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Elecciones en Baviera debilitan aún más la coalición de gobierno alemán

Con sus peores resultados desde 1950, los conservadores socialcristianos (CSU) de Baviera perdieron el pasado domingo el 10% de sus votos, comparados con las anteriores elecciones locales del 2013, pasando de 47,7% a 37,2%.

Con sus peores resultados desde 1950, los conservadores socialcristianos (CSU) de Baviera perdieron el pasado domingo el 10% de sus votos, comparados con las anteriores elecciones locales del 2013, pasando de 47,7% a 37,2%.

Con este resultado, los aliados bávaros de los demócratas cristianos (CDU) de Angela Merkel perdieron la mayoría absoluta con que gobernaban la región más rica de Alemania, y debilitaron aún más la coalición gobernante alemana, que vio a su otro aliado, los socialdemócratas del SPD, caer al quinto lugar en Baviera, con 9,5% de los votos.

Presionados por la creciente migración que la pobreza en África y los conflictos en el norte del continente y el Medio Oriente empujan hacia Europa, la política europea en general ha visto como el tema va ocupando espacios cada vez mayores en el debate público y alimentando partidos cuya principal razón de ser es la supuesta reivindicación de valores nacionales.

Llamados “populistas” y, con frecuencia, identificados con valores nazis, su presencia en la política alemana no ha parado de crecer.

Las elecciones bávaras fueron la puerta de entrada para los representantes de Alternativa para Alemania (AfD), la principal agrupación de esa corriente en el país, al parlamento regional, el décimo quinto. Solo les falta lograr representación en uno, el de Hesse, donde se celebran elecciones dentro de dos semanas. Y nadie duda de que, ahí también, lograrán hacerse representar.

En vísperas de los comicios, la periodista Katrin Bennhold escribió en el New York Times: “en cualquier otro momento una relección regional en Bavaria sería simplemente una elección regional en Bavaria. Pero, en el clima político actual, la votación es vista de cerca como un referendo sobre la política migratoria de Merkel”.

El tema ha puesto tensión dentro de la misma coalición demócrata cristiana. El líder de la CSU, Horst Seehofer, ministro del Interior del Gobierno alemán, ha tomado distancia de Merkel en su política migratoria, defendiendo una posición más dura que la expresada por la canciller alemana.

A Seehofer le preocupa el crecimiento de la AfD y su agresiva campaña contra los inmigrantes, que parece estarles dando alas en todo el país. Temía que ese efecto se extendiera a Baviera y se expresara en las elecciones del domingo pasado. Los resultados, en todo caso, según analistas alemanes, solo parcialmente han confirmado esos temores.

Se bien la AfD logró entrar al parlamento, algo que no estaba en duda antes de las elecciones, su votación no fue la que temía la CSU, que perdió votos para una nueva agrupación, conformada por disidentes del partidos, los Votantes Libres, que quedó en tercer lugar, con 11,5%.

En realidad, el partido que más creció, transformándose en la segunda fuerza política en esa región, fueron el de los verdes, defensores de una política migratoria más abierta, quienes prácticamente duplicaron su votación a costa del SPD.

Con casi 18% de la votación, están ahora en condiciones de negociar con la CSU la conformación del Gobierno regional, una tarea nada fácil debido a la diferente posición con que abordan el tema migratorio. Pero, en cambio, los acerca una posición conservadora en temas económicos y sobre la visión de Europa.

“Nosotros somos claramente proeuropeos, partidarios de la democracia liberal”, afirmó la joven dirigente verde Katharina Schulze, de 33 años. “La AfD es nuestro polo opuesto, con los otros partidos nadando en el medio”, agregó.

Europa

El tema europeo es otro que caracteriza a los partidos de carácter xenófobo, tanto en Alemania como en Francia o Italia, entre otros países, donde, en particular, se resisten a las políticas económicas de austeridad.

Esas políticas tienen en la CDU, en particular en el exministro de Hacienda de Merkel y actual presidente del Parlamento alemán, Wolfgang Schäuble, su principal expresión y la han impuesto a toda la Europa del euro, la moneda única europea, principal instrumento de esas políticas.

Richard Ogier, un periodista australiano radicado en Múnich, puso el acento en este tema. En un artículo publicado en el diario británico The Independent, Ogier afirmó que el éxito de la AfD no es solo resultado del rechazo a la política migratoria de Merkel, sino de otro fenómeno: el relativo fracaso de las políticas de absorción de la Alemania del este. “Las viejas heridas este-oeste no han terminado de sanar”, afirmó.

Pese al éxito de la economía alemana, de su superávit comercial y de su bajo desempleo (que en Bavaria es solo del 2,9%, el más bajo de Alemania), en su opinión las elecciones bávaras han mostrado que persiste el problema más permanente de Alemania: la división este-oeste.

Los extremistas son, de lejos, más fuertes en los cinco estados de la vieja República Democrática Alemana (RDA), donde hay pocas empresas de envergadura, pocas inversiones, los salarios bajos, pero hay pocos extranjeros. Este último aspecto Ogier lo compara con la situación de Bavaria, donde viven 1,8 millones de extranjeros, lo que representa 137 por cada mil habitantes. Una cifra muy superior a la de Sajonia, en el este, donde hay solo 195 mil extranjeros, lo que representa 48 por cada mil habitantes. Y, sin embargo, es en los estados de la antigua RDA donde AfD y otros grupos xenófobos tienen mayor arraigo y se manifiestan con mayor violencia.

Otra visión

La visión de Ogier no es compartida por Schäuble, quien, en reciente entrevista con tres diarios europeos –El País, de España; La Repubblica, de Italia; y Le Figaro, de Francia– estimó que, por un lado, “la crisis de los refugiados está bajo control” y, por otro, que la integración de los estados del este “se ha hecho bastante bien”. “Ya no es este contra oeste”, estimó.

Representante más duro de la política de austeridad, el entonces ministro de Hacienda alemán fue el encargado de someter a Grecia a los dictados de la troika –la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI– e imponerles drásticas medidas que han hundido el país en una crisis social sin precedentes, además de obligarlos a liquidar los bienes públicos en un proceso radical de privatizaciones. Para Schäuble lo ideal hubiera sido obligar a Grecia a abandonar el euro. En su opinión, eso hubiera facilitado crear una Europa más fuerte.

“Nosotros tratamos de aplicar el Pacto de Estabilidad”, dijo Schäuble, refiriéndose a un acuerdo firmado en marzo del 2012 por los Estados miembros de la Unión Europea (con excepción de Gran Bretaña y la República Checa). El Pacto, que busca limitar el déficit fiscal, está diseñado a la medida de la economía alemana, pero representa una carga a ratos insoportable para los demás países del grupo.

Lo cierto es que las draconianas medidas impuestas a Grecia y la intransigencia del ministro alemán solo mostraron a los países miembros donde estaba el poder y probablemente marcaron el inicio del proceso que Schäuble pretendía evitar. Su polémica con el entonces ministro de Economía griego, Yanis Varoufakis, ha quedado marcada como ejemplo de dos visiones del proceso que se resolvió, en aquel momento, a favor del alemán.

Luego, en la entrevista mencionada, no sin cierto cinismo, Schäuble afirmó que “siempre hay que respetar a los políticos que han sido elegidos en sus países. Hay que intentar hablar con ellos sin adoptar sus posiciones”.

Reconoció, en todo caso, que “la transformación de los países del antiguo Pacto de Varsovia es mucho más difícil de lo que imaginamos en 1990. En Alemania ha ido mejor, pero tenemos un problema demográfico significativo ligado a la migración interior y al desarrollo desigual en las regiones”.

Y agregó que “Ahora ya no es como antes, cuando pensábamos que después de Hitler nunca tendríamos un nuevo partido a la derecha en Alemania”, un país donde es difícil encontrar un político más a la derecha del mismo Schäuble.

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