Mundo Marcos Roitman:

“El Brexit está sobrevalorado”

Con Europa en crisis, respirando aliviada por las pocas posibilidades de que Marine Le Pen gane en segunda vuelta las elecciones presidenciales francesas

Con Europa en crisis, respirando aliviada por las pocas posibilidades de que Marine Le Pen gane en segunda vuelta las elecciones presidenciales francesas, y alistándose para el inicio de las negociaciones del Brexit para la retirada de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), UNIVERSIDAD conversó con el sociólogo Marcos Roitman sobre las repercusiones de este proceso.

Roitman, sociólogo, de origen chileno, también ciudadano español, vive en Europa desde hace más de 30 años. Vino a Costa Rica para pronunciar una conferencia en el acto conmemorativo de los 60 años de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), cuya Secretaría General está en San José.

En su opinión, se ha exagerado el efecto del Brexit para Europa para evitar decisiones similares en otros países.

El andamiaje político europeo construido en torno al eje de la Unión Europea (UE) cruje y se desmorona. Quizás el Brexit es el ejemplo más dramático de ese proceso. En su opinión, ¿cómo afectará ese proceso a la UE?

– Creo que está sobrevalorado el Brexit desde el punto de vista de quienes lo han tomado como efecto tremendista y que, al mismo tiempo, lo han utilizado como mecanismo para asustar, alimentando la idea de “UE o el caos”.

Esa es una decisión que forma parte de la tradición de las islas británicas. ¿Acaso los ingleses van a dejar ser europeos? No es lo mismo Locke que Mostequieu. Hitler nunca pudo acabar con Londres, ni invadir Inglaterra, como lo hizo en Europa continental. No son lo mismo.

Por lo tanto, hablar del Brexit fuera del contexto de las islas británicas es maniqueo. Ellos no se han salido de Europa; han roto con el mecanismo de afiliación a la Europa de la troika (conformada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional). Pero, de cierto modo, ya lo habían hecho cuando no aceptaron adoptar la moneda común, el euro, y mantuvieron su moneda, la libra.

El problema está planteado para generar miedo y evitar el derrumbe de la propuesta neoliberal de la troika. El Brexit no va a tener tanta incidencia, geopolíticamente hablando. No hay ninguna demostración fáctica de eso.

No es solo en Inglaterra donde la gente está incómoda con la UE. En todas partes surgen partidos nacionalistas opuestos al proceso de integración. La campaña electoral francesa, que culmina este domingo 23, también ha estado marcada por este tema, y no solo por la posición de una derecha xenófoba.  ¿Qué repercusiones tendrá para Europa la campaña del candidato de France insoumise, Jean-Luc Mélenchon?

– Hay un malestar generalizado con las políticas de la UE en el ámbito de su sumisión absoluta a la OCDE, al BM, al FMI y, sobre todo, a los mecanismos de ruptura de la identidad de Europa. Europa era un proyecto cultural, no económico. Pero esa propuesta cultural fue abandonada, y se potenció una unidad económica sobre la base de los mercados, que es artificial.

El criterio del surgimiento de alternativas desde la izquierda – a diferencia del nacionalismo xenófobo, racista, de Le Pen, que se pliega a una visión excluyente, represiva y, sobre todo, violenta contra el otro, contra el inmigrante– refleja el descontento con la manera de hacer de una Europa artificial, que es la Europa de los mercaderes.

Frente a esa Europa, la izquierda europea, la que suele ser culta, reconoce el hecho republicano, que hoy defiende Mélenchon, más allá de las características específicas del candidato. Representa no solo a la izquierda, sino los valores presentes ya en la revolución francesa.

Siempre pensé que la forma como la UE trató a Grecia iba a tener una grave repercusión sobre el proceso en general. Me pareció brutal la imposición de las instituciones europeas y el FMI sobre el Gobierno griego que no podría dejar de tener un efecto en los demás países. Los griegos se dieron cuenta de que su voluntad no valía nada, que podían elegir a quien quisieran, pero que el programa económico se decidía en Bruselas. ¿Cómo ves este proceso, ahora que ya es nuevamente evidente que Grecia no podrá pagar la deuda?

– Yo diría que el mejor represente de la troika en Grecia es Syriza (el partido gobernante actual), que es quien ha hecho realmente las reformas estructurales en un país que ya estaba vendido. Grecia era un país hipotecado, ninguna propiedad del Estado era propiedad de los griegos. Eso no lo podía hacer nadie más que una organización que provenía del descontento popular y de la izquierda.

Hay que recordar que la fuerza del Partido Comunista griego es importante y ha estado en contra de Syriza, además de la existencia de un gran movimiento anarco sindicalista, también propio de la tradición griega. Esto ha significado que Syriza reprima el movimiento popular a todos los contrarios al primer ministro Alexis Tsipras y que el exministro de Hacienda, Yannis Varoufakis, haya sido desterrado.

