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Un Mundial para limpiar la imagen de un país llamado Catar

Con 6500 muertos en la construcción de los estadios y con medidas que impiden la libre expresión política, religiosa y sexual, se desarrolla la Copa del Mundo Qatar 2022, una designación que desencadenó el FIFAGate que terminó con más de 20 presidentes de federaciones en la cárcel

En 2010, cuando los presidentes de las federaciones de fútbol asociados a la FIFA eligieron a Catar como país para la sede del Mundial de 2022, todos los presentes en Sudáfrica se dieron cuenta de inmediato de que algo extraño había pasado.

El cisma que supuso esa designación se materializó cinco años después con el FIFAGate, mediante el cual el FBI detuvo a los principales miembros y representantes de Suramérica, Centroamérica, Europa y Norteamérica, incluido al presidente de la Federación Costarricense de Fútbol, Eduardo Li.

El “Estadio de los Contenedores” o 974, como también se le conoce, es una estructura desmontable que se eliminará tras el Mundial. (Foto Interpresa.net).

Desde el primer día, entonces, la escogencia de Catar como sede de la Copa del Mundo no ha dejado de asombrar porque es un país pequeño, enclavado en el Golfo Pérsico, con una pobre tradición futbolística y porque las prácticas en otros ámbitos como el político, el de derechos humanos y el trato a las mujeres y a los homosexuales, por ejemplo, va contra la apertura y la forma en que se procede en Occidente.

“Van a venir muchas personas al país durante la Copa del Mundo. Hablemos de los homosexuales, por ejemplo. Lo más importante es que todos aceptarán venir aquí. Pero tendrán que aceptar nuestras reglas”. ¿Cuáles son esas reglas? “La homosexualidad es haram”. “¿Sabe lo que significa haram? Hay un daño en la mente”, Khalid Salman.

A poco menos de un mes de que el balón comenzara a rodar en el estadio Al Bayt, de Doha, el embajador del Comité Organizador, Khalid Salman, dijo a la televisión alemana que “la homosexualidad era una enfermedad” y que los visitantes al Mundial no tenían otra salida que aceptar las reglas de su país.

“Van a venir muchas personas al país durante la Copa del Mundo. Hablemos de los homosexuales, por ejemplo. Lo más importante es que todos aceptarán venir aquí. Pero tendrán que aceptar nuestras reglas”. ¿Cuáles son esas reglas? “La homosexualidad es haram”. “¿Sabe lo que significa haram? Hay un daño en la mente”, dijo Salman, lo que hizo que la entrevista terminara en ese momento, como luego contó el periodista Jochen Breyer, de la cadena ZDF.

De hecho, el Comité Organizador adelantó con suficiente tiempo que las parejas homosexuales no podían manifestarse cariño en público, porque de hacerlo serían detenidas.

En este clima político y religioso es que se desarrollará, hasta el 18 de diciembre, el Mundial Qatar 2022, que comenzó el domingo 20 de noviembre con una ceremonia alabada por muchos, pero a la que se negaron en participar figuras de la música popular como Shakira, Rod Stewart y Dua Lipa, quienes consideraron que era imprudente validar con su presencia las anomalías que se suceden en el país, manejado como si fuera una gran empresa, con sus propias reglas, por la familia Al Thani.

Pese a la reticencia de los medios de comunicación en general de hablar de las condiciones en que se erigieron los estadios en que se disputa el Mundial, no todo fue silencio. Por ejemplo, The Guardian, en un amplio reportaje sostenía que, de acuerdo con fuentes fidedignas, en la construcción de las sedes habrían muerto al menos 6.500 personas.

De acuerdo con la información publicada por el diario británico, los trabajadores fallecidos procedían de India, Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka. La cifra dada al público abarcaba un período de diez años, de 2010 a 2020.

Tamim bin Hamad Al Thani es el emir de Catar desde 2013. Su familia invirtió millones de dólares para organizar el Mundial. (Foto TyC Sports).

Los citados países sostuvieron, según The Guardian, que en ese tiempo hubo 5.927 fallecidos como producto de las labores que desempeñaban los trabajadores en la construcción de estadios y otras infraestructuras relacionadas con el Mundial. La cantidad de muertos se completaba con los 824 paquistaníes reportados por este país entre 2010 y 2020.

Amnistía Internacional pidió a la FIFA y a los patrocinadores que actuaran inmediatamente para proteger a los trabajadores migrantes frente a los abusos. “Hemos detectado ocho formas de explotación que sufren algunos trabajadores de las obras del estadio Jalifa y la Aspire Zone”,  revela la organización en su sitio web, en el que no escatima en hablar que algunos de los hombres que laboraron en construcción son “víctimas de trabajo forzado”.

