La IV flota norteamericana –aliada a socios europeos como Inglaterra, Francia y Holanda– se mueve por el Caribe en aparente operativo contra Venezuela. El Comando Sur de Estados Unidos anunció la incorporación de cuatro nuevos buques a la operación que despliega en el Caribe desde el primero de abril, en el marco de una anunciada guerra contra el narcotráfico que, en vez de orientarse a las costas colombianas, el mayor productor de cocaína del mundo, han conformado un cerco contra su vecino.
Fuentes venezolanas estiman que uno de los objetivos de esa fuerza sería impedir el ingreso de gasolina a Venezuela, en particular de buques iraníes que se dirigen a ese país.
El exgerente de la petrolera venezolana Pdvsa, Juan Fernández, uno de los líderes del paro petrolero del 2003, divulgó en su cuenta de twitter la ubicación de cinco buques que estarían transportando gasolina desde Irán a Venezuela.
El domingo 17 el canciller iraní, Mohamad Javad Zarif, advirtió, en carta enviada al Secretario General de Naciones Unidas, que el intento de impedir la entrega del petróleo a Venezuela sería “ilegal y una forma de piratería”. La cancillería iraní advirtió a Estados Unidos que cualquier amenaza contra los petroleros iraníes sería respondida de forma “rápida y decisiva”.
Un contrato de muchos millones
La oposición venezolana no termina de sorprender. En febrero del año pasado organizaron un enorme festival en la fronteriza ciudad colombiana de Cúcuta que debía terminar con el envío de camiones con ayuda humanitaria a Venezuela, seguida de una multitud que soñaba con terminar instalada en el palacio presidencial, en Caracas. El fracaso animó nuevas iniciativas, la última de ellas el intento de invasión del pasado domingo 3 de mayo.
Mucho antes, el 30 de abril del año pasado, la revista Newsweek había publicado una información –citando la agencia de noticias Reuters– sobre planes de Erick Prince, “el billonario fundador de la infame Blackwater”, de armar a cinco mil mercenarios hispanohablantes para invadir Venezuela y acabar con el impase entre el gobierno y la oposición, liquidando a Maduro y poniendo en el gobierno a Guaidó.
Desde entonces los esfuerzos de Washington por poner fin al gobierno de Maduro no han tenido descanso. En agosto pasado el encargado del caso Venezuela por la Casa Blanca, Elliot Abrams, ofreció impunidad a Maduro, si dejaba el cargo.
“No queremos procesarte y no queremos perseguirte. Queremos que dejes el poder”, habría dicho Abrams a Maduro. Un mensaje que, naturalmente, fue rechazado.
Más recientemente, en marzo de este año, el fiscal general de Estados Unidos ofreció una recompensa de 15 millones de dólares por la cabeza de Maduro.
Luego vino el fracasado intento de desembarco de fuerzas mercenarias contratadas por el dirigente opositor Juan Guaidó y organizadas por la empresa de exmilitares norteamericanos Silvercorp, el pasado domingo 3 de mayo, cuyos detalles se han ido conociendo poco a poco.
Una historia a destiempo
“Mitos, egos y torpeza: anatomía de un complot disparatado en Venezuela”, era el título, el sábado pasado, de una larga nota del diario El País, fechada en México, donde los periodistas Javier Lafuente y Francesco Manetto se internaban en los detalles de la conspiración.
Días antes Joshua Goodman, de la agencia norteamericana AP, publicaba nota parecida: “exboina verde encabeza fracasado intento de destituir Maduro en Venezuela”. No son los únicos.
El periodista Roberto Montoya publicó también, el pasado 15 de mayo, nota similar en el blog español El Salto Diario, lo mismo que otros medios norteamericanos.Llama la atención las numerosas y variadas fuentes citadas en esas notas y cierta similitud en el enfoque.
Pero, sobre todo, la fecha anticipada en que fue publicado el detallado reportaje de Goodman: viernes 1 de mayo. O sea, dos días antes del operativo lanzado por el grupo de Silvercorp.
Unos 300 voluntarios fuertemente armados pretendían incursionar en Venezuela e iniciar una rebelión popular contra el presidente Nicolás Maduro que terminaría con su prisión o su muerte.
Y con varios millones de dólares en los bolsillos de un veterano de las guerras de Irak y Afganistán, nacido en Canadá, Jordan Goudreau, condecorado boina verde, hoy dueño de una empresa que ha transformado en mercenarios a un grupo de veteranos que trata de hacer plata con las destrezas aprendidas en los campos de entrenamiento militar y en las guerras en que se han desempeñado en años recientes, con el ejército norteamericano.
El operativo negociado por Guaidó y sus asesores con Goudreau y su empresa Silvercorp –cuyos detalles fueron revelados por la periodista venezolana exiliada en Miami, Patricia Poleo– terminó en un estrepitoso fracaso.
La historia es ya bien conocida, con un balance de dos exsoldados norteamericanos –Luke Denman y Airan Berry– detenidos, por lo menos ocho atacantes muertos y una treintena más capturados por las fuerzas armadas venezolanas.
Denman reveló luego que su misión era tomar el control del aeropuerto cercano a Caracas, desde donde pensaban enviar a Maduro a Estados Unidos. Amigos suyos, de Austin, su ciudad natal, aseguraron que él fue engañado y que creía que la misión tenía un fuerte respaldo del gobierno norteamericano.
“Puedo asegurarle que Goudreau le garantizó que Trump le había dado su aprobación”, afirmó Daniel Dochen, amigo de Denman desde el colegio, citado por el medio Statesman. Además, esperaba recibir de 50 mil a 100 mil dólares, en caso de que tuvieran éxito.
Los preparativos hechos por Goudreau y su compañía habían sido descritos detalladamente por Goodman en su nota para la agencia AP.
Cuidadoso, el periodista revela que “esta extraña y no contada historia, de una convocatoria a las armas que se estrelló antes de ser lanzada, es el resultado de entrevistas con más de 30 opositores a Maduro y luchadores por la libertad directamente involucrados y conocedores de su planificación. Muchos hablaron a condición de permanecer en el anonimato, pues temían represalias”.
Solo la preparación de esta nota puede haber llevado, por lo menos, unos 15 días, si no más. ¿Quién puso a Goodman detrás de esa historia? ¿Quién le facilitó los contactos con fuentes que, normalmente, prefieren pasar desapercibidas?
Para Álvaro Verzi, sociólogo venezolano, codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE), el objetivo de la nota era “desvincular a los gobiernos de Estados Unidos, Colombia y a Juan Guaidó” de cualquier responsabilidad en el operativo.
Goodman afirma que para muchos ese plan carecía de sentido y que, aparentemente, “no hubo ningún intento serio de buscar el apoyo militar de los Estados Unidos”. Para el veterano marine Ephraim Mattos, citado en el reportaje, que en septiembre había pasado dos semanas entrenando a los voluntarios en su base en Colombia, “no había ninguna posibilidad de éxito sin la intervención militar directa de los Estados Unidos”. “Usted no va a derrocar a Maduro con 300 hombres hambrientos y mal entrenados”, afirmó.
Goodman repite dos veces en su reportaje que Associated Press no había encontrado evidencia alguna de involucramiento del gobierno norteamericano en el plan de Goudreau, ni que Trump hubiese autorizado una operación encubierta contra Maduro. Algo que, de haber ocurrido, necesitaba aprobación del Congreso.
Ante el fracaso del operativo, dos de los principales asesores de Guaidó – Sergio Vergara y Juan José Rendón–, cuyas firmas aparecen en el contrato con Silvercorp junto a la de Guaidó, renunciaron a sus cargos en el gobierno interino que éste encabeza.
Miembro del Comité de Estrategia nombrado por Guaidó, Rendón reconoció haber firmado el contrato (del que trata de desvincular a Guaidó) y salió a dar explicaciones sobre las relaciones con Goudreau: el contrato se firmó, pero el plan no se ejecutó por su desconfianza con el dueño de Silvercorp, afirmó. Explicación que no aclara porqué, en un audio del acto de resello del contrato, se oye la voz de Goudreau y Guaidó, cuya firma aparece también en el contrato.
Un contrato peligroso
Alan MacLeod, académico y periodista de Mintpress News, colaborador de Fairness and Accuracy in Reporting (FAIR), recordó que el contrato con los mercenarios firmado por Guaidó reflejaba lo ambicioso de la recompensa ofrecida por Washington por la cabeza de Maduro y de otros dirigentes del gobierno venezolano.
“El autonombrado presidente de Venezuela prometió pagarle a Jordan Goudreau 212,9 millones de dólares por la captura, detención o ‘remoción’ del presidente Nicolás Maduro e instalarlo a él en su lugar”, afirma MacLeod.
El contrato detalla a quienes los mercenarios podían “engage in ‘kenetic strikes’”, una expresión difícil de traducir y que luego el propio MacLeod explica como “asesinar y matar”. La lista incluye, en primer lugar, a miembros de organizaciones paramilitares, como las FARC colombianas o de la palestina Hezbollah.
Pero también a “fuerzas venezolanas ilegítimas”, una referencia, naturalmente, a aquellas vinculadas de algún modo al gobierno de Maduro, incluyendo a miembros de las fuerzas armadas y policiales.
“El contrato esencialmente permitía a Silvercorp matar a cualquier miembro de la base de apoyo al gobierno impunemente”, afirma.
Pero quizás lo más preocupante, en opinión de MacLeod, era el papel asignado a Silvercorp en caso de un operativo exitoso. La organización mercenaria se transformaría en una unidad de seguridad nacional que actuaría bajo las órdenes del nuevo gobierno, para eliminar cualquier amenaza a su estabilidad.
