Para hablar de la exvoleibolista cubana Mireya Luis Hernández hay que explicar primero cómo se forjó su historia. Fue la menor de nueve hijos de un matrimonio de Alejandro Luis del Sol, zafrero haitiano, y Catalina Hernández, enfermera.
A los 10 años empezó a jugar voleibol, y su primera maestra fue su hermana Mirta, quien también llegó a la selección, pero una lesión en las rodillas la obligó a retirarse antes de tiempo. Pese a eso, Mireya aprendió rapidísimo y ya a los 14 años era seleccionada nacional, donde forjó una leyenda que duró hasta los 33, con varios títulos mundiales y olímpicos.
Hoy, 17 años después de su retiro, aún muchos la catalogan como la mejor voleibolista de la historia, y busca aprovechar el XXIV Congreso Norte, Centroamérica y Caribe (Norceca) en el San José para compartir sus experiencias y su quehacer como coordinadora de voleibol de playa de Cuba y presidenta de la Asociación Zonal Norte y Central de Norceca, así como presentar su libro biográfico Entre Cielo y Tierra, mientras se busca una editorial interesada en masificar su comercialización en las librerías del país.
A continuación, la entrevista que Luis concedió a UNIVERSIDAD.
¿Cuáles son sus impresiones sobre el voleibol costarricense y qué se puede mejorar?
-Yo te diría que teniendo esta responsabilidad en el área Norceca (es de la entidad) por supuesto sé que se trabaja en el voleibol de Costa Rica. Ha dado un salto de calidad en sus diferentes categorías, quedó demostrado, es evidente, ha estado en lugares y competencias del área, ha participado. Creo que Costa Rica ha hecho un muy buen trabajo. En cuanto a lo que debería mejorar, no creo que pueda darte tantas recomendaciones, tienen en su dirección personas muy experimentadas capaces de crear buenos planes de trabajo y de entrenamientos, yo simplemente los exhorto a que continúen igual.
¿Cuál es la situación del voleibol cubano, de dónde procede, y cuánto ha evolucionado desde que jugó hasta hoy?
-El voleibol cubano se mantiene en bastante buena salud sobre todo en categorías menores, donde hemos logrado participar y tener resultados en campeonatos continentales y mundiales. Eso nos dice algo: que el futuro está garantizado. Nuestras selecciones han clasificado para Juegos Olímpicos en masculino. En femenino no, pero hay material humano muy bueno que está trabajando para seguir. En el volei de playa, tenemos tres parejas que han participado en campeonatos mundiales y juegos olímpicos con una linda y buenísima actuación. Antes que yo jugara existían equipos que habían ganado medallas olímpicas y mundiales, mi generación simplemente continuó ese ejemplo y cultivó esas ganas de ser grande e igualar a los atletas que me antecedieron.
¿Cómo era el voleibol antes y cuánto mejoró con los cambios que ha habido desde los 2000?
-Era un voleibol diferente, era cambio de bola, era un eterno tiebreak, pero puedo asegurarte que tenía mucho nivel, y ahora igual. Del 2008 a 2012 decayó bastante, no vi una calidad de juego tan alto como vi en años anteriores, pero ahora está recuperando. Ahora le aporta más fluidez, comercialmente ha mejorado mucho, es un deporte mucho más accesible para las personas, le ha dado un poco más de dinamismo al marketing, y pienso que ha mejorado en ese aspecto.
¿Desde cuándo le empezó a gustar el voleibol y cómo empezó?
-Empecé desde niña a la edad de 10 años, mi familia jugaba, mi hermana los fines de semana me enseñaba, y eso me fue incentivando bastante hasta que llegué a las selecciones olímpicas. Ella también llegó a la selección muy rápido, pero sufrió una lesión en las rodillas y ya no pudo seguir.
Ahora hablemos sobre el libro Entre Cielo y Tierra. ¿Cuáles son los aspectos que más le interesa destacar?
-Ese libro lo escribió el periodista Óscar Sánchez Cerra donde hablamos de mí, no solo como atleta sino resaltamos los valores del ser humano, de la familia, de lo que es capaz de engendrar una familia pobre, libre, que simplemente pretende educar a sus hijos y hacerlos crecer. Pienso que ha sido un homenaje a mi padre que llegó a Cuba muy joven buscando aventuras, que encontró el amor e hizo una familia grande de nueve hijos, de un pueblecito muy pequeño donde crecimos y nos desarrollamos; cómo una familia supo que lo fundamental del ser humano era crear valores, cómo nacieron mis hermanos y cómo llegamos nosotros aquí. Lo digo porque no solo yo que llegué a una selección olímpica, sino mis hermanos que estudiaron en la universidad y llegaron a ser médicos, abogados, entre otros sin recurso alguno más que valores que mis padres engendraron en sus hijos.
¿Y hubo algún aspecto que quería destacar que tuvo que dejar por fuera por cuestiones de espacio?
-Hubo varias cosas que no se plasmaron en el libro, pero tenemos el proyecto de hacer otro contando muchas otras cosas más que se quedaron, sin embargo la esencia está aquí.
¿Qué la motivó a bautizar su libro Entre Cielo y Tierra?
-Eso fue el autor junto con el jefe del proyecto, mi esposo. Supongo que se inspiraron en la capacidad que tenía yo de saltar, de hacer puntos, de subir y bajar, y dentro de esa acción de todo lo que humildemente he sido capaz de hacer. Yo inmediatamente estuve de acuerdo; este es un proyecto de trabajo que se hizo junto con mi esposo, ministro de Deportes, siempre exigente en cada cosa que se escribía, por supuesto, con la magia de Óscar (Sánchez) creo que ese esfuerzo fue su fuente de mayor inspiración.