Mundo Ucrania

La guerra se asienta y los motivos se asoman

La única respuesta de Occidente, después de casi un año de guerra en Ucrania, parece ser echar más leña a la hoguera. Las armas son el camino a la paz, se deja decir el secretario de la OTAN Jens Stoltenberg y anuncia más armamento pesado para los ucranianos. La posibilidad de la paz se aleja, pero algunos ven llenarse sus bolsillos.

Poco a poco, los hechos definen lo que ocurre en Ucrania: una guerra de la OTAN contra Rusia. Desde la caída de la Unión Soviética, fueron socios, contendientes en el mercado, luego rivales, hasta convertirse en enemigos. Rusia no parecía querer enemistades con los países europeos, al menos con la mayoría de ellos, al contrario, desarrolló importantes relaciones y asociaciones comerciales.

Las principales potencias europeas lo vieron así, pero los países que pertenecieron al bloque de la Europa del Este, bajo el manto soviético, sí declaran que se sienten constantemente amenazados por un rebrote de aspiraciones “sovietistas” en un gobierno actual ruso. Mientras, los rusos asumen que esa es su área natural de influencia. No es un capricho, ni un destino definido por la historia, argumentan, y lo justifican en la gran inversión que hicieron los rusos en esas regiones cuando estaban bajo la égida soviética.

De las exrepúblicas soviéticas, la más rica, más grande, más poderosa y más importante para Rusia, sin duda es Ucrania. Y también lo empezó a ser para Occidente.

En la primera administración de Obama, cuando Joe Biden era vicepresidente, EE. UU. destinó, entre 2011 y 2013, al menos $5 mil millones en promover posturas políticas antirrusas, así lo confesó recientemente la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, entonces secretaria de Estado.

La exportaciones de gas natural licuado de EE. UU. a Europa ha sido una de las consecuencias más lucrativas de la guerra para los estadounidenses.

El ataque no provocado

La invasión rusa a Ucrania es un hecho reprochable, en tanto significa la ocupación militar de un territorio, reconocido internacionalmente como soberano, por otro.

Lo que ocurrió hace un año fue que Rusia advirtió reiteradamente que Ucrania no podía formar parte de OTAN, como solicitaba el presidente Zelenski y apoyaban EE. UU., el secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg y otros, sin que se viera amenaza en la seguridad o integridad territorial rusa. Este territorio ruso fronterizo con Ucrania es vital para el país, pues se trata de la salida al mar Negro y el mar de Azov, únicos mares a que tiene acceso Rusia que no se congelan en algún momento del año.

La respuesta de OTAN y EE. UU. a Rusia fue que, según los estatutos de la organización, no le negarían esa posibilidad a cualquiera que la solicitara.

Mientras tanto, en la región del Donbás, en el sureste de Ucrania, desde el golpe de Estado de 2014, se mantenía una guerra civil en disputa del territorio, que los separatistas locales reclamaban como autónomo y no reconocieron los gobiernos centrales de Kiev.

También, en 2014, el gobierno local de la península de Crimea, que Rusia había cedido a Ucrania en 1954, durante la administración soviética de Nikita Krushev, rechazó el golpe de Estado y convocó a un referendo, mediante el cual decidió anexarse a la Federación Rusa. El Gobierno ruso inmediatamente tomó posesión del territorio y colocó fuerzas armadas.

Durante los ocho años de guerra en el Donbás, los rusos dieron asistencia militar y económica a los separatistas, alegando que gran parte de la población de ese territorio es rusa o de origen ruso, además de ser ruso hablantes, cuya lengua el gobierno tras el golpe de Estado de 2014 prohibió.

El presidente Zelenski declaró puntualmente su interés en que Ucrania perteneciera a la OTAN y su voluntad de recuperar los territorios del Donbás y la península de Crimea como territorios soberanos ucranianos.

Las potencias occidentales y los organismos multinacionales, lejos de buscar una solución al conflicto en la zona, que evitara sufrimientos a los habitantes, redujera la tensión entre los países y favoreciera el flujo comercial, vital para todo el mundo, decidieron dar largas a la guerra en el Donbás, desoír las quejas de Rusia, considerar el ingreso de Ucrania a la OTAN y cundir de armas a Ucrania para que pudiera resistir un eventual avance ruso en el territorio del Donbás, lo cual finalmente sucedió. Ucrania pasó de ser el agresor durante ocho años en los territorios separatistas del Donbás, aunque Occidente parece que nunca lo quiso ver así, a ser el agredido.

El 24 de febrero de 2022, Rusia invadió Ucrania; atacó infraestructura militar, rodeó temporalmente la capital y colocó tropas en puntos estratégicos del Donbás.

Esa acción marcó la época contemporánea.

