“Los asesinatos de Marielle y de Anderson, gritos que apuntan hacia la oscuridad”. Esta es una de las frases que se puede leer entre los comentarios sobre el asesinato, el miércoles pasado, de la concejal de Rio de Janeiro, Marielle Franco, una mujer negra de 39 años, y de su chofer, Anderson Pedro Gomes. Este crimen fue cometido por pistoleros que les dispararon desde un carro que los venía siguiendo, cuando la concejal volvía, en su vehículo, de un acto celebrado en un barrio popular de Rio.
Este es un asesinato de consecuencias imprevisibles cometido en vísperas de que se decida, el próximo 26 de marzo, la última apelación del expresidente Lula contra la condena de 12 años a la que fue sometido. Poca gente duda que esta será rechazada, de modo que, al día siguiente, el expresidente podría ser encarcelado.
“Creo que el asesinato de Marielle puede ser un punto de inflexión. Mucha gente fue a las calles para protestar y mucha gente fue también a las redes sociales. Realmente, mucha gente. Vi una encuesta de la Fundación Getulio Vargas (FGV) que muestra que 88% de las personas están indignadas, exigen respuestas, y solo 7% en la línea de ‘ella hizo por donde’. ¿Qué sigue? No sé, aquí todo está muy oscuro”.
Son criterios, opiniones que revelan un estado de ánimo que se va adueñando del país y que el asesinato de la concejal brasileña ha venido a acentuar.
Intervención militar
Como dijeron Flávia Marreiro y Xosé Hermida, corresponsales de El País en São Paulo, “incluso en una ciudad tan acostumbrada a la violencia como Rio, el crimen ha provocado una fuerte conmoción, ya que presenta algunas características inéditas hasta ahora”. “El asesinato es un golpe a la nueva política de seguridad del gobierno federal, que el mes pasado decidió entregar al ejército el control del orden público en Rio ante la imparable escalada de violencia”, agregaron los corresponsales.En todo caso, la idea de una “imparable escalada de violencia” no parece coincidir con los datos que muestran, por ejemplo, menos violencia durante el carnaval de este año que el del año pasado. Hay quienes estiman que la intervención militar en Rio no es más que un ensayo para otras.
Al comentar sobre el desempeño de la fuerza militar brasileña durante su intervención en Haití bajo la bandera de Naciones Unidas, Marco Aurélio Canônico, columnista del diario Fôlha de São Paulo, afirmó que esta fue “un ensayo para la intervención en Rio”. Además, aseveró que esta intervención en Rio no es otra cosa que “un laboratorio para el Brasil”.
Canônico citó una intervención del comandante de las tropas brasileñas en Haití, el general Augusto Heleno, hoy retirado, al hablar en la Escuela Superior de Guerra de Brasil ante militares activos. Ahí dijo que, ahora que el ejército ha empezado a actuar en Rio, “va a aparecer un montón de gente reclamando por los derechos humanos. Si los humanos derechos no tienen derechos humanos, lo primero que hay que hacer es arreglar esto”, habría dicho Heleno. “El verbo de la misión es eliminar. O se mete preso o se mata”, pero meter preso no resuelve nada. Se prende el narcotraficante y “dos días después una audiencia de custodia los deja libre”, agregó.
Marielle
Marielle Franco y su agrupación política, el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), no apoyaron la intervención militar para resolver el problema de seguridad en Rio de Janeiro. Ella misma era la relatora de una comisión creada en la cámara municipal para fiscalizar la actuación del ejército en la ciudad.
En febrero, el presidente Michel Temer firmó un decreto para entregar a los militares la seguridad en Río de Janeiro. El general Walter Braga Netto fue puesto al frente de las tropas que empezaron sus operaciones de control en las favelas que trepan por los cerros de Rio de Janeiro.
Días después, la concejal afirmó, en una entrevista publicada en el Correio da Cidadania el 24 de febrero, que la intervención era una “farsa”, que estaba más vinculada con la necesidad del partido de Temer, el PMDB, de salvarse de la situación de descrédito ante la opinión pública, de su propio desprestigio, pero también con la imagen de la cúpula de la seguridad pública y con la industria de armamentos.
La población de la Maré –el complejo de donde venía Marielle, una de las mayores favelas de Rio– “se ve bajo la acción de muchos fusiles, de las Fuerzas Armadas, de la policía o del crimen. Es una situación que torna vulnerable quien vive allá. La política pública de seguridad, en vez de pensar en una perspectiva inclusiva, ciudadana, como alternativa a la venta de drogas, infelizmente llega con la mano fuerte del general”, afirmó Franco.
“La sensación de inseguridad es generalizada y en las favelas es mucho mayor”. No intimida a la criminalidad, criminaliza la pobreza. Los que financian las armas y las drogas, los que lucran con el mercado de la criminalidad están muy lejos de allí”, agregó.
El periodista Alex Solnik se preguntaba, en un artículo publicado el 17 de marzo pasado, a quién interesaba la muerte de Marielle. Para contestar, se refirió a un caso anterior, al de la juez Patricia Acioli, que había condenado a 60 policías por asesinatos cometidos en Rio de Janeiro contra supuestos criminales.
Una investigación reveló que los autores del atentado fueron 11 policías “que temían ser los próximos denunciados o querían proteger a sus colegas contra nuevas condenas de la juez”.
Tal como Patricia, Marielle “denunciaba asesinatos de la policía en las favelas cariocas y su multiplicación después de la intervención militar” en la ciudad.
Ruanda
Para Solnik, los asesinos se equivocaron al no prever la repercusión de este caso. El día siguiente, una multitud se congregó frente a la Asamblea Legislativa del estado para exigir respuestas sobre la ejecución de la concejal.
Eugenio Aragão, ministro de Justicia durante el gobierno de Dilma Rousseff y profesor de derecho internacional en la Universidad de Brasília, escribió sobre el tema. Cuando esto explote, afirmó, “Ruanda será poco”.
Aragão se refierió a su experiencia en una mesa redonda sobre la intervención militar en Rio. Entre los ponentes, afirmó, estaba Buba, una mujer que vive en la favela de Acari, donde es activista comunitaria.
Su descripción es impresionante, pues explicó que “Buba vive en un rincón que exhala hedor de sangre coagulado, sudor y heces. Es un lugar donde frecuentemente ‘desovan’ cadáveres de moradores ejecutados sumariamente por la represión criminal y por la represión de los criminales”. La muerte a tiros es rutina. Los moradores no pueden distinguir entre lo que es una dictadura y la tal “democracia”. En Acari, concluyó, “no hay democracia, ni nunca hubo, ni con Lula, ni con Dilma ni con los golpistas de hoy”.
Para Solnik, Marielle “denunció con vehemencia la violencia letal en Acari y por eso murió a tiros”.
“Mas que una amiga, Marielle era un símbolo de nuestras mayores conquistas. Una mujer como nosotras, negra, de la favela, que tenía mucha fuerza para enfrentar los desafíos institucionales de los políticos, que siempre nos mantienen a distancia”, dijo Daiena Mendes, una estudiante de periodismo de 28 años, citada por el diario The Guardian.
Su muerte deja un vacío en el activismo de Brasil y en el corazón de muchos de sus ciudadanos. “Estoy triste, tan triste y el lugar más frío de Río es mi cuarto”, cantó Caetano Veloso en un emotivo vídeo que compartió en redes sociales.