Aunque no se logró consolidar un vínculo al inicio de la administración Trump, lo cierto es que la insistencia del mandatario en promover la hidroxicloroquina sienta muy bien a los intereses de la farmacéutuica suiza Novartis.
Una y otra vez, a partir del 17 de marzo, Donald Trump utilizó sus conferencias de prensa para promover el medicamento como una respuesta para pacientes con COVID-19. Detrás de su insistencia en ello se erguía un entramado de relaciones que vinculan intereses empresariales de donantes del Partido Republicano, en particular de Lawrence Ellison, dueño de Oracle.
Pero otro actor de peso que apostó fuerte al caballo equivocado fue la gigante farmacéutica Novartis, que a través de su división Sandoz comercializa una versión del medicamento en Estados Unidos.
Por supuesto que la empresa está bien posicionada para lucrar, y bastante, de los impulsos que la administración Trump daba al medicamento. Con la frialdad del delantero que no corre y sólo espera balones en el área, Novartis supo reaccionar y el 20 de marzo anunció que estaba lista para donar 130 millones de dosis de 200 miligramos para “apoyar la respuesta global a la pandemia de COVID-19”, tan pronto como las autoridades regulatorias dieran el visto bueno al uso del medicamento.
El 3 de abril la campaña seguía a toda máquina. Novartis anunció la primera donación de hidroxicloroquina a Suiza y el día 20 informó que estaba dispuesta a auspiciar una prueba clínica del medicamento a gran escala en Estados Unidos.
La hidroxicloroquina es un medicamento que se usa para tratar la malaria y el lupus y se ha visto que en algunos casos tiene efectividad para tratar a pacientes de COVID-19, por lo que Trump, la Casa Blanca y la cadena Fox News la promovieron casi como una cura milagrosa.
Sin embargo, se trata de un recurso medicinal que puede tener serios efectos secundarios en quienes presentan padecimientos cardíacos y la euforia trumpiana al respecto se esfumó como vapor, cuando el 21 de abril se divulgó que pruebas clínicas realizadas en veteranos de la milicia arrojaron una taza de letalidad del 28% entre los pacientes que sólo este medicamento probaron.
A las puertas del Despacho Oval
Hoy ya ha caído en desgracia, no le quedó más camino que confesar sus faltas, ir a prisión y ofrecer declaraciones bajo juramento que comprometieron judicialmente a buena parte de la opaca organización de la que formó parte, pero en 2017 Michael Cohen aún gozaba de poder como abogado personal y, básicamente, apañador de problemas de Donald Trump.
Fue Cohen quien se encargó de comprar el silencio de la estrella pornográfica Stormy Daniels respecto a su desapasionada noche con Trump y fue con su empresa, Essential Consulting, que representantes de Novartis optaron para buscar alguna puerta abierta al Despacho Oval.
En febrero de 2017, cuando el cuestionado magnate neoyorquino apenas tenía un mes en el poder, la farmacéutica suiza firmó un contrato con la empresa de Cohen, según el cual pagó $100 mil al mes durante un año. Habría sido el propio Cohen quien se acercó a los representantes de esa firma y “prometió acceso” a la administración, según informó la cadena CNBC.
Todo ello salió a la luz en mayo 2018, en el contexto precisamente de la demanda que el abogado de Daniels planteó contra Trump.
Al publicarse la denuncia, la empresa reconoció por escrito al medio especializado Business Insider el monto y la firma del contrato. El texto citado por ese medio apunta que ante el reciente cambio en la Casa Blanca, “Novartis consideró que Michael Cohen podía aconsejar la compañía respecto a cómo la administración Trump podría enfocar ciertos asuntos de política de salud, incluyendo la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible”.
Se trata de legislación de seguridad social que logró aprobar Barack Obama y que la derecha estadounidense encabezada por Trump ha criticado insistentemente.
La respuesta de la multinacional añadió que se reunieron únicamente en una ocasión con Cohen, en marzo de 2017, y que tras el encuentro determinaron que el abogado y su empresa de consultorías “no iban a ser capaces de proveer los servicios” requeridos. Sin embargo “como el contrato desafortunadamente sólo podía rescindirse por causa justificada, los pagos se continuaron hasta que el contrato expiró según sus propios términos en febrero de 2018”.
En ese momento Novartis también optó por renunciar a su principal asesor legal Felix Ehrat, quien había firmado el contrato junto al expresidente ejecutivo Joe Jiménez, quien ya para entonces había dejado el puesto.
El propio Cohen declaró en febrero del año pasado ante un comité del Congreso: “Novartis me envió su contrato, que establecía específicamente que querían que yo hiciera lobby. Querían que les diera acceso al gobierno, incluyendo al Presidente”.
Añadió que él mismo tachó ese párrafo y lo reescribió de su puño y letra en el sentido de que no haría lobby ni trabajo de relaciones con el gobierno.
Posteriormente trascendió que también la firma de telecomunicaciones AT&T firmó un contrato similar con Essential Consulting. Aunque no se ha revelado el monto total, el abogado de Daniels mencionó en su momento la cifra de $200.000.
Ambos casos fueron estudiados en la investigación que el fiscal especial Robert Mueller hizo sobre injerencia extranjera, particularmente rusa, en las elecciones presidenciales de 2016.
Con acceso directo al Despacho Oval o sin él, lo cierto es que Novartis tiene mucho que ganar si la administración Trump se sale con la suya y logra que la hidroxicloroquina se venda alegremente en las farmacias, en lugar de ser administrada en hospitales bajo estricta vigilancia médica.