Angela Merkel, excanciller alemana e impulsora, junto con el expresidente francés Francois Hollande, del Cuarteto de Normandía que promovía los acuerdos de Minsk para buscar la paz en el Donbás, confesó recientemente que ese proceso en realidad lo que quiso fue darle tiempo a Ucrania para que se preparara ante un eventual ataque ruso y para poder disputar y recuperar ese territorio que se quería declarar autónomo.

Las manifestaciones de la excanciller lanzaron una niebla de oscura desconfianza sobre las negociaciones y la voluntades diplomáticas entre Occidente y Rusia, que ya cundían en sospechas luego del cumplimiento de la promesa hecha en 1991 por la OTAN de que no se extendería hacia el este.

Rusia, el enemigo en un mundo global

Muchos analistas y población en general en todo el mundo se preguntan por qué Europa se dejó llevar por EE. UU. al frente de la OTAN para convertir a Rusia, un importante socio comercial, en su enemigo. ¿Qué ganaba la Unión Europea con apoyar una guerra tan cerca de su territorio?, ¿por qué arriesgarse a una lucha en una zona que es vital en cuanto a producción de alimentos y energía para sus propios países?, ¿había amenazado Rusia a algún país de la UE? La respuesta a estas preguntas posiblemente está más relacionada con un aspecto esencialmente económico.

El presidente ruso Vladimir Putin considera que la guerra en Ucrania se ha convertido en una “guerra proxy” o por delegación que enfrente a Rusia con la OTAN.

En noviembre de 2021, estaba prevista la entrada en funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2, coadministrado por rusos y alemanes, el cual, junto a los ya existentes, incrementaba de manera muy considerable las exportaciones de gas y otros combustibles de Rusia hacia Europa y, con ello, su dependencia. Esto significaría, además, una consolidación definitiva de la economía rusa, que venía creciendo aceleradamente, como lo constataron muchos visitantes de todo el mundo durante el Mundial de Fútbol en 2018, aún con las sanciones europeas tras la anexión de Crimea en 2014.

La “amenaza rusa”, entonces, no era tanto militar como económica, pero dentro de las reglas del mercado y la globalización, no existían mecanismos, más allá de los aplicados que se justificaran para poder Europa detener el crecimiento ruso.

Las sanciones de la UE, originalmente impuestas a Rusia por la anexión de Crimea, en 2014, se intensificaron significativamente después del inicio de la invasión del Donbás en febrero de 2022; desde entonces, se han ido renovando e incrementando por períodos de seis meses, en los últimos ocho años.

Sin embargo, según un informe reciente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rusia podría salir de la recesión a pesar de las sanciones impuestas desde que invadió Ucrania. Su economía se expandirá ligeramente en 2023 (0,3%) y bastante más en 2024 (2,1%).

La inútil guerra fría

A partir de esta guerra, Rusia ha comprendido que es indispensable que incremente su inversión en recurso militar y que se prepare para una relación hostil con Occidente, por lo que rápidamente volvió sus miras hacia Oriente.

Pero EE. UU. no se conformó con promover una guerra brutal en Ucrania argumentando la “amenaza rusa”, sino que emprendió una gestión internacional para que Occidente y sus aliados vieran como “amenaza” también a la gran potencia económica emergente de este siglo: China.

Mediante una fuerte ofensiva diplomática en la región Asia-Pacífico, buscando el compromiso de sus aliados, hasta el provocador viaje de la entonces presidente del Congreso, Nancy Pelosi, el año pasado, EE. UU. ha buscado generar un clima belicoso alrededor de su acérrimo rival económico; pero, hasta ahora, China ha logrado eludir la provocación.

Japón y la OTAN deben «permanecer unidos y firmes» ante las amenazas a la seguridad que plantean China, Corea del Norte y la guerra de Rusia en Ucrania”, declaró, el martes 31 en Tokio, Jens Stoltenberg.

El mundo entró en un reordenamiento geopolítico con características de guerra fría, pero, hasta ahora, parece haber hecho más daño que bien a las potencias occidentales que temen perder su hegemonía.

La guerra en Ucrania, tanto la invasión rusa como las sanciones occidentales, despertó serias preocupaciones de recesión mundial, como no lo había hecho ni siquiera la pandemia por COVID-19. Las cifras de 2022 alarmaron a todas las economías y las perspectivas para el año que inicia eran sombrías.

Sin embargo, «los riesgos adversos se han moderado» desde el pronóstico de octubre, señala el FMI en la actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial publicadas este lunes 30.

El Fondo mira con mayor optimismo que hace tres meses al crecimiento económico en general y lo atribuye sobre todo a la reapertura de China tras el abandono de la política cero covid. El gigante asiático crecerá 5,2% frente al 4,4% previsto tres meses atrás, y arrastrará consigo a la economía global. Colocarle a China la etiqueta de enemigo no parece lo más conveniente en este momento.

