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La ayuda sigue sin llegar para muchas poblaciones en América Latina

América Latina, principal escenario de la pandemia en el mundo, lidia con erráticas políticas, debilitados sistemas de salud y está a las puertas de ver sus economías desplomarse en un 7,2%. 

Domínguez llegó a Perú hace dos años. Estaba entre los venezolanos que se quedaron. La historia la cuentan Mitra Taj y Anatoly Kurmanaeven del New York Times, del pasado viernes 12 de junio.

Eduardo José Domínguez, de 29 años, administraba una tienda de sandwiches en las afueras de Lima. Antes de la pandemia, las cosas estaban mejorando. Cuando el confinamiento lo obligó a cerrar la tienda hizo trabajos ocasionales como carpintero o vigilante nocturno para pagar las cuentas. Trabajó 15 horas diarias hasta que se puso tan enfermo que apenas pudo caminar.

Durante días su esposa pidió ayuda médica, mientras su esposo se iba quedando sin aliento. Pero los hospitales no estaban admitiendo nuevos pacientes. La ambulancia llegó minutos después de su muerte y le dijeron que no tenían dónde almacenar su cuerpo.

“La ayuda no llegó. La ayuda no llegó. Yo lloraba a gritos y nadie vino’, dijo Ponte, mientras lloraba y el cuerpo de su esposo yacía en una bolsa afuera de la habitación donde estaba sentada en una cama con su hijo de diez años y su bebé de ocho meses”.

La BBC, por su parte, cuenta la tragedia de quienes necesitan oxígeno para sobrevivir a la enfermedad en Perú.

“Tuvimos que vender casi todas nuestras cosas porque mi mamá comenzó a necesitar oxígeno todo el tiempo. Todos los días teníamos que hacer horas de fila para conseguir una botella, dos botellas, y así rellenar el cilindro que ella tenía en la casa”, le contó Fiorella Sorroza a BBC Mundo desde su casa en la ciudad de Tumbes, casi en la frontera con Ecuador.

El país necesita 173 toneladas de oxígeno diarias para cubrir la demanda actual y produce apenas el 20% de ese total.

El metro cúbico de oxígeno, cuyo precio oscilaba entre 15 y 20 soles (unos $5,5) antes de la pandemia, en estos tiempos se vende a unos 50 soles (cerca de $14). “Mi mamá llegó a necesitar 18 metros cúbicos de oxígeno diarios”, dijo Sorroza; o sea, unos $250 diarios.

Ceremonia de funeral de una persona fallecida por el nuevo coronavirus en el Cementerio General en Santiago, Chile . (Foto:Agencia AFP).

Casos de éxito

Perú era un caso de éxito. Una economía floreciente. “Una rara estrella en el horizonte de estancamiento latinoamericano”, recuerdan Taj y Kurmanaev.

Pero el confinamiento expuso la fragilidad del progreso económico les dijo Pablo Lavado, economista de la Universidad del Pacífico, en Lima. “Dos décadas de crecimiento económico elevaron muchos ingresos pero no abordaron la profunda desigualdad y trajeron pocos empleos estables y poca inversión en atención médica”.

Son los casos de éxito. Durante años el ejemplo había sido Chile, hasta que, en octubre del año pasado, estalló la burbuja y las protestas se extendieron por todo el país. Nadie entendía por qué. La pandemia vino a exponer, como en el caso del Perú, las fragilidades del progreso económico chileno. La riqueza no estaba bien repartida; un particular, un sistema privado de pensiones estaba comenzando a obligar a toda una generación a envejecer en la pobreza.

Después vino el caótico manejo de la pandemia, que terminó por costarle el cargo al ministro de Salud, Jaime Mañalich. Su renuncia fue aceptada por el presidente Sebastián Piñera el pasado sábado, 13 de junio. Pero el debate sobre el manejo de la situación venía de mucho antes.

“El explosivo aumento de los contagios por COVID-19 echó por tierra las aspiraciones de ‘nueva normalidad’ y ‘retorno seguro’ del gobierno de Sebastián Piñera”, decía Tomás González, en la radio U de Chile, a principios de mayo.

González se refería a los anuncios contradictorios de las autoridades chilenas. En tan solo dos semanas se habló de vuelta a clases, de regreso de los funcionarios públicos a sus trabajos y de la apertura de centros comerciales.

Todo esto terminó de forma abrupta “con un incremento de más del 40% en los casos confirmados”, de los cuales más del 80% fueron de la Región Metropolitana de Santiago. Eso obligó a las autoridades sanitarias a decretar a último minuto nuevas medidas restrictivas.

