El Dr. Walter Mignolo impartió la lección inaugural de este semestre en la UCR, titulada “Las Américas en el horizonte colonial de la modernidad”.
Mignolo, quien es profesor en la Universidad de Duke, en Estados Unidos, atendió vía correo electrónico una entrevista con UNIVERSIDAD, en la que −entre otras cosas− se refirió a la realidad de la geopolítica latinoamericana.
Ha dicho que la modernidad es la “narrativa hegemónica de la civilización occidental”. ¿Qué lugar ocupa en esa narrativa el espacio que define como “las Américas”, toda vez que desde una perspectiva geopolítica es muy diferente la posición hegemónica norteamericana a la del resto del continente?
−“América” es el puntapié inicial de esa narrativa, la narrativa del Nuevo Mundo, la novedad que es constitutiva de las ficciones narrativas modernas, desde el Nuevo Mundo hasta el Toyota último modelo, la retorica “first of the line”, las innovaciones de iPod, etc.etc. Toda la ficción moderna no importa dónde se predica sobre lo nuevo, sobre la innovación. “América”, es el puntapié inicial de ese relato que borra el Tawantinsuyu, Anáhuac, Mayab, Turtle Island, Ayiti y todas las concepciones de las civilizaciones y pueblos originarios de lo que europeos bautizaron Indias Occidentales primero, luego Nuevo Mundo y luego América. La invención de América inaugura el sistema-mundo moderno. No hay sistema mundo-moderno hasta principios del siglo XVI cuando la circunnavegación y la cartografía mapea tierras y mares.
Si por Norteamérica entendemos México, Canadá y Estados Unidos, la respuesta es una. Si entendemos por Norteamérica Estados Unidos, la respuesta es otra. Elijo la segunda opción. La retórica (relatos, imágenes, arte, sonido-música, racialización de las etnicidades, control de las relaciones sexuales, etc.), es un relato en el que la base es la teología cristiana y la filosofía y ciencia secular. Esas bases surgieron en Europa. Aunque el cristianismo en su origen sea asiático, es el Papado Romano el que interviene en la construcción de los relatos modernos de salvación. Estados Unidos es la continuación, como lo anunció Hegel. Esto es, la hegemonía pasó de España a Inglaterra y a Estados Unidos con la colaboración de Italia, Portugal, Francia y Holanda. Estados Unidos es la etapa más reciente en 500 años de historia de la modernidad-colonialidad.
También ha apuntado la noción que descolonizar implica desprenderse de las opciones ofrecidas por esa narrativa hegemónica de la civilización occidental, es decir, no optar por el capitalismo ni el comunismo. ¿Constituye entonces la reivindicación latinoamericanista esgrimida por los gobiernos de izquierda de la región un esfuerzo decolonizador?
−Para responder a su pregunta es necesario distinguir entre decolonialidad y desoccidentalización. Son dos formas de desprendimiento. La semilla de ambas fue plantada durante la Guerra Fría. La Conferencia de Bandung, 1955, es un referente, puesto que ahí se expresa ya la necesidad del desprendimiento de la totalidad occidental, en ese momento acaparada por todo el ámbito del liberalismo y del socialismo-comunismo, dos vertientes de la civilización occidental. Ambos son parte del relato hegemónico. Bandung plantea la descolonización como política de Estado y eso no funcionó y no puede funcionar: el Estado secular no puede ser agente de descolonización, puesto que es una pieza fundamental de la visión moderno-colonial del mundo y del proyecto político que se deriva de esa visión.
En Latinoamérica (pero sobre todos los Estados de América del Sur) se pensó a principios de siglo que se estaba dando un giro a la izquierda. En cierta medida lo fue, si consideramos que la desoccidentalización es de izquierda. Lo que pasa es que ya izquierda y derecha no dicen nada. Los Estados supuestamente del giro a la izquierda (Brasil con Lula, Argentina con Kirchner, Ecuador con Correa, Bolivia con Evo Morales, Uruguay con Mujica, Venezuela con Chávez) fueron y son Estados que no renunciaron a la economía capitalista. Brasil tomó también el liderazgo al ser uno de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Esto es, el giro a la izquierda fue en realidad un giro desoccidentalizante. Ello motivó a que Estados como Colombia, Perú, México y Chile optaran por la reoccidentalización y crearan la Alianza Pacífico como un preludio y célula Latinoamericana del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés).
