III no armado (…) en la madrugada del 7 de septiembre, desde la base de la Fuerza Espacial de Vandenberg en California”, indicó el brigadier general Pat Ryder, vocero del Pentágono.
Mientras tanto, la guerra en Ucrania se convierte en una de desgaste, sin importar las vidas y el dolor que está y seguirá constando. Occidente sigue inyectando ingentes recursos económicos y militares a Ucrania para hacer todo el daño posible a Rusia antes de sentarse a una mesa de negociación que es ineludible. Al tiempo que los organismos multinacionales hacen alarde de su debilidad e incompetencia.
Zaporiyia
Hace algunas semanas las fuerzas rusas que ocupan desde marzo la región de Zaporoyia en Ucrania, donde está la central nuclear más grande de Europa, denunciaron que el ejército ucraniano había bombardeado instalaciones cercanas a la central.
La respuesta de Kiev, por absurda que parezca, fue que los mismos rusos se habían autobombardeado, con lo cual ponían en riesgo a toda Europa ante un eventual desastre nuclear de dimensiones catastróficas. La prensa occidental y los líderes políticos rápidamente hicieron eco de los dichos de Kiev, que además continuó con otros bombardeos a la zona.
Los rusos pidieron que observadores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) se presentaran para garantizar la seguridad de la planta. Hábilmente, desde la ocupación de la zona los rusos la utilizan para emplazar armamento y almacenar recursos militares. El objetivo de los ucranianos es que se retiren las tropas rusas de ese territorio ocupado.
Después de varios días de inspección y permanencia en la zona, la OIEA rindió un informe en el que denuncia los riesgos de someter esa área a la tensión de los enfrentamientos, pero no condena a Ucrania como responsable de los ataques, sino que demanda que se convierta en zona desmilitarizada.
“Lamentamos que en su informe (…) no se nombre directamente la fuente del bombardeo”, dijo el embajador ruso ante la ONU, Vasily Nebenzya, en una sesión del Consejo de Seguridad a la que asistió de manera virtual Rafael Grossi, el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
“Entendemos su posición como regulador internacional, pero en la situación actual es muy importante llamar las cosas por su nombre”, señaló. Efectivamente la posición de organismos multinacionales parcializados hacia Occidente se ha puesto en evidencia en este año, tanto con la guerra en Ucrania como en las tensiones entre EE. UU. y China.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo que en la próxima participación de su país ante la Asamblea de Naciones Unidas este mes llevará una propuesta de tregua y un camino hacia la paz.
El mandatario cuestionó el papel de los organismos multinacionales “porque no se hizo el trabajo para evitar esa guerra, ni los mandatarios de las potencias ni la ONU”, sentenció.