Pese a la evidencia, el Comité Organizador, citado por The Guardian, mantenía una posición distante y en ningún momento admitía las numerosas irregularidades y las condiciones en que se levantaron las distintas estructuras, que luego del Mundial serán trasladadas a terceros países.

“Lamentamos profundamente todas estas tragedias e investigamos cada incidente para asegurarnos de que se aprendieran las lecciones. Siempre hemos mantenido la transparencia sobre este tema y cuestionado afirmaciones inexactas sobre la cantidad de trabajadores que han muerto en nuestros proyectos”, respondía al matutino inglés el Comité Organizador catarí.

La FIFA de medio lado

El propio presidente de la FIFA, el suizo Gianni Infantino, reconoció que luego de ver las condiciones de los trabajadores en Catar llamó a cuentas a la organización, porque eran inaceptables.

A raíz de las publicaciones, la FIFA respondió que estaban comprometidos con el respeto a los derechos de los trabajadores, dadas “las muy estrictas medidas de salud y seguridad. Los accidentes en los sitios de construcción de la Copa Mundial de la FIFA han sido bajos en comparación con otros proyectos de construcción importantes en todo el mundo”.

Y para dejar clara su posición, Infantino, a tan solo dos días de la apertura de la cita mundialista, el pasado 18 de noviembre, de forma inesperada lanzó un ataque contra Occidente, que en su visión se traduce como Europa y dijo que, en realidad, lo que existía era un gran ejercicio de hipocresía, porque en el Viejo Continente todavía hay una gran brecha entre los países en cuanto al respeto de los derechos humanos.

“Por lo que los europeos hicimos por el mundo en los últimos 3.000 años, deberíamos estar pidiendo perdón otros 3.000 años antes de empezar a dar lecciones morales a la gente”, dijo ante el asombro de una sala llena de periodistas.

Para arremeter contra la mirada que ha cuestionado la realización de un Mundial en un país que, de acuerdo con diversas investigaciones, recurrió al soborno para comprar votos en el congreso de 2010 en Sudáfrica, Infantino hizo gala de su retórica: “Hoy tengo sentimientos muy intensos. Hoy me siento catarí, hoy me siento árabe, hoy me siento africano, hoy me siento gay, hoy me siento discapacitado, hoy me siento un trabajador inmigrante”.

El puzle discursivo efectuado por el Presidente de la FIFA fue tal, que ni el VAR (videoarbitraje) hubiera podido cazarlo en un fuera de juego, por más sofisticada que será esta tecnología en la XXII edición de la Copa del Mundo.

Quienes hayan seguido de cerca las posturas de Infantino en momentos en que se le presentaba la oportunidad de ser ostentoso no debieron, sin embargo, asombrarse tanto.

Cuando desarrolló una campaña para que el Mundial fuera cada dos años en vez de cada cuatro, como ha sido a lo largo de la historia, incluido el vacío entre 1938 y 1950, dado el conflicto que asolaba a Europa que luego entraría en la Segunda Guerra Mundial, hizo referencia a que al día de hoy no se le encuentra justificación.

En esa oportunidad —hace tres años— Infantino sostuvo que el Mundial cada dos años sería de un gran beneficio para los niños pobres de África.

Hasta ahora, no ha habido analista que haya podido establecer una correlación entre la pobreza y el abandono de los niños africanos, con la fiesta de millones que significa un Mundial y cómo todo ese arsenal de recursos podría favorecer a aquellos.

La construcción de nueva infraestructura de cara al Mundial en Catar ha supuesto la vida de 6500 trabajadores. (Foto en Catar de la Revista Time).

Largas sombras

“El Mundial de Qatar 2022 es la competición deportiva de la historia con más obreros muertos en la construcción de infraestructuras (aproximadamente 7.000 trabajadores). Esta edición de la Copa del Mundo de fútbol tiene por sede un país cuyo régimen somete totalmente a las mujeres a la tutela masculina, persigue y pena con prisión la homosexualidad, permite la tortura a presos y prohíbe los derechos sindicales, de libertad de expresión, de conciencia y de reunión. A golpe de talonario estos jeques han comprado voluntades —políticas, deportivas y de los mercados— para limpiar su teocracia carente de libertades, donde no se respetan los derechos humanos y en la que manda un autócrata que es agasajado por los cínicos Estados occidentales y sus medios de comunicación”.

Así comienza el libro Qatar, sangre, dinero y fútbol, del periodista español Fonsi Loaiza, un reportero y doctor en periodismo que se lanzó a la tarea de hurgar al milímetro las razones que llevaron a la FIFA a escoger al país como sede, cuya mayor cantidad de población es inmigrante y en la que hay una familia que controla toda la vida pública de la nación.

Tamim bin Hamad Al Thani, el todopoderoso emir, está al frente del Estado catarí desde 2013 y, por lo tanto, es la cabeza visible de la monarquía que maneja todos los hilos del país, sin que haya contrapesos de ningún tipo.

