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Éxodo de migrantes desnuda violencia estructural de la región

En los últimos meses, más de 20.000 nicaragüenses pidieron refugio en Costa Rica, mientras que 8.000 personas de la caravana migrante centroamericana hacia Estados Unidos fueron detenidas por el muro fronterizo con México.

En este segundo semestre del año, miles de nicaragüenses han solicitado su condición de refugiado en Costa Rica, debido a la coyuntura conflictiva que vive el vecino país desde que comenzaron, a mediados de abril del 2018, las protestas y enfrentamientos contra el régimen del presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo.

Una de las personas que huyó de Nicaragua por la sangrienta coyuntura, que ya cobró cerca de 500 muertes según la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos, fue Heyling Marenco, de 25 años. Oriunda de Matagalpa y estudiante de trabajo social, se vio obligada a salir de su país recientemente hacia Costa Rica, debido a la persecución del régimen orteguista que la catalogó de terrorista por su activismo político y trabajo en favor de los derechos humanos. (Ver nota aparte)

Marenco forma parte de las 21.000 personas nicaragüenses que, de acuerdo con las cifras de la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME), a noviembre de este año han solicitado refugio en nuestro país.

Caravana migrante cruzando el río Suchiate, en la frontera entre Guatemala y México. 2 de noviembre 2018.

Si bien el subdirector general de Migración y Extranjería, Daguer Hernández, afirma que el flujo de nicaragüenses hacia Costa Rica se mantuvo en los volúmenes normales durante el año con 370.000 personas que entraron y 316.000 que salieron por puntos oficiales, el dato de la población solicitante de la condición de refugiado subió exponencialmente.

De hecho, los registros muestran que de cuatro personas peticionarias en enero, pasaron a ocho en mayo, 3.200 en junio, 5.000 en julio y 2.200 al corte en noviembre.

Hernández hace la salvedad de que, según cálculos preliminares de la DGME, de las 21.000 personas que han pedido refugio, el 80% ya vivían en el país de forma irregular antes de que el conflicto en Nicaragua estallara, y lo hicieron para acceder a una categoría migratoria de forma fácil y expedita.

También detalló que el perfil de los solicitantes de refugio a partir de medio año está compuesto por estudiantes, activistas, políticos, empresarios, profesionales, profesores universitarios y exmilitares.

“Son personas que de alguna forma están siendo perseguidas y obligadas a salir de su país de origen, y que vienen a Costa Rica buscando la protección internacional de refugio”, explicó.

 

Emergencia humanitaria

Para afrontar el flujo migratorio que eventualmente ha sido y puede ser extraordinario, nuestro país construyó dos Centros de Atención Temporal para Personas Migrantes (Catem), uno en la zona norte y otro en el sur, con capacidad para 4.000 individuos cada uno, y en donde, según Hernández, actualmente hay en total nueve nicaragüenses.

“El Estado no tiene la carga de darles hospedaje (a los nicaragüenses de reciente migración) porque tienen algún lugar en Costa Rica donde hospedarse, por sus lazos históricos familiares y de amistades. Así logran ubicarse en alguna casa particular y no en espacios otorgados por el Estado”, puntualizó.

Los datos oficiales del éxodo nicaragüense contrastan con los de organizaciones no gubernamentales como Cenderos, que trabaja en Costa Rica por la defensa y promoción de derechos de las personas migrantes transfronterizas y solicitantes de refugio.

Al respecto, su presidenta Adilia Solís afirmó, en entrevista con UNIVERSIDAD, que las estimaciones a partir de censos de la fundación son que 50.000 personas han huído de la situación en Nicaragua hacia Costa Rica y probablemente pidan asilo.

“Hay personas que huyen de la violencia y otras que son perseguidas, y no todas van a calificar como solicitantes de refugio, pero sí todas requerirían el apoyo humanitario”, indicó.

De acuerdo con Solís, el país no está preparado para recibir a la población nicaragüense que migra en la actual coyuntura, con la gravedad de que no es considerada una emergencia humanitaria tener a decenas de miles de personas solicitando refugio. “Las crisis migratorias de cubanos (en 2015-2016) y africanos (en 2016) se declararon emergencia humanitaria de forma inmediata. “¿Por qué antes sí y ahora no?”, se cuestionó.