¿Cómo lee un potencial viraje de los gobiernos de la región hacia la derecha, en vista de que ya se dio ese viraje en Argentina y es previsible que se dé en Venezuela y Brasil?
−En el mismo momento que estoy escribiendo (marzo 16, por la tarde), las cosas se aceleran en Brasil. Dilma Rousseff nombra a Lula jefe de Gabinete y al instante el juez Sergio Moro hizo pública una conversación telefónica entre Rousseff y Lula, que compromete a ambos y que ha provocado que la gente salga a la calle en protesta contra Dilma.
La situación hoy en Brasil mucho se debe a que es un país de los BRICS. En Brasil, el ascenso de Aécio Nevez en las presidenciales y su homología con Mauricio Macri (presidente de Argentina), Piñera en Chile y Peña Nieto en México, todos ellos fundadores, miembros y nuevos miembros (Macri) de la Alianza Pacífico, aliada del TPP, es significativo para entender el viraje hacia la derecha. El desprestigio logrado por la guerra mediática contra Kirchner, particularmente el caso Nisman, alimentó la victoria electoral de Macri. En Brasil, el desprestigio mediático de Rousseff y de Lula pueden llevar a un retorno de las fuerzas militares en el Estado, directa o indirectamente, precisamente por los acontecimiento en la tarde del 16 de marzo.
En última instancia, la derecha controla la riqueza y los medios en América Latina. En este sentido, los Estados desoccidentalizantes están en inferioridad de condiciones y la guerra mediática mueve al pueblo contra los gobiernos desoccidentalizantes y apoyan a candidatos aliados de Estados Unidos. No pasa lo mismo con China y Rusia, además de ser estos Estados fuertes difíciles de vapulear hoy, la fuerza económica no está en la derecha o en actores e instituciones desoccidentalizantes. Al contrario, son China y Rusia quienes lideran esta tendencia. Igual el caso de Irán. En fin, la reoccidentalización contraataca y quizás los supuestos Estados socialistas creyeron en que sí lo eran y no jugaron las cartas de la desoccidentalización abiertamente. De este modo, quedaron vulnerables al contraataque o contrarreforma desoccidentalizante. Bolivia también ya está en la mira.
¿Qué valoración hace de la gestión de Mauricio Macri en Argentina, por ejemplo de su claudicación ante los fondos buitre?
−Los argumentos del ministro de Economía, Prat Gay −según el periódico Página 12 del 16 de marzo−, es poner fin a casi 15 años de default, que costaron muchas frustraciones, millones de puestos de trabajo y créditos que no llegan a Argentina. Esta es una más de las medidas de política neoliberal (es decir, de usar el Estado para beneficio del capital), que emprendió el gobierno de Macri desde el primer día. Un ejemplo más de que hoy, el Estado –neoliberal, sobre todo− no está al servicio de la nación. La gente no importa, lo que importa es la economía. Lo que estamos viendo y viviendo es que hoy la sociedad es parte de la economía. Las actitudes de la Unión Europea con Grecia y con los refugiados, son claros ejemplo.
En Estados Unidos obviamente ocurre lo mismo. La población es necesaria para que consuma y vote, al mismo tiempo que los millones de desempleados no pueden consumir y son quienes por el desgaste y la rabia pueden apoyar y votar por Donald Trump o Ted Cruz. Quizás algunos de ellos y ellas pasen al bando de Bernie Sanders, lo cual es un signo inusitado en la historia político-social de Estados Unidos. De modo que el retorno de la derecha y la reoccidentalización ya no podrá operar como si el mundo fuera de ella. En Argentina veremos qué ocurre durante el primer año del gobierno de Macri, cómo responde la sociedad civil politizada y la sociedad política organizada, en defensa de los beneficios que el gobierno le está quitando a diario. El gobierno de Macri está vendiendo al público dependencia como triunfo.