Mundo

Crónicas desde Santiago (VIII): Mirando el mundo

Cuando se acerca la hora de dejar el país y volver a Costa Rica la mirada se vuelve a otros lares. Con asombro, con tristeza, veo a un gobierno aplicar allí las mismas recetas que aquí se desfondaron.

Hemos mirado las protestas en Santiago y acompañado desde aquí las que se han extendido por todo el país. Durante dos semanas el mundo miró sorprendido como un modelo que trataban de exportar a toda América Latina se derrumbaba.

En el primer año de su segundo gobierno “el presidente Sebastián Piñera dobló la frustrada apuesta realizada en su primera administración”, decía un estudio sobre la nueva administración Piñera, iniciada en marzo del año pasado.

El nuevo relato, cuidadosamente preparado, mantuvo las principales orientaciones políticas de la derecha”, dice el estudio. Eso implicaba avanzar en la configuración de una nueva economía mediante una alianza público-privada que prometía crear nuevos y buenos empleos, mercantilizar los bienes y servicios provistos a la población, desestatizar y privatizar a sus proveedores.

Todo parecía funcionar a la perfección. En noviembre y diciembre Piñera recibiría a los principales líderes mundiales en la cumbre de la APEC y en el COP, con los que compartiría escenario.

Hasta que todo se vino abajo. Este inmenso laboratorio del neoliberalismo se desfondó. De eso hemos estado hablando estos días.

Cuando se acerca la hora de dejar el país y volver a Costa Rica la mirada se vuelve a otros lares. Con asombro, con tristeza, veo a un gobierno aplicar allí las mismas recetas que aquí se desfondaron: impuestos para la mayoría, exoneraciones para las minorías, privatización de puertos, aeropuertos, carreteras, alianzas público-privadas presentadas como forma de avanzar en obras públicas, ataques a la salud y la educación públicas.

Un gobierno sin rumbo entregó la economía del país a quienes sí tenían rumbo. No fueron los elegidos, ni lo que ofreció en campaña. Es lo más conservador disponible en el escenario político de Costa Rica. Gente que jamás soñó que podrían poner en prácticas las medidas que el gobierno está promoviendo en el país.

Un presidente sin carácter gobierna el país con cinismo. Es de los que solo alcanzan a ver hasta la punta de sus zapatos.

Si extiendo la mirada, veo dos escenarios electorales en efervescencia: Uruguay y Bolivia.

En el primero, su destino se decidirá el 24 de noviembre en la segunda vuelta electoral. Derrotado en la primera, el conservador Luis Lacalle aglutina los demás pelajes conservadores para transformar el 28% de sus votos en mayoría en el segundo turno. Ganador en el primero, con 39%, el Frente Amplio tiene enfrente una dura lucha para intentar sumar y lograr lo mismo.

En esas condiciones, salió el expresidente José Mujica a dar la pelea, a recorrer el país para recordar a los uruguayos quienes son los que hoy proponen enderezar la política uruguaya. Los mismos que han gobernado casi toda la vida. Los que, cuando crece el país, concentran de nuevo la riqueza en menos manos. Con las cifras en las manos, Mujica recordó cuanto del crecimiento retornó a la gente durante los tres gobiernos del Frente Amplio.

Habrá que ver si será suficiente para volcar los votos necesarios para el triunfo en el segundo turno.

De regreso, está en el camino Bolivia, donde el triunfo ajustado de Evo Morales ha dado pie a nuevos intentos de una derecha muy conservadora de hacer inviable su gobierno.

Para eso cuentan con el apoyo de la OEA, a la que Morales puso en un aprieto: vengan a contar los votos, a revisar si hubo fraude. Encabezada por un mexicano, Arturo Espinoza, un enconado anti Morales, la misión comenzó mal. Revelada su posición, tuvo que renunciar antes de comenzar su trabajo. Ya veremos qué resulta.

En todo caso, ya nada será igual, sin el modelo chileno que sirva de ejemplo y de destino.

Y aquí, en Santiago, todo está también por resolverse. Me voy con la sensación de que, ahora sí, ha comenzado la transición entre una dictadura al servicio de los menos a alguna otra cosa, difícil aun de vislumbrar con precisión. Lo cierto es que, como se oye en la calle, Chile despertó. Ya veremos hacia dónde irá.

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