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Haití paralizado

Saqueos y protestas han dejado decenas de muertos

“¡El país está al borde del abismo! Esta situación no puede durar más”, dijo la Conferencia Episcopal de Haití en una declaración divulgada el jueves pasado.

Hacía ya una semana que nuevas protestas se extendían por todo el país. Una más de las que se vienen repitiendo desde hace un año, y que han dejado decenas de muertos, sin que se vislumbre salida para la crisis.

Las imágenes dan la vuelta al mundo con las expresiones de ira de una población saqueada y empobrecida –la más pobre de América– sin que se vislumbre una salida para la dramática situación del país. No hay ayuda humanitaria para Haití.

Los poco más de diez millones de haitianos –que comparten 376 kilómetros de frontera con República Dominicana en la isla caribeña de La Española– parecen haber perdido toda esperanza de ver mejorar su condición de vida.

UNIVERSIDAD conversó con Frantz Voltaire, un haitiano que dirige el Centro Internacional de Documentación e Información Haitiana, Caribeña y Afrocanadiense (Cidihca), en Montreal, Canadá, el más importante sobre la historia del país.

Haití está confrontado a una crisis secular, una situación imposible donde la gente no tiene alternativa más que rebelarse, dijo Voltaire a UNIVERSIDAD en la entrevista que reproducimos a continuación.

Haití se enfrenta a una ola de protestas desde el año pasado, que ha dejado ya decenas de muertos. La más reciente vinculada a medidas económicas de ajuste sugeridas por el FMI. ¿Cuál es su evaluación de la situación?

-El país está atravesando una crisis profunda, que se manifiesta en todos los aspectos. Entre el 14 de enero y el 14 de febrero la moneda nacional, el gourde, que se cotizaba a 72 por dólar, se devaluó a más de 82 por dólar. Como Haití importa casi todos los alimentos que consume la población principalmente de Estados Unidos y de República Dominicana, la devaluación tiene un fuerte impacto sobre la población. Por otro lado, el sistema impositivo afecta a los más débiles. El desempleo afecta a más de 40% de la población, pero hay quienes lo estiman en más de 60%, con empleos muy precarios.

Hay denuncias de corrupción, en particular con los recursos de Petrocaribe, que se dilapidaron. No se realizó nada con esos fondos.

Desde hace más de un año la población exige que se procese a quienes dilapidaron fondos públicos estimados en más de 4.000 millones de dólares, principalmente durante el gobierno anterior, de Michel Martelly (may 2011 – feb 2016).

Su sucesor, Jovenel Moïse, fue elegido con una alta abstención, en elecciones con menos de 600 mil votos en un padrón de más cuatro millones de electores. La mayoría de la población cree que este gobierno fue impuesto por la comunidad internacional, especialmente por Estados Unidos, Francia, Canadá, España o Alemania.

El gobierno se ha mantenido con promesas falaces, ha prometido inversiones y no hubo nada, y ahora llegó a un punto en que no tiene margen de maniobra. Desde 17 de octubre las manifestaciones exigen su salida.

En su opinión, ¿tiene el presidente Jovenel Moïse condiciones para controlar la situación o deberá renunciar, como exigen los manifestantes?

-No creo que el presidente tenga la posibilidad de continuar, creo que tiene que renunciar, pero no sé cuánto tiempo más puede durar. Hay un conflicto en el ejecutivo, entre el presidente y el primer ministro Jean-Henry Céant, las fronteras del país están cerradas desde hace una semana, las embajadas han evacuado a su personal y algunos turistas han tenido que ser llevados en helicóptero al aeropuerto para poder abandonar el país.

En Haití no hay ejército y es difícil saber hasta cuándo la policía va a poder continuar sosteniendo el enfrentamiento con la población, ante la radicalización de las protestas. Cuando uno ve esas imágenes puede apreciar que participan muchos jóvenes que no tienen empleo, desesperados. Su situación se agrava porque las puertas de la inmigración están cerradas, tanto en Chile –hacia donde muchos migraron–, como en la vecina República Dominicana o en Estados Unidos. En esas condiciones, reaparecen los balseros que van por las Bahamas hasta Miami.

Así que no se ve qué posibilidad tiene el gobierno para mantenerse. Además hay pocas reservas de todo, problemas de abastecimiento de agua, de electricidad, de petróleo.

El presidente no tiene apoyo social ni político, salvo el Core group, integrado por un representante del Secretario General de Naciones Unidas y los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá, Francia y Estados Unidos, además de la OEA, que piden diálogo para encontrar una salida a la crisis política. Pero no creo que haya actualmente condiciones para esas negociaciones. Hay creciente riesgo de violencia. Además, la protesta no tiene cabeza y, por lo tanto, no hay un dirigente con quien negociar. Quizás salga un nuevo liderazgo de esos movimiento, pero aún no se ve.

¿Sería una eventual renuncia de Moïse la salida para la crisis por la que atraviesa el país?

-No veo la solución inmediata. Es un movimiento de protesta que atraviesa todo el país, no es solo en la capital. Hay una coalición mayoritaria contra la manera como se ha gobernado, hay un cuestionamiento del funcionamiento del sistema, pero no hay un nuevo tipo de liderazgo.

A mi entender la renuncia de Moïse daría tiempo para negociar, pero hay necesidad de un cambio radical en el país, de reorganizar el Estado. La comunidad internacional ha impulsado soluciones cosméticas, pero la radicalización no permite que solo un cambio de gobierno sea suficiente para lograr lo que el país necesita.

El expresidente Jean Bertrand Aristide, que alguna vez fue visto como un líder capaz de dirigir al país en medio de la crisis, ¿es todavía una figura relevante en la política haitiana?

-Su partido, Lavalas, está en la oposición; se está manifestando contra el gobierno. Ciertamente Aristide tiene su apoyo, pero no se si va a ser una figura relevante en el futuro del país.

Haití atraviesa una situación económica en continuo deterioro. Un crecimiento insuficiente, de menos de 2%, inflación de dos dígitos y una balanza comercial altamente deficitaria se combinan con una propuesta de aumento de tarifas y recortes de gastos impuesta por el FMI. Eso ha derivado en manifestaciones y protestas. ¿Cuál es la alternativa?

-Es una situación imposible donde la gente no tiene alternativa más que rebelarse. El país está confrontado a una crisis secular, y no se ve una salida. ¿Será este movimiento capaz de ir más allá de un cambio de presidente? No lo sabemos.

Se habla de gobierno de salvación pública, pero no se ve una propuesta seria que pueda orientar el país hacia perspectivas nuevas.

 

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