Ante la exitosa gestión por parte del gobierno del expresidente Luis Guillermos Solís de los migrantes estacionados en las fronteras norte y sur hace unos años, la presidenta de Cenderos reclama la acción gubernamental como respuesta al éxodo de nicaragüenses para que se movilicen recursos.

“Desde el discurso oficial todo está controlado y es absolutamente falso; la gente está pasando hambre y durmiendo en las calles. Lo que se pensaba era temporal, mientras se resolvía en Nicaragua, no da muestras de tener una mejoría a corto plazo. No entendemos cuál es la política (migratoria). No encontramos las respuestas adecuadas, ni ágiles y efectivas”.

Migrantes hondureños de la caravana hacia Estados Unidos luchan por cruzar una de las salidas de la frontera internacional de Guatemala-México.

Más que caravana, éxodo

El periodista del medio digital salvadoreño El Faro, Carlos Martínez, acompañó a la denominada caravana migrante a partir de Ciudad de Guatemala para llegar a Tijuana, México, el 14 de noviembre, luego de que la mayoría había recorrido en masa cerca de 5.000 Kilómetros desde San Pedro Sula en Honduras.

La crónica de Martínez del lunes 26 de noviembre da cuenta de las condiciones insalubres en que convivieron más de 6.000 migrantes en un albergue tijuanense diseñado para 380 personas. Para el periodista, la situación calificaba de emergencia humanitaria.

“Cada palmo de ese sitio está ocupado por carpas hechas de plástico, de ramas, de toallas, colocadas sobre una tierra rojiza y volátil que llena el lugar. En los graderíos, bajo los árboles, sobre el asfalto de los pasillos, a la sombra de los juegos infantiles duerme gente abrigada en mantas que nunca son muchas para una ciudad que comienza a enfriarse cada día más. Las duchas colectivas generan lodazales permanentes, y los servicios sanitarios… los servicios sanitarios no merecen ni el nombre. Hay una hilera de baños portátiles infames: están hasta el copete de mierda, literalmente. A ciertas horas, antes de que aparezca la empresa que los drena o los cambia, es imposible sentarse en los inodoros, puesto que los excrementos se derraman sobre las tazas, inundan las cabinas plásticas y despiden un olor insoportable, que orbita como una bruma sobre el refugio cada vez que se abre una puerta. La comida no abunda”, escribió Martínez.

Ante estas condiciones infrahumanas, los migrantes están siendo trasladados a un centro de convenciones a diez kilómetros del refugio, donde al menos tendrán techo por un tiempo indefinido.

En entrevista con UNIVERSIDAD, Martínez sostuvo que el gran discurso que transmite el éxodo centroamericano -más que caravana- es “¿quién en su sano juicio sale de su país cargando niños en carriolas, o arrastrando su propia sillas de ruedas o arriesgándose a atravesar 5.000 kilómetros con su calor y frío, y con la incertidumbre que esto implica?”

Algunas respuestas a estas interrogantes se encuentran en la pobreza y la violencia estructural que sufren los países de la región, visibilizados en datos concluyentes del Estado de la Región (2018) a partir de los institutos de estadísticas de cada país.

Así, por ejemplo, los números indican que el país con mayor pobreza es Honduras, con un 68,9 en el 2017; seguido de Guatemala, con un 59,3 en el 2014; y luego El Salvador con un 38,7 en el 2016; mientras que Nicaragua, Panamá y Costa Rica mostraron un 24,9 en el 2016, un 22,1 en el 2016 y un 21,7 a julio del 2019, respectivamente.

“Esta caravana debe poner los ojos, sobre todo, en la manera en que están organizadas las sociedades centroamericanas, y su enorme cadena de omisiones, mezquindades y  falsedades con que nuestros gobernantes y sistemas políticos han construido estas sociedades. No es un discurso sobre (Donald) Trump, ni sobre México y Enrique Peña Nieto. Es, sobre todo, un relato de la América del centro”, manifestó el periodista salvadoreño.