Esa es la demostración de que frente a los poderes fácticos no se puede hacer nada. Fue una renuncia a hacer lo que se proponía el proyecto inicial de Syriza, como penúltima opción del pueblo griego.

El ejemplo de Grecia hay que mirarlo en la dinámica de cómo es posible torcer la mano a una organización que fue incapaz de asumir la responsabilidad democrática de haber sido elegida para romper con la troika.

Uno puede hablar de la traición de Syriza; traicionaron el proyecto por el que votaron sus partidarios. Llevaron a cabo lo que la derecha no se había atrevido a hacer, promoviendo, de manera indirecta, el aumento de un descontento que terminó siendo canalizado por la extrema derecha.

En España, donde vives, la reacción antieuropeísta no tiene el mismo peso político. Pera ahí también ha surgido con fuerza una alternativa al orden establecido desde el fin de la dictadura. ¿En su opinión, tiene futuro ese proceso que encabeza Podemos?

– No creo que Podemos sea siquiera una propuesta de izquierda. Hay mucho oportunismo y, sobre todo, mediocridad (no inexperiencia). Podemos no es alternativa, es alternancia; en el mejor de los casos una oposición que se mueve fundamentalmente en el ámbito de las emociones primarias.

Lo único que sabemos de Podemos son sus anécdotas, pero no sabemos cuál es su política agraria, de defensa, ambiental, su política europea o su política para América Latina.

Ahí no hay proyecto, no hay propuesta; simplemente hay una visión primaria con la que, en muchos casos, no podemos no estar de acuerdo: “no queremos más desahucios”, “no queremos pobreza energética”, “no queremos injusticia social”, “no queremos desigualdad de género”…

Pero no lo hacen instalados en principios, sino en ese sentido emocional primario que une voluntades en el corto plazo, pero que destruye la posibilidad real de ser la alternativa de la izquierda. En otras palabras, tratan de llegar al poder sin cambiar el mundo.

En el medio plazo, Podemos es irrelevante. El problema es que eso va a significar que la derecha gobierne en España por décadas y que el proyecto de izquierda se retrase también por décadas.

En la Europa del Este también son muy diversos los procesos políticos, y la incorporación de esos países a la UE atraviesa renovadas tensiones. Lo mismo está pasando con Turquía. Parece que hay menos atractivos para incorporarse al grupo. ¿Qué le parece, terminarán por integrarse?

– Europa del Este se incorporó al neoliberalismo y, sobre todo, a las reformas integrales promovidas por la vieja nomenclatura, que no ha dejado de tener el poder real nunca. Es cierto que en muchos de esos países siempre hubo una extrema derecha nacionalista muy fuerte, pero que tenía poca presencia política formal en tanto existió la Guerra Fría. Nada más terminar ese período retomaron un papel importante y se amalgamaron a las viejas nomenclaturas de los Partidos Comunistas y fueron construyendo una élite mafiosa y controladora, que no tiene escrúpulos a la hora del ejercer el poder.

Responden a dinámicas corruptas de desintegración, donde lo único que genera unidad es la reivindicación nacionalista, bajo a integración en Europa. Se trata de vender internamente Europa como un mecanismo para romper el aislamiento de la época de la URSS y disfrutar de las mieles de la economía de mercado con una sobreexplotación de su mano de obra y una pérdida de los derechos políticos, sociales, sindicales de la época que yo llamo “del socialismo realmente inexistente”.

Para la UE sí es importante que los seis países del Este entren de manera subordinada en lo que hoy es un proceso de desarrollo a dos o tres velocidades; que estos países le ofrezcan una mano de obra barata para evitar la inmigración desde Europa del Este a los países líderes de la UE.

Finalmente, el debilitamiento de Europa no ha dejado de afectar a la OTAN. Pese a eso, no ha cesado tampoco de avanzar hacia la frontera rusa, ya sea en Ucrania, o en Polonia. ¿Prevalecerán por ahora en Europa las fuerzas que prefieren la confrontación con Moscú?

Sí, claramente sí. Europa siempre ha necesitado un enemigo. Europa no puede existir sin un enemigo y ese enemigo es Rusia y lo que implica la posibilidad de mantener vivo el anticomunismo. Habrá terminado la Guerra Fría, pero no el papel de la UE en la defensa de occidente diseñada por el complejo industrial-militar norteamericano.

El enemigo de Europa no puede ser Irán, Libia o Pakistán; ni siquiera China.

Para Estados Unidos, China es una ruptura de su destino manifiesto. Para Europa, es la ruta de la seda. El enemigo de Europa tiene que estar en Europa, y ese enemigo es Rusia. Por eso critican a Trump, por buscar un aliado en Rusia. Pero, finalmente, Trump cambió su posición frente a la OTAN en tanto sus asesores le explicaron que el poder de Estados Unidos en Europa está en la OTAN y no en la UE.

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