Pese a ello, Al Thani defendía así la designación de Catar en el foro de Davos: “Oriente Medio ha sufrido discriminación. Hay personas que no aceptan la idea de que un país árabe organice un torneo como el Mundial. Muchas personas en posiciones de influencia han lanzado ataques a un ritmo jamás visto antes cuando otros países organizaron eventos deportivos en diferentes continentes con sus problemas particulares. Qatar es igual, no es perfecto, pero está tratando constantemente de mejorar. Estamos muy orgullosos de las reformas que hemos logrado gracias a la inspiración de la Copa del Mundo”.

En medio de la danza de millones que supone el Mundial de Qatar 2022 para la FIFA, la explicación más clara y demoledora la dejó el entonces presidente de la Asociación Argentina de Fútbol (AFA): “Hasta para morirse hay que saber morir a tiempo. Lo de Catar es una locura. Irán todos presos. Yo para entonces ya estaré muerto”.

Grondona murió el 30 de julio de 2014.

Por eso, en Qatar, sangre, dinero y fútbol, Loaiza se va a las raíces del por qué un país como Catar, sin condiciones de espacio y tradición futbolística, obtuvo la sede. “La satrapía teocrática de Catar, como denomina con buen criterio Loaiza al régimen catarí, se caracteriza por ir sembrando buenas relaciones por el mundo, siempre regadas con petrodólares. Se permite ser amigo de EE. UU. y de Irán, de Israel y de Palestina, de los talibanes de Afganistán y de la Comisión Europea, y parece que eso no supone ningún problema. Hasta los ecologistas parece que le perdonan que sea el país con más contaminación per cápita del planeta”, sostiene el prologuista Pascual Serrano, quien fuera fundador de Rebelión, un medio que procuraba dar una visión desde la izquierda.

De esta manera, en Qatar, sangre, dinero y fútbol, Loaiza recurre a numerosas fuentes para pintar un cuadro y explicar qué hay detrás de este Mundial en Catar. La siguiente declaración de Joseph Blatter, quien fuera Presidente de la FIFA en el momento en que se eligió a Catar, da una perspectiva de cómo se manejan los negocios en torno a la designación de una sede.

“En decisiones tan importantes como la atribución de un Mundial es muy posible que el dinero circule y que alguien se lo meta en el bolsillo. Estaba decepcionado por la victoria de Catar. Fue un gran error en el plano social y del clima. La intervención de Sarkozy lo cambió todo. Sin su intervención de última hora sobre Platini, Catar no habría tenido nunca el Mundial. Platini me dijo que obedecería a Sarkozy y votaría a Catar con sus amigos, entre ellos Ángel María Villar (presidente de la Federación Española de Fútbol)”.

La sorprendente declaración de Blatter solo puede entenderse porque en 2015 con el FIFAGate se vio obligado a renunciar en medio de un escándalo mundial en el que el FBI jugó un rol crucial, dado que en ese momento —2010— se marginó a Estados Unidos de la posibilidad de efectuar un nuevo Mundial, lo que, a la postre, consiguió para 2026, en el que en vez de 32 selecciones habrá 48, una promesa de Infantino.

¿Para qué un mundial?

Catar, que ya en 1995 organizó un Mundial Juvenil, se empeñó en obtener la sede para 2022 porque esta es una manera de presentar una imagen ante el mundo impecable, es decir, como si fuera una nación en que hay libertad de expresión, libertad religiosa, sexual y política. Nada de eso hay, si se mira debajo de la alfombra.

No hay mejor manera de presentar un cuadro impresionista que una Copa del Mundo, en la que la mayoría de las televisoras y ahora las plataformas multimedia, transmitirán segundo a segundo las maravillas del país, sin que se pueda nadie asomar a presentar la más mínima fisura, sea política o social.

A pesar de ello, las primeras imágenes procedentes de Catar parecen jugarle una mala pasada a los organizadores. Al final del primer tiempo entre Catar y Ecuador, en el partido inaugural, con el marcador 2 a 0, la mitad de los cataríes abandonó el estadio 974, situación que no había sucedido en ninguna edición de un Mundial.

Además, el equipo dirigido por el español Félix Sánchez jugó un partido desastroso, después de 12 años de preparación, mientras en las afueras decenas de ecuatorianos se quejaban de que no habían podido entrar por el exceso de limitaciones impuestas por los organizadores.

Para limpiar la imagen de Catar, la multimillonaria familia Al Thani, con un patrimonio de 350.000 millones de dólares, se adjudicaron el Mundial, pero la opinión que corre entre las voces parece ser unánime: Un Mundial en Catar, entre noviembre y diciembre, tiene solo una interpretación: es una anomalía como el tamaño de una catedral.

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