A fines de mayo el Colegio Médico de Chile aseguró que el brote de COVID-19 estaba “fuera de control”. Considerando la cantidad de casos por millón de habitantes, Chile era ya “uno de los países con más casos de contagio en el mundo”.

A pesar de que el Gobierno decretó medidas de confinamiento en gran parte de la Región Metropolitana, la semana pasada se mantenían cerca de cuatro mil contagios diarios. La propagación del virus llevó a que se agregaran a la cuarentena total las comunas del área rural de la Región Metropolitana, que habían sido excluidas de esa decisión el 13 de mayo.

La capacidad hospitalaria estaba ya en el límite, con un 95% de ocupación de camas de cuidados intensivo, y el todavía ministro Mañalich anunciaba que faltaba lo peor, que el mes de junio sería –probablemente– “el más duro de la lucha contra la enfermedad”.

Al día siguiente Piñera aceptó su renuncia. Mañalich fue sustituido por el expresidente del Colegio Médico, Enrique Paris, cercano al presidente y que no parece anunciar grandes cambios en las políticas seguidas en la materia. Paris, como su antecesor, no es un entusiasta de las cuarentenas.

“El cambio ministerial se produce justo en medio de las peores cifras de la pandemia en Chile, cuando los nuevos contagiados alcanzaron los 6.509 este sábado (13 de junio) y los fallecidos superaban los tres mil”, dijo el conservador diario El Mercurio.

El periódico se refirió también a revelaciones hechas por el Centro de Investigación e Información Periodística (Ciper) sobre el manejo equívoco de datos oficiales sobre las muertes por pandemia. El Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS), organismo técnico del Ministerio de Salud responsable de entregar cifras oficiales de causas de fallecimiento en Chile, estaba informando a la Organización Mundial de la Salud (OMS) 2.200 muertos más que los reconocidos públicamente en el país.

“Se están perdiendo vidas y trabajos a un ritmo aterrador”, dijo el periodista Daniel Matamala al diario chileno La Tercera. Recordó lo que Mañalich decía cuando era ministro: que el sistema de salud de Chile era “uno de los mejores y más eficientes del planeta”. “Somos de los países con una de las tasas de letalidad más bajas del mundo”, decía en abril.

Pero, al dejar el cargo Mañalich dejó a Chile “como primero del mundo, sí, pero lo hace en una estadística que jamás hubiéramos querido liderar: primeros en muertes diarias (11,61 por millón de habitantes, contra 6,04 de Perú y 4,28 de Brasil). Y, además, segundos en casos diarios, solo después de Qatar (353,31 por millón de habitantes, contra 180 de Perú y 122 de Brasil)”.

Además, agrega: “Si el argumento para postergar las cuarentenas fue salvar la economía, también aquí el fracaso es resonante. Se han perdido casi dos millones de empleos, y los chilenos que han dejado de recibir un sueldo con el cual sustentar a sus familias ya son cerca de dos millones y medio”.

Detrás de Brasil, Perú y Chile, sigue México en número de casos en América Latina. Pero México supera ampliamente a estos dos últimos países en cuanto número de muertos, pues ya suma más de 17 mil.

Brasil se ha convertido en el país con más muertes diarias por el COVID-19 en el mundo y se encamina rápidamente hacia el millón de casos y los 50 mil muertos. Pero lo peor loeespera todavía en el camino; quizás en julio o agosto. Va a la caza de Estados Unidos, que encabeza el trágico conteo y avanza hacia los 2,5 millones de casos y más de 120 mil muertos.

Otro colapso

Mientras América Latina se transforma en la región con más casos con el virus Sars-CoV-2 en el mundo, la Central Obrera Boliviana (COB) acusa al Gobierno de encaminar al país a un colapso.

La COB se declaró en emergencia por despidos y reducción de salarios en empresas estatales y privadas y por la persecución a dirigentes por parte de la autonombrada presidente Jeanine Áñez.

“Este gobierno nos está llevando al colapso del país”, afirmó. La COB rechazó los intentos de despido y de reducción de entre 25 y 40% de los salarios en mineras privadas y empresas estatales y propuso una agenda nacional para reactivar el aparato productivo, garantizar la estabilidad laboral, promover políticas adecuadas en salud y educación y evitar la privatización de los recursos naturales, como el gas y el litio.

Áñez ha renovado la polémica en Bolivia, inclusive entre grupos que apoyaron el golpe que la llevó al poder, al anunciar su intención de postergar nuevamente las elecciones, previstas inicialmente para mayo y luego postergadas para el mes de setiembre.