El gas de la guerra

El 26 de setiembre del año pasado, un atentado terrorista de gran complejidad provocó destrozos importantes en las estructuras del gasoducto Nord Stream 2, la Administración Biden no se contuvo para expresar que se trataba de una “tremenda oportunidad”, para que la UE redujera su dependencia del gas ruso.

El presidente de EE. UU., Joe Biden, ha buscado sacar provecho de la aventura de guerra a la que convoca a sus aliados.

En una audiencia en el Senado de los Estados Unidos, en el marco del Comité de Relaciones Exteriores, celebrada la semana pasada, Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, dijo: “Estoy —y creo que la administración también— muy satisfecha de saber que Nord Stream 2 es ahora un trozo de metal en el fondo del mar”.

En EE. UU., las empresas de energía celebran confiadas en las perspectivas de la demanda a largo plazo a la luz de la cambiante dinámica geopolítica.

Hace cinco años, la demanda a largo plazo «no estaba ni mucho menos tan clara como ahora», afirma a AFP Eli Rubin, de la consultora EBW AnalyticsGroup.

«Especialmente después de que Rusia invadiera Ucrania, tenemos un nuevo y saludable respeto por el gas natural a la hora de proporcionar seguridad energética y por su papel para ayudar a atenuar los precios al consumo».

«En los próximos cinco años podríamos duplicar las exportaciones estadounidenses de GNL», afirmó Rubin.

Los precios de referencia de los contratos a futuro de gas European TTF son seis veces mayores que los de su equivalente de Estados Unidos, el Henry Hub.

Esa diferencia significa que las exportaciones de GNL tienen un precio más cercano al estadounidense, lo que prepara el terreno para que los «intermediarios» puedan trasladar cargamentos a Europa y «venderlos a precios europeos», explicó Steven Miles, del Instituto Banker de la Universidad Rice de Houston.

En los últimos meses, los países europeos pagaron a un precio considerablemente más elevado el gas natural licuado (GNL) de Catar o Estados Unidos, distribuido mediante barcos cisterna.

Las importaciones de GNL subieron un 60% el año pasado respecto al precedente, según el Instituto de Análisis Económico y Financiero de la Energía.

Los tanques

“Las armas son el camino a la paz en Ucrania”, aseguró, por delirante que parezca, el miércoles 18 de enero el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, durante un discurso en el Foro Económico Mundial (FEM) en Davos, Suiza.

“Si queremos una solución pacífica negociada para la guerra en Ucrania, debemos brindarle apoyo militar. Esa es la única manera”, indicó.

“Las armas son el camino a la paz. Y eso puede parecer una paradoja, pero la única forma de tener un acuerdo negociado es convencer al presidente (de Rusia Vladimir) Putin de que no ganará en el campo de batalla. Tiene que sentarse y negociar”, agregó.

“Es extremadamente importante que el presidente Putin no gane esta guerra. En parte porque será una tragedia para los ucranianos, pero (también porque) será muy peligroso para todos nosotros”, agregó Stoltenberg.

El canciller alemán, Olaf Scholz, dijo en su reciente visita a Chile: «Hemos contribuido a que no haya una escalada del conflicto porque esto tendría consecuencias graves para todo el mundo. Esto llevaría, por ejemplo, a una guerra entre Rusia y los países de la OTAN, esto no sucederá, vamos a evitarlo con todos nuestros esfuerzos, lo hemos conseguido hasta ahora y lo seguiremos haciendo».

«Las fuerzas armadas ucranianas recibirán entre 120 y 140 tanques modernos de modelos occidentales», celebró la semana pasada el ministro de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, recordando que se trataba de Leopard 2 de diseño alemán, de Challenger 2 británicos y Abrams estadounidenses.

Después de haber obtenido artillería y tanques occidentales, Ucrania reclama ahora aviones frente a la agresión de Rusia, una demanda que Estados Unidos rechaza por el momento, pero que algunos países europeos ya no descartan.

El presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró por su parte que «nada está descartado» sobre este tipo de transferencias, pero que los ucranianos no hicieron de momento esa petición a París.

Al contrario, otros sí dicen estar dispuestos a entregar aviones, como Eslovaquia, que tiene Mig-29 soviéticos, y los Países Bajos, que han empezado a sustituir su flota de F-16 por F-35.

No obstante, «se necesitan al menos tres meses para formar a un piloto ya cualificado en un avión de combate moderno. Una fuerza aérea no se construye de la noche a la mañana», dijo a AFP el general francés retirado Jean-Paul Palomeros, que formó parte del llamado Mando Aliado de Transformación de la OTAN.

El pasar de una ayuda militar defensiva, como supuestamente ha sido la brindada por Occidente hasta ahora a suministrar armas ofensivas, sin duda escala el conflicto.

Pese al incremento militar de la OTAN en Ucrania, el tiempo es un factor esencial en esta guerra que para Occidente parece ser un ejercicio para desgastar a Rusia, mientras que los rusos pasan de la “operación militar especial” a una guerra de supervivencia.

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