 Origen estructural

 Las causas de la migración son estructurales, según han estudiado durante años los investigadores y académicos Guillermo Acuña y Carlos Sandoval.

Específicamente, el caso de la caravana expone una realidad disfuncional que excluye y expulsa a millones de personas de los sistemas económicos, sociales, políticos, culturales y por orientación sexual de sus países de origen.

El enorme grupo que partió de Honduras en octubre de este año hacia Estados Unidos es heterogéneo, constituido por mujeres y hombres de todas las edades en estado de pobreza, sin empleo, que huyen de la violencia intrafamiliar y comunitaria, del crimen organizado y de aquella ejercida por los mismos Estados y sus gobiernos cruzados por la corrupción.

Para Acuña, se debe cuestionar el término de “caravana” para nombrar el fenómeno del éxodo de estos migrantes centroamericanos, ya que fabula y embiste la real dimensión humanitaria que posee. “Los vemos de forma romántica, no vemos el drama real”, sopesó.

Considera, además, que estos migrantes cuestionan al régimen global de fronteras que se constituyó a partir del 11 de setiembre luego del atentado terrorista contra las Torres Gemelas en Nueva York. “Las personas que migran transgreden los límites fronterizos cruzándolos con su propio cuerpo, y en el caso de la caravana lo lograron hasta llegar a Tijuana, porque se encontraron con los soldados enviados por Trump”, apuntó.

Un hombre de la caravana migrante centroamericana camina a lo largo de la barricada puesta por la patrulla fronteriza de los Estados Unidos ubicada en el Río Tijuana, cerca de El Chaparral en Tijuana, Baja California, México. 25 de november de 2018.

Aún cuando no migrar es un derecho que los Estados deben garantizar, si esto no funciona, señala Acuña, existe el derecho a migrar: “Si una persona se queda sin nada, sin trabajo, amenazada, sin grupos de apoyo, escoge la migración como último recurso; es la última frontera”.

Sobre el reciente éxodo migratorio centroamericano, Sandoval evidencia, por su parte, que acuñada por las nuevas derechas, la migración se ha posicionado como uno de los mayores puntos de controversia política, como sucede en el caso del presidente de los EUA, Donald Trump, y a lo cual nuestro país no escapa.

“Una de las banderas de Trump es la construcción del muro. La frontera tiene 3.500 Kilòmetros, y alrededor de 1.500 ya tiene muro; sin embargo, en las elecciones de medio periodo, los republicanos perdieron en siete de ocho condados del sur fronterizo. Es decir, no necesariamente el sentimiento antimigrante es predominante en las zonas donde hay mayor contacto con migrantes. Donde ha sido más efectivo (Trump) es con el muro simbólico”, destacó Sandoval.

Sandoval a la vez cuestionó la incapacidad de los países de la región de imaginar una salida a lo que cobra más vidas que los conflictos bélicos de hace 30 años en Centroamérica, cuando se lograron los Acuerdos de Esquipulas.

En una región donde las tasas de homicidios dolosos (ver gráfico) en países como El Salvador y Honduras son más altos que en los tiempos de la guerra centroamericana y hay pandillas que tienen tomadas las colonias, Sandoval ve con mucha tristeza cómo la política exterior costarricense no asume un liderazgo en materia migratoria.

“¿Cuál es el plan de paz de Centroamérica? El gran reto que tenemos es reconocer que el tema de la política migratoria no es la seguridad sino el desarrollo regional. En ese contexto nuestro país tiene un liderazgo que tiene que potenciar”, concluyó.

Políticas migratorias

En el ámbito de las políticas migratorias tanto a nivel nacional y regional, como mundial, Costa Rica se inserta en un marco de acciones para gestionar el flujo de las personas migrantes.

La DGME junto a otras instituciones como la Cancillería, lideradas por la vicepresidenta de la República, Epsy Campbell, establecieron un Plan Nacional de Flujos Migratorios que pondrán en marcha del 2019 al 2021.