La semana pasada el ministro de la Presidencia, Yerko Núñez, anunció que Áñez iba a promulgar la ley aprobada por el Congreso, con el acuerdo de los partidos políticos y del Tribunal Electoral Nacional (TSE), que fijaba el calendario electoral. Pero en vez de firmar, Áñez pidió que se realizara un estudio epidemiológico para demostrar que es seguro votar en setiembre.

Quienes la apoyaron para asumir el cargo luego de la destitución del presidente Evo Morales, entre ellos el líder cívico de Santa Cruz y candidato presidencial, Luis Fernando Camacho, protestaron por el anuncio.

Un eventual aplazamiento de las elecciones —de las que Morales ha sido excluido por el TSE, tanto de la elección presidencial como de la de senadores— agravará las tensiones entre los candidatos del grupo conservador que contribuyó a derrocar al expresidente.

Un anuncio coincide con nuevas revelaciones sobre las maniobras de la misión de observadores electorales de la OEA, sobre cuyo discurso se montó el relato de que el triunfo de Morales en las elecciones del año pasado fueron resultado de un fraude.

“Un estudio de investigadores independientes, que utiliza datos obtenidos por The New York Times de las autoridades electorales de Bolivia, descubrió que el análisis de la Organización de Estados Americanos era deficiente”, afirmó el periódico la semana pasada.

“Examinamos detenidamente la evidencia estadística de la OEA y hallamos problemas con sus métodos”, dijo Francisco Rodríguez, un economista que enseña estudios latinoamericanos en la Universidad de Tulane”.

Ya en febrero pasado el diario Washington Post había denunciado el informe de la OEA, presentado por la misión de observadores que encabezó el excanciller costarricense Manuel González.

Los investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) John Curiel y Jock R. Williams señalaron que no habían encontrado las anomalías que el informe de la OEA sugería.

Previsiones catastróficas

Con América Latina transformada ya en el principal escenario de la pandemia, incapaz de enfrentarla con éxito debido a erráticas políticas y debilitados sistemas públicos de salud, crece la preocupación mundial por el escenario económico provocado por la crisis.

“La pandemia representa el mayor golpe económico que el mundo ha experimentado en décadas, provocando un colapso de la actividad global”, afirmó el Banco Mundial (BM) en un documento difundido la semana pasada.

Se estima que la economía mundial sufrirá una contracción de 5,2% este año. Será la peor recesión en 80 años, pero debido al número de países afectados será la más extendida desde 1870.

El informe del BM indica que la economía latinoamericana sufrirá un desplome del 7,2% este año,0 la brasileña caerá un 8%, la mexicana un 7,5% y la argentina un 7,3%. Pero ve el futuro con más optimismo, al prever un crecimiento del 2,8% el año que viene. Estimación que debe tomarse con precaución ante la incertidumbre sobre el desarrollo de la pandemia.

Como lo indica el mismo informe, existen riesgos “excepcionalmente elevados” de que, en caso de un repunte de la pandemia o de que se tarde en controlar su avance, el PIB mundial podría caer este año hasta un 8%.

Las previsiones del BM para el resto del mundo son también sombrías. Salvo Asia, que podría crecer un 0,5% gracias a la recuperación de China en el segundo semestre, otras grandes economías del mundo, como Estados Unidos y Japón, verían caer su PIB en 6,1%, mientras que la zona euro se hundiría aún más, un 9,1%.

La semana pasada las acciones norteamericanas volvieron a desplomarse, sufriendo su peor caída en tres meses. El índice industrial Dow Jones perdió casi siete puntos, en medio de los anuncios de que el país estaría a punto de sufrir una segunda ola de la pandemia y de que las perspectivas de recuperación podrían tomar más tiempo de lo previsto.

Algo similar pasó en España, donde la bolsa sufría pérdidas por tres días consecutivos y una caída de más de 5%.

Lo cierto es que la pandemia seguía extendiendo sus efectos por todo el mundo y las imágenes de las ciudades desiertas se mezclaban con multitudes que protestaban en Estados Unidos o que hacían colas inmensas en Sudáfrica, para recibir comida, jabón y mascarillas para protegerse de la pandemia.

–¡Tenemos hambre!, decían en la kilométrica cola en las afueras de Pretoria, donde se mezclaban inmigrantes y sudafricanos pobres e indocumentados. Sin una tarjeta nacional de documentación no podrán recibir una subvención para la cual el presidente Cyril Ramaphosa destinó 2,5 millones de euros. De todos modos hacen una fila interminable, con la esperanza de poder conseguir algo para comer.

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