El contrato garantizaba a los hombres de Goudreau inmunidad ante la jurisdicción venezolana, además de seguros médicos y de vida a los mercenarios.
Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, por cuya cabeza Washington ofreció 10 millones de dólares, acusó al gobierno de Colombia de estar detrás del operativo. Revelaciones de los mismos participantes indican que en Colombia estaban sus campos de entrenamiento y que los servicios de inteligencia de ese país no eran tampoco ajenos al operativo.
Cabello se preguntó quienes lo financiaron, acusando a los gobiernos colombiano y estadounidense, así como la agencia antidrogas de Estados Unidos y “mercenarios ligados al narcotráfico”.
Una semana después del intento de desembarco, el 9 de mayo, la Guardia Nacional venezolana capturó tres lanchas de la marina colombiana abandonadas en el fronterizo río Meta, artilladas pero sin tripulantes.
La Armada colombiana emitió un comunicado según el cual las lanchas estaban amarradas en la orilla del río cuando fueron arrastradas por la corriente hacia el lado venezolano.
Los diversos escenarios
Los periodistas Lafuente y Manetto, en su artículo sobre el operativo de Silvercorp lo habían calificado de “un nuevo plan disparatado” que ha sacudido a Venezuela en medio de la pandemia.
Antes de la llegada del coronavirus –agregan– “la oposición y el chavismo ultimaban un acuerdo para la recomposición del Consejo Nacional Electoral (CNE), con vistas a las elecciones parlamentarias previstas para finales de este año.
La pandemia lo trastocó todo. No solo en el ámbito político. La crisis para los venezolanos se ha agudizado; la hiperinflación se ha vuelto a disparar, la escasez de combustible es total”.
Por otra parte, la semana pasada se difundió en Brasil información de que miembros de Silvercorp estuvieron en el país durante el primer turno de las elecciones, en octubre del 2018.
La información fue revelada por la periodista Nathália Urban en twitter, quien recuerda también que los agentes de la empresa estaban en el país cuando se dio el incidente –nunca suficientemente esclarecido– en el que el entonces candidato Jair Bolsonaro parece ser apuñalado por uno de los asistentes de un acto público de su campaña.
También vale la pena echar una mirada hacia el norte cercano, donde el sociólogo nicaragüense, Óscar René Vargas alude en un artículo a lo que, en Estados Unidos, se conoce como “la sorpresa de octubre”.
“Un término que, en la jerga política norteamericana, hace alusión a un posible evento o acción que pueda influir potencialmente en las elecciones”, que se llevan a cabo cada cuatro años en noviembre.
“¿Podrá Trump revertir la tendencia anunciada por las encuestas? ¿Utilizará la “sorpresa de octubre”? ¿Cuál será la “sorpresa de octubre”? Es difícil saber si habrá la “sorpresa de octubre”, afirma Vargas.
Nadie en Washington “oculta que el objetivo bipartidista es facilitar un cambio de régimen en Nicaragua. ¿El liderazgo de ambos partidos tiene sobre la mesa la opción militar?”, se pregunta.
No sería una novedad. Como él mismo lo recuerda, “Ortega no toma en cuenta que Nicaragua, desde la intervención militar norteamericana de 1909, se encuentra en una ‘jaula geopolítica’ dependiente de Estados Unidos”.
Algo que parte de la oposición nicaragüense lo sabe mejor que nadie y a lo que tampoco tiene escrúpulos en acudir, cada vez que les hace falta.
Estados Unidos se queda con un tercio de las muertes en el mundo
Gilberto Lopes
Camino a los cinco millones de casos el pasado fin de semana y a 320 mil muertos como consecuencia del COVID-19, el mundo gira desconcertado ante una pandemia para la cual no se cuenta todavía con respuestas seguras.
Los intentos de Naciones Unidas por poner un alto a los conflictos armados en el mundo, por lo menos mientras dure la crisis, se han enfrentado a la oposición de Estados Unidos.
Mientras exhibe músculo, los cables informan que la deuda norteamericana se ha incrementado 5,2 millones de millones de dólares, solo durante los tres años de gobierno de Donald Trump, pasando de 19,9 millones de millones en enero del 2017 a más de 25,2 millones de millones de dólares.
Como recordó la revista Newsweek, Trump había prometido, durante la campaña presidencial, eliminar esa deuda en ocho años, renegociando con China y otros acreedores de Estados Unidos sus enormes déficits comerciales.
Nada de eso ha ocurrido. Al contrario, el país es escenario de casi un tercio de los casos de coronavirus en el mundo y prácticamente triplica –con más de 90 mil casos– el número de muertos por esa enfermedad comparado con los países que le siguen, como Inglaterra, Italia o Francia.