Uno de los puntos propuestos en el Plan es la Sala de situación migratoria, con el fin de medir cómo se comportan los flujos migratorios a nivel centroamericano, latinoamericano y extracontinental, que define la ruta a seguir si el país experimenta migraciones extraordinarias y masivas.

Asimismo, el país forma parte en la Conferencia Regional sobre Migración (CRME) y en la Comisión Centroamericana de Directores de Migración (OCAM), que, de acuerdo con Hernández de la DGME, plantean dos visiones regionales distintas, una norte-sur y otra sur-sur que han costado consensuar.

Finalmente, el país participa del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular acordado en el seno de las Naciones Unidas, que será ratificado este diciembre por los países miembros, excepto Estados Unidos. “El pacto nos sirve a nivel regional porque implica que los otros países empiecen a ajustarse para enmarcarnos en una misma regulación migratoria”, explicó Hernández.

De acuerdo con Marcelo Pisani, Director Regional de la OIM para Centroamérica, Norteamérica y El Caribe, dicho Pacto contiene 23 objetivos y compromisos que brindarán una oportunidad única de ayuda a los países centroamericanos, con el fin de lograr una migración segura, ordenada y regular; “al tiempo que les brinda el espacio y la flexibilidad para hacerlo en función de sus propias realidades y capacidades de migración”.

Mientras tanto, los más de 8.000 migrantes centroamericanos estacionados en Tijuana, que buscaban mejorar sus condiciones de vida, se encuentran ahora en un limbo con mayor incertidumbre.

También en Costa Rica, migrantes de distintas nacionalidades desean vivir en paz. En sus países de origen no hay opciones para una vida digna y, cuando esto ocurre, migrar es un derecho. Sin embargo, también es un derecho no migrar de los hogares que los vieron nacer.

 

Migrantes pasan la noche en las oficinas de la Asociación Diakite en Bayona, Francia, 20 de noviembre 2018. Iroz Gaizka /AFP

Persecución y violencia obligan a huir de Nicaragua

Salió de su país recientemente rumbo a Costa Rica porque su vida corría peligro en Nicaragua, debido a amenazas y persecución por parte del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Esta es la historia de Heyling Marenco, nacida en Matagalpa, Nicaragua:

“Tengo 25 años. Hace poco salí de mi país forzadamente porque mi vida corría peligro. Era estudiante de cuarto año de trabajo social, activista y defensora de los derechos humanos. Tuve que abandonar mi casa hace siete meses para no exponer a mi familia. La gente que está a favor de Daniel Ortega y Rosario Murillo empezó a circular fotos mías por redes sociales y en algunos mercados donde me acusan de terrorista y de cosas que son totalmente falsas. Esto me limitó a no poder salir por miedo a ser reconocida. Me vi obligada a solicitar mi pasaporte e hice las gestiones: pagué y llevé los papeles, pero cuando llegué a Migración me solicitaron papeles que nunca piden. Me dieron cita para el 8 de agosto a la cual no me presenté, porque sentí que era una trampa. El 3 de agosto, gracias a la ayuda de algunas personas que estaban haciendo el trabajo de pasar a chavalos y chavalas que necesitáramos salir del país, el 4 de agosto salí por un punto ciego de Peñas Blancas con dos amigos. Me vine sin conocer a nadie en Costa Rica, sin tener a dónde ir y sin dinero. La situación por la frontera de mi país fue tranquila, lo único que presenté fue mi cédula ante un agente del ejército que me anotó en un cuaderno porque no habían listas; pasé por migración y lo primero que hice fue la solicitud de una fecha para el carné de refugio. Corrí con un poco de suerte a diferencia de otras chavalas que han tenido incluso que prostituirse para estar en este país un poco más seguras. Yo no salí porque quería buscar trabajo o una mejor vida, salí porque tenía que resguardar mi vida”.



**Aclaración: En una primera versión de este artículo se consignó por error a Jorge Gallo como el autor de las declaraciones de la Organización Internacional de las Migraciones, sin embargo fueron dadas por Marcelo Pisani, Director Regional de la OIM para Centroamérica, Norteamérica y El Caribe.

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