Mundo Una rebelión anunciada

“El problema constitucional se va a solucionar, por las buenas o por las malas”

Conversé con él hace un par de años en su casa. Era víspera de elecciones de noviembre de 2017 e iba de candidato a diputado.

En Santiago

Conversé con él hace un par de años en su casa. Era víspera de elecciones de noviembre de 2017 e iba de candidato a diputado. No salió elegido, pero sigue siendo una referencia en el debate político chileno.

Renunció hace pocas semanas al partido Socialista. “Está al servicio de quienes lo conducen”, explicó. La semana pasadas se engarzó en una polémica con Andrónico Luksic, uno de los empresarios más importantes del país, sobre la necesidad de una constituyente. Hace tiempo insiste en eso.

Revisar las entrevistas realizadas a diversos actores políticos chilenos hace dos años resulta un ejercicio iluminador. Todos los síntomas de la crisis estaban presentes, pero nadie dimensionó el carácter explosivo que ya entonces contenían.

Fernando Atria

Fue en nuestra entrevista, en su casa, cuando me dijo: “La solución tiene que estar a la altura del problema y lo único que está a la altura del problema es una asamblea constituyente. Una nueva constitución es urgente para el país. ¿Hay posibilidad de convocar a esa constituyente? ¡No! Pero el problema constitucional se va a solucionar, por las buenas o por las malas. Esa situación, de una política neutralizada, es inestable y se va a solucionar de una manera o de otra”.

Está publicado. Hoy está claro que tenía razón. Desde hace casi un mes una rebelión popular ha hecho saltar todas las expectativas sobre la política chilena. El oasis –como se refería el presidente Sebastián Piñera a su país en el escenario latinoamericano– se secó.

El estallido sorprendió a todos. “Si uno mira los últimos 27 años en Chile –decía Atria– no ha habido prácticamente ninguna modificación significativa”. Durante este gobierno –agregaba, refiriéndose al segundo de Michelle Bachelet–, “aprendimos cual es realmente nuestro problema: es una forma política incapaz de producir transformaciones significativas en el país”.

“Estamos viviendo los estertores de una forma política en Chile”, enfatizó.

Francisco Figueroa

También hablé con Francisco Figueroa. Conversamos en la sede de “Izquierda Autónoma, uno de los varios grupos políticos surgidos luego de las protestas estudiantiles. Un joven, quizás con algo más de 25 años. También fue candidato a diputado por el Frente Amplio, y tampoco resultó elegido.

“La dictadura, el neoliberalismo, cambiaron de raíz la sociedad chilena. El neoliberalismo impulsó tanto la desarticulación del Estado como la mercantilización de la vida. Los nuevos asalariados no están organizados colectivamente. Tener sindicatos en este país es una odisea. Las clases sociales que fueron la base de la izquierda ya no existen”, afirmó.

En Chile, desde los años de la dictadura, hubo una política de traspaso de recursos públicos al privado bajo el lema de garantizar la libertad de elección del ciudadano. “Hoy el sistema público está subfinanciado, producto de lo cual hay una creciente demanda de solución al sector privado. Esas soluciones, para los que no pueden pagar, son subsidiadas con recursos del Estado. Es una profundización del principio de subsidiaridad, heredado de la dictadura”, afirmó Figueroa.

Culturalmente los chilenos dependen cada vez más de su participación individual en el mercado, para batirse allí por sus necesidades, antes que apoyarse en la fuerza colectiva. “Como los asalariados tienen que batirse por sí mismo en el mercado, hay un desafío para organizarlos. Las recetas de la izquierda del siglo XX no nos bastan para esto”.

Carlos Montes

Montes era entonces senador. Luego sería presidente del Senado. La entrevista fue en diciembre 2017.

Los vientos latinoamericanos vienen muy pro mercados, destacó. “La derecha es poderosa; si el centro y la izquierda están divididos, la derecha nos pasa por encima. Hay quienes no asumen que es un momento de contención, de evitar los excesos”.

Dividida, la izquierda perdió las elecciones del 2017 y la derecha, con Sebastián Piñera a la cabeza, volvió al poder en Chile. Eran días de euforia. Del “oasis” con que Piñera ejemplificaba la situación de su país, comparándola con las convulsiones del resto de América Latina.

No imaginaba lo que lo esperaba a la vuelta de la esquina.

No era oasis

Marco Kremerman es un economista chileno. Trabaja en la Fundación Sol. Allá lo fuimos a entrevistar.

¿Funciona bien la economía chilena? ¿Hay algo que no pueda servir de ejemplo para las demás economías latinoamericanas?, preguntamos.

“Este modelo de economía es muy frágil”, afirmó. Sus estudios hablaban de lo poco que se invertía en investigación y desarrollo, de los bajos niveles salariales, del alto endeudamiento de la población chilena.

Los datos de la prestigiosa encuesta Casen del 2015 decía que, en Chile, solo un 11,7% de la población se encontraba en situación de pobreza.

“Discutimos esa medición de pobreza no porque haya falseamiento de las cifras, sino porque el análisis es muy simple. Nosotros hicimos una simulación para afinar el análisis. Si considerábamos una canasta alimenticia de mejor calidad que la oficial, con una dieta con un equilibrio calórico de mayor calidad, más balanceada y lo analizábamos con los ingresos autónomos, la pobreza se disparaba. Llegaba a 42%. Afectaba a 7,3 millones de personas. Entonces estamos hablando de un Chile totalmente distinto. Por eso decimos que el modelo es muy frágil”.

Un sistema de pensiones basado en la capitalización individual era el sueño de grupos conservadores de diversos países, incluyendo Costa Rica, donde el expresidente Miguel Ángel Rodríguez lo defiende con entusiasmo.

El sistema chileno –explicaba Kremerman– es el primero que eliminaba el reparto y dejaba como pilar contributivo solo la capitalización individual, administrada por instituciones privadas.

“El modelo fracasó completamente porque las pensiones que paga hoy son muy bajas: en promedio, 215 mil pesos”. Cerca de diez mil personas se pensionaron en setiembre pasado (2017), afirma, personas que cotizaron durante 30 o 35 años. “La mitad está obteniendo una pensión inferior a los 238 mil pesos, cuando el salario mínimo en Chile es 270 mil pesos. ¡Personas que cotizaron toda una vida sacan menos del 90% del salario mínimo!”

¿Qué más hacía falta para prever el estallido? Quizás solo un poco más de sensibilidad, de visión, un poco más de atención a los estragos en la vida de la gente provocado por un modelo como el chileno.

La tarde del domingo

Cae la tarde del domingo. Ayer salió libre Lula en Brasil. Dijo que Chile era el modelo de país que el ministro de Economía, Paulo Guedes, quiere construir. Guedes ya dijo que quiere vender todas las empresas públicas, desde la Petrobrás hasta el Banco do Brasil. ¡Todo!

Hoy renunció Evo en Bolivia, después del apoyo militar a una derecha golpista. Pidió el fin de la violencia que la oposición desató desde hace más de una semana. Pero sus partidarios resisten. Las noticias hablan de incendios, de lucha.

En España se votó de nuevo. Las elecciones terminaron en un impasse mayor que el provocado por las anteriores.

 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido