Mundo Según la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS)

Descubrimiento del 2020: las vacunas contra el COVID-19

En diciembre, Europa y Estados Unidos iniciaron sus campañas de vacunación contra COVID-19, mientras que los aviones con las dosis empezaron a llegar a América Latina esta víspera de Navidad.

Costa Rica, México y Chile ya recibieron las dosis de la vacuna desarrollada por Pfizer-BioNTech. Por su parte, Argentina recibió el lote de la vacuna Sputnik V, desarrollada por los rusos.

Nunca antes la ciencia había respondido tan rápido ante una pandemia como en este 2020. Hace casi un año, el 31 de diciembre de 2019, médicos de la ciudad de Wuhan, en China, alertaron de una neumonía atípica. Para el 8 de enero, los investigadores chinos ya habían vinculado la enfermedad a la aparición de un nuevo coronavirus y, dos días más tarde, los científicos publicaron la secuencia genética del SARS-Cov-2.

Con el genoma del novel coronavirus en mano, la carrera por desarrollar una vacuna dio inicio formalmente en febrero. Esa carrera no solo implicaba seleccionar una tecnología sino que el producto debía ser probado en seguridad y eficacia en diversos ensayos clínicos.

A finales de julio, las propuestas de las empresas Moderna y Pfizer-BioNTech se convirtieron en las primeras en cruzar la línea de meta con una efectividad reportada, en noviembre, del 95%.

Lo que usualmente podría tomar entre seis y ocho años, la ciencia logró hacerlo en tan solo ocho meses. Al 10 de diciembre, 162 candidatas a vacuna estaban en desarrollo. De estas, 52 ya estaban en ensayos clínicos.

“Nunca antes tantos competidores habían colaborado tan abierta y frecuentemente. Nunca antes tantos candidatos habían avanzado a ensayos de eficacia a gran escala prácticamente en paralelo. Y nunca antes los gobiernos, la industria, la academia y las organizaciones sin fines de lucro han arrojado más dinero, músculo y cerebro a la misma enfermedad infecciosa en tan poco tiempo”, escribió Jon Cohen en la revista Science.

En las últimas semanas, las autoridades sanitarias de diversos países concedieron una autorización de uso de emergencia a estas vacunas. Esto permite priorizar su uso para destinarlo a nivel público y, con ello, alcanzar a la mayoría de la población y así apostar por una inmunidad de rebaño.

Por todo este esfuerzo, la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) -mediante su revista Science– nombró a las vacunas contra COVID-19 como el Descubrimiento del 2020.

“Este avance es un triunfo para toda la ciencia. La dedicación por encontrar la verdad, mejorar la condición humana y documentarlo todo para la posteridad es común a todas las áreas de la ciencia, y estos principios permitieron este momento. Así que, aunque los astrofísicos no hayan contribuido directamente al desarrollo de la vacuna, son parte del ecosistema que permitió que sucediera”, escribió Holden, editor en jefe de las revistas Science, en el editorial que anuncia el Descubrimiento del 2020.

De hecho, en el editorial de la edición #6523, Thorp apuntó que el logro de las vacunas que hoy disfruta la humanidad realmente empezó a construirse muchos años antes

“La historia comienza con los fundamentos de la inmunología y las vacunas: la capacidad de los anticuerpos y la inmunidad celular para formarse en respuesta a la presencia de la proteína antigénica”, manifestó.

“Luego viene el empaquetamiento del ARNm que codifica la proteína de punta viral en un liposoma que puede ser entregado y expresado de manera que desencadene la respuesta inmune. Entonces se produce la fabricación de la vacuna y los ensayos clínicos, financiados por múltiples gobiernos y empresas”, continuó.

¿Para qué sirven las vacunas?

La vacuna enseña al cuerpo a reconocer una parte ínfimamente pequeña del virus -la proteína espícula- para así propiciar el desarrollo de anticuerpos que defiendan a la persona cuando entre en contacto con el patógeno.

Esa proteína en forma de espiga es la puerta que usa el virus para ingresar a una célula sana. La vacuna, como si fuera un entrenamiento previo, le enseña al cuerpo a reconocerla como peligrosa y la ataque con sus defensas ya entrenadas con el fin de impedir la infección.

“La vacuna no usa ningún virus, ni vivo, ni atenuado, sino que utiliza un tipo de sustancia envuelta en una capa lípida para dar un mensaje al cuerpo de que un ente extraño está presente y debe ser atacado”, explicó el Ministerio de Salud en un comunicado.

Asimismo, la entidad manifestó que “como esa capa lípida es frágil, la vacuna viaja congelada desde el laboratorio, donde es creada, hasta los países. Una vez en el lugar de vacunación, se descongela naturalmente, se mezcla con suero fisiológico y se presenta al cuerpo para que este genere las defensas”.

Vacuna presente en Costa Rica

La vacuna ya presente en el país es la BNT162b2, desarrollada por Pfizer y BioNTech. La tecnología seleccionada para su creación parte de la utilización del ácido ribonucleico mensajero (ARNm), lo cual es novedoso en el campo de las inmunizaciones.

“En lugar de introducir en el organismo un antígeno (método común en el desarrollo de vacunas) introduce únicamente la información genética del virus a través de moléculas de ARN de manera que nuestras células puedan crear, por ellas mismas, las proteínas que nos defenderán contra el SARS-Cov-2”, reza un comunicado del Ministerio de Salud.

Para Leandra Abarca, responsable del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) de la CCSS, esta nueva modalidad de vacunas representa un salto tecnológico de gran relevancia y posee diversas ventajas: su seguridad (pues no se hacen con virus inactivos ni con partes de estos), su eficacia (generan una respuesta inmune sólida y con pocos efectos secundarios) y su facilidad de producción.

“Sin lugar a duda, las vacunas constituyen una forma segura y eficaz de prevenir enfermedades y salvar vidas e impactan de manera positiva en la salud pública de las naciones porque cuando nos vacunamos no solo nos protegemos nosotros mismos sino también a quienes nos rodean. Cada persona que se vacune contra la COVID-19 no solo contribuye con su propia salud, sino que nos está ayudando a disminuir la circulación de esta enfermedad en nuestro país”, dijo Abarca.

Aparte de la vacuna Pfizer-BioNTech, Costa Rica firmó contratos por un millón de dosis con AstraZeneca-Oxford y por dos millones con la iniciativa COVAX de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En total, el país está adquiriendo seis millones de dosis para inmunizar a tres